Tony miró el buzón y
entre varias facturas de la luz, del agua y del colegio de sus hijos,
encontró una carta inesperada-como pocas cosas de su vida-que venía
de Estados Unidos y a nombre de esa persona de la que nunca se había
olvidado a pesar de las circunstancias. Entró en casa y, sin mirar
los demás sobres, empezó a leer la misteriosa carta.
“Una hoja en blanco.
Una hoja en blanco puede servir para tantas cosas. Para crear una
obra de arte, para escribir la historia más bella del mundo, para
decir hasta pronto en una carta o hasta nunca. Y ahora que estoy
delante de esta hoja en blanco rellenándola con esas palabras que
hace tan solo un segundo estaban únicamente en mi cabeza, me da por
pensar en todo lo que puede estar pasando a mi al rededor mientras yo
estoy aquí delante de este folio. Quizás tú acabes de llegar a
casa para cenar con tu familia, un monje budista puede estar
meditando en un templo perdido de la India, el sacerdote de mi barrio
puede estar casando a una pareja, una mujer del Congo quizás esté
dando a luz a su cuarto hijo, quizás un grupo de científicos
españoles que emigraron a Alemania por un mejor futuro acaben de
encontrar la cura para una enfermedad que hasta ahora no la tenía,
un abuelo puede estar recogiendo a su nieto en un colegio de Dublín,
puede que aquella chica que me crucé el otro día en el autobús
esté dando su primer beso... También estarán pasando otras miles
de cosas horribles en el mundo que no las ignoro pero prefiero darles
mayor valor a las buenas para seguir creyendo que la humanidad sigue
siendo humana porque creo sinceramente que aún lo es. Pero como
humanos somos imperfectos y a veces nos equivocamos, querido hermano.
La verdad es que la mayor parte del tiempo somos estúpidos. Es
cierto que muchas de esas estupideces nos han podido llevar al
desastre, pero otras, además de ser realmente divertidas y con un
toque de buena suerte, nos han llevado por el camino en el que
logramos hacer lo que siempre quisimos hacer y no nos atrevíamos, el
camino que nos permita llegar a ser lo que siempre quisimos ser pero
no nos aventuramos a entrar en él por miedo.
Como he dicho, una hoja
en blanco puede servir para muchas cosas, pero cuando se usa para
pedir disculpas puede imponer más que nuestro padre cuando le
perdíamos los calcetines porque los habíamos cogido para jugar o
cuando hicimos una carrera de bicis para ver quien era el más rápido
y terminamos con las rodillas ensangrentadas, llenos de barro y la
bicis inservibles. Te escribo desde muy lejos para pedirte perdón
por estos seis años de silencio. Creo que ese enfado tonto, cuyo
origen ya no tiene ninguna importancia, nos ha pasado factura pero
sobre todo nos ha llevado demasiado lejos. Por lo menos a mi me ha
llevado a estar los más lejos posible de la persona a la que más he
querido y querré. Perdona a esta hermana tuya que es casi tan
orgullosa como tú. Te escribo para contarte que mi peor estupidez
fue poner distancia entre nosotros aunque también ha tenido un lado
bueno. Sabes que necesitaba escapar de la rutina, de esas cadenas del
día a día que me apresaban y no me dejaban crecer y realizarme por
ese trabajo aburrido que tú decías que era el mejor seguro de vida.
Lo más práctico. Escapar de aquello y huir lejos me permitió
conocer a tantos desconocidos y lugares maravillosos, tener nuevas
experiencias-algunas mejor que otras, no te voy a mentir, no ha sido
fácil empezar de cero- y nuevas historias que contar en esos miles
de folios que siempre me gustaba llenar con esas palabras tontas que
no es que no te gustaran pero que no esperabas que me llevaran a la
vida que te hubiera gustado para mí, pero que es la vida que yo al
final escogí. Si vieras las vistas que tengo ahora mismo... te
encantarían. Estoy segura que tú captarías la imagen más bonita
del mundo de este sol rojo que se esconde tras esas altas montañas,
a pesar de que dejaras ese hobbie de la fotografía para un tiempo
libre que nunca añadiste en tu agenda. Pero creo que lo que tendré
delante el día que leas estas líneas me gustará mucho más.”
Entonces Tony escuchó el
timbre. Antes de abrir, conociendo las locas y estúpidas pero
tiernas ideas de su hermana, ya supo quien era.
Alicia Salazar