sábado, 28 de febrero de 2015

Dieciocho cumpleaños

Era el día que había marcado en el calendario desde hacía meses y se sentía aturdida como si el mismísimo diablo la hubiese poseído. Llevaba mucho tiempo sin ser feliz, sin disfrutar de la vida pero ya era el momento de levantar un muro, de perseguir sus sueños.

Ella había sido siempre una chica agradable y sencilla de las que siempre van con una sonrisa puesta. Sin embargo, su vida empezó a torcerse un 20 de septiembre, el día de su 18 cumpleaños.

Es noche ocurrió algo trágico que le hizo cambiar,  algo que ella no desearía ni su peor enemiga. Desde entonces su sonrisa se convirtió en oscuridad, era persona, nadie la reconocía.

Al principio todos le dedicaron su tiempo y su amor, solo había que darle tiempo decían sus padres pero el tiempo pasaba y ella nunca volvió a sonreír.

No era tonta y sabía que estaba haciendo daño a sus seres queridos así que decidió que tenía que volver a ser la misma. Hizo un plan y marcó una fecha en el calendario y ese día era hoy.

Nadie sabía nada de su plan, no quería perjudicarles. Por primera vez en meses volvió a ponerse el vestido que llevaba el día de su 18 cumpleaños y acudió a esa discoteca donde empezaron sus pesadillas. Estaba segura de que él estaría allí, buscando una nueva presa.

Y así fue, él no la recordaba pero pronto se acercó, como la otra vez. Cuando lo hizo ella sintió escalofríos, él la había violado y nunca recibió castigo así que estaba vez iba a tomarse la justicia por su cuenta.

Al poco de verla le pidió que salieran a tomar el aire tal y como lo había hecho la primera vez pero ella ya lo sabía. Todo estaba pasando como la noche en que fue violada.

Ya en su coche, él intentó forzarla pero esta vez ella estaba preparada, lo había estado soñando desde hacía meses. Sacó una pistola y le pegó un tiro; por fin habían terminado sus pesadillas.


Por fin podía volver a ser la misma de siempre, por fin podía volver a ser feliz. 

Sarasvati

Arena

Se me escapa,
como arena entre las manos.
Ya no sé
si es vivir espalda contra espalda
o morir entrelazados.

Tus venganzas nunca fueron dulces. Malditos los que me las prometieron. Seguimos jugando a los dados. Sin orden ni miramientos. Nos arrojamos turnos y los míos, agotados, no traen clemencia. Venganza contra nosotros.
Pesan las palabras que no nos decimos.
Pisan las mentiras que son abismos.
Pasan los minutos sin decidirnos.

Pesas y pisas, pero la venganza, fría o caliente, no pasa páginas. 

jueves, 26 de febrero de 2015

Automáticamente (ego)critica(dora).

Voy a mezclar luces de discoteca con un poco de ron, voy a coger tequila, echarle sal a tu risa y voy a exagerar las veces que tu mirada se cruzaba con mis interrogantes. Y voy a contar nuestra historia mil y una veces, transformarla, estirarla, analizar cada uno de los gestos que tuviste conmigo, contorsionar mis emociones y exagerar y exagerar una y mil veces lo puta que fue la vida.

Pero no, no te preocupes que para mí también hay golpes. Hay gritos con silenciador disparado hacia las cien y una mañanas en las que me he arrepentido de no decir la palabra exacta, de no ser como soy, de buscar en camas ajenas algo que no debía ni pedir en voz alta, de no contestar cuando debería.

Siempre me he considerado una persona muy autocrítica, pero en la justa medida, en la de no machacarse y distorsionarse a uno mismo. Ahora me doy cuenta de que mi amor propio es grande, como tus reproches hacia mi egoísmo. Y puede ser. Pero supongo que darme cuenta es un ejercicio de autocrítica. Y no, no soporto la capacidad de los demás de ver la paja en ojo ajeno. Pero, pronto, me doy cuenta de que soy una más en esta función.

Y hoy, hoy debería estar sonriente y resplandeciente. Porque he encontrado a alguien tan grande (literal y metafóricamente hablando) que me da miedo pronunciar su nombre. Pero no, me encuentro regocijándome en la aguja, en el veneno, en la luz que encuentro en mi sombras y alimentarme de mis miedos. Y, al día siguiente, me descubro fingiendo ser una princesa que no tiene ninguna preocupación y es feliz sin pensar en las maldades de este mundo. Y así, mi mundo acaba siendo un conjunto de incongruencias que no encuentran papel donde cobrar sentido.


Y, entre tanto lío, la puta se cree, por fin, una más en la función, no una figurante sino una protagonista con nombre y apellidos que, con sus más y sus menos, ha sabido levantarse, luchar a pesar de sus miedos y, por lo menos, disfrutar unos pocos segundos de lo que tiene entre sus manos, aunque sea una felicidad sostenida por pocos momentos pero intensos, aunque sean poco intensos pero muchos, aunque sepa que la racionalidad se la va a llevar de nuevo al mundo de la insguridad y las ansiedades. 



No espero que me entendáis, sino que interpretéis, a vuestra manera, lo que significa esto. Igual que lo hacen ellos con todas sus canciones. 



Neko

miércoles, 25 de febrero de 2015

Ojo por ojo

-¡Señorita Gómez! ¡Señorita Gómez! Responda a la pregunta del Señor Fiscal, por favor-las palabras del juez resonaban en su cabeza como si fuera eco.
Miró al frente y observó al fiscal y al resto de la sala posando sus fijas miradas en ella.
-Sí, estaba en la fiesta. Aunque entonces ya llevaba unas copas de más, estoy bastante segura de que a esa hora estaba en el piso de arriba de la casa... con Samuel Santos. No creo que sea necesario añadir lo que hacíamos allí. Él puede corroborarlo-afirmó segura.
-Tenemos entendido que usted y la víctima habían tenido sus roces en la Universidad, con su hermana pequeña, en el bar donde usted trabaja...-insinuó la culpabilidad de la sospechosa.
-Con todo mi respeto, Señor Fiscal. Si matáramos a todos los gilipollas que nos ponen la zancadilla cada día, quedaríamos pocos en la Tierra-dijo irónica y la sala entera trató de contenerse la risa.
-La víctima aparece acuchillada en unos matorrales del barrio no tan alejados de su casa ¿Usted cuando se entera de lo sucedido?-preguntó el fiscal.
-Cuando se para la música y Samuel y yo escuchamos gritos y alboroto afuera. Entonces, bajamos y nos enteramos de que Irene ha aparecido muerta.
-¿Sospecha de quien podría tener intención de acabar con su vida?
-Muchos la odiábamos. Realmente la mitad de los que fuimos a su fiesta de cumpleaños estábamos invitados por ser de su clase, para presumir y para que su fiesta tuviera más ambiente. Ella era así. Pero no era para acabar con su vida, no se me pasa por la cabeza quien pudo hacerlo, lo siento.
-De acuerdo, hasta aquí mis preguntas a la testigo, Señoría. Gracias, Señorita Gómez.
Letrados, testigos, agentes encargados del caso y España entera desde sus televisores se planteaban si Sandra Gómez sería capaz de matar a esa petarda que todos odiaban. A veces pensaban que sí, que quizás sí tenía la suficiente sangre fría y odio hacia la Irene. Otras con esa cara de indiferencia hacia el mundo y esa despreocupación por algo que no fuera ella o los suyos junto con su coartada con Samuel Santos la descartaban como sospechosa.


Los agentes de policía encontraron en el tronco del cadáver de Irene una frase escrita en mayúsculas con sangre que decía: “Y DIENTE POR DIENTE”. Días más tarde y gracias la declaración de una testigo, la policía obtuvo una pista clave, pero las averiguaciones surgieron paulatinamente. Por lo visto, Sandra había dejado encerrada a Irene sin quererlo y pensando que ya no había nadie en la sala de ordenadores durante quince minutos (hasta que le abrió una empleada de la limpieza de la Universidad) por lo que Irene ya no pudo entrar a una clase práctica evaluable y obtuvo menos nota. A partir de entonces Sandra se convirtió en la nueva diana de Irene y empezó a martirizarla. Le quitó al chico que le gustaba, hacía bullying a su hermana cuando se la encontraba volviendo a casa por su barrio, se burlaba de ella en cada una de sus participaciones en clase añadiendo datos y comentarios que la ridiculizaban, iba al bar donde trabajaba Sandra, le tiraba lo que le traía y le hacía limpiarlo y, por último, se había encargado de que nunca consiguiera el trabajo que quería no solo compitiendo por el mismo puesto sino también hablando pestes de ella a aquellos que podían facilitarle acceder a él. En una de la ocasiones en las que defendió a su hermana le preguntó que por qué le hacía todo esto, a lo que Irene respondió-Ah, ojo por ojo...-una vecina del barrio lo escuchó. El escrito en el cuerpo sin vida la Malvada Bruja del Oeste de la Universidad era la respuesta de Sandra. Se descubrió que Sandra había pagado una gran cantidad de dinero a un vagabundo del barrio con antecedentes penales para que asesinara a Irene en la fiesta de cumpleaños a esa hora mientras seducía a un chico para tener las espaldas cubiertas. Un plan demente y retorcido para una chica de 21 años. En aquellos días de sufrimiento por las torturas psicológicas de Irene se había repetido al menos mil veces la frase que su verdugo le había dicho con el único deseo en su corazón de ansias de venganza. Ahora ha de pasar diecisiete años en prisión. Dicen que se pasa las noches en vela repitiendo: “Ojo por ojo y diente por diente”.
Alicia Salazar

martes, 24 de febrero de 2015

Tus silencios.

Tus ojos marcaban el paso de la tristeza por nuestra historia, pero tus silencios eran los que deshacían entre susurros nuestras promesas, los que hacían que cada día fuera un poco menos gris y cada vez más negro. Y así, así fueron pasando los meses de preguntas, de evidencias, de cuestionamientos.

Pero, supongo que lo más triste de una historia no es su desenlace final, sino las muertes que van pasando entre medias. Como esos personajes de los que te encariñas y acaban cayendo desde una escoba a cien mil metros de altura. Lo dicho, eso es lo que más duele, lo que más desangra.

¿Qué muertes pasaron por nuestros corazones? Las que nos tomábamos por mano tú y yo en modo venganza, en modo reproche. Nos encantaba. Era un juego sutil pero que nos acabó quemando por dentro.

Tú te tomabas mi felicidad por tu mano en la balanza desequilibrada desde que naciste de tu justicia. Y jugabas con mis fuerzas, mis capacidades, te encantaba dejarme a la altura del betún. Y así, seguías día y noche mientras planificabas la siguiente. Tus silencios eran tu mayor venganza, y la indiferencia de quien conoce su orgullo muy herido.

Yo, estupidísima de ti, pronto caí en el juego y, aun noto algunas heridas abiertas que me hacen hacer cosas solo por miedo a ofender a alguien, a un fantasma que no es él sino tú. Estúpida de un juego en el que tú eras el dominante. Estúpida de una forma de relación que no llevaba a ninguna parte.

Pero también, yo, buenísima en el aprendizaje vicario, pronto aprendí a devolverte las venganzas. A amenazarte por lo mismo por lo que tú no me dejabas disfrutar en paz de la compañía de grandes personas. A acabar obligándote a lo mismo que tú me exigías a mí y que yo tanto odiaba.

Y así, el círculo de llamas, acabó extinguiendo nuestras verdades, nuestras promesas, nuestras alegrías. Y así, acabamos haciendo coartadas contra el otro con tal de conseguir besos, caricias o viajes. Solo por conseguir del otro algo que no quería. Solo por seguir con este sucio juego. Esta estúpida forma de amarnos. Esta infantil y enrevesada conquista del amor eterno que solo duró lo que aguantó la cuerda de la paciencia.


No me odies. Sabes que me encanta exagerar. Pero no me niegues que tus silencios no marcaron el paso de esto, de nuestra historia de tiras y aflojas, de nuestras peticiones absurdas y de exigir en el otro lo que nunca querríamos hacer por uno mismo. Hazlo por mí. Era muy sutil pero muy malévolo a la vez. Y nos gustaba demasiado. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Una sola palabra

Solo había una palabra resonando en mi interior, como un eco que reverbera constantemente, fruto de la furia que ardía en mí: Venganza.
La noche cubría mis pasos y el sonido de mis zapatos contra el acero eran suaves pero firmes. Mis pasos eran claros, fríos y equidistantes; tan solo buscaba un objetivo que tenía más que estudiado. Venganza.

Aquella palabra era mucho más que ocho letras. Contenía el nombre de mis tres hermanas que murieron ante el poder que gobernaba nuestra realidad. La prensa virtual hablaba del S.XXIII como el siglo del bienestar global en el que el ser humano disfrutaba de la vida contemplativa e intelectual, relegando el trabajo físico y forzado a seres programados virtualmente. Sin embargo, había partes sueltas en aquel puzle y, a la vez, éramos piezas tan necesarias... Así que mis dedos no temblaban al coger mi arma, pues eran dominados por la venganza.

Dos estantes de un mismo armario bien diferenciados. Arriba, los dueños de todo aquello que pisabas. Dueños de la tierra, de lo construido y del aire que respirábamos; pues suyas eran las máquinas depuradoras de oxígeno que nos permitían resistir en este planeta muerto como necrófagos insaciables. Junto a ellos, los intelectuales. Los nuevos perros guardianes. A cambio de toda comodidad, creaban, pensaban y transformaban la realidad con un solo propósito; hacer ganar todavía más a “los señores” como así se hacían llamar, para ser mantenidos en su burbuja. A todos ellos les llegaría su venganza.
Abajo, nosotros. Hacinados en cómodos estantes de 50 metros cuadrados de altos rascacielos, dormitamos dejando morir las horas; esperando ver un nuevo sol tras la cortina de niebla. No tenemos nada que hacer. Las máquinas nos libraron del trabajo y toda información nos llega a nuestro cerebro sin intermediarios: conocimientos y actualidad. Todo transmitido por un sistema virtual controlado por los señores. Ellos nos mantienen, todos iguales; todos muertos. Nos acusan de que realmente pedíamos esto cuando exigimos igualdad, nos recriminan ser culpables de la superpoblación, y nos recuerdan que es el sistema que ellos mantienen el que alimenta nuestros estómagos. Estas falacias serán calladas con nuestra venganza.

Rezo porque realmente haya funcionado y hayamos sido capaces de extraernos los chips que indican nuestra localización en todo momento “por seguridad”. A ojos del estado madre, la red virtual que lo comunica todo, dormimos en nuestras celdas como una noche más. La realidad es que más de la mitad de la población huyó lejos de la ciudad hace ya dos horas y que yo, busco venganza.
Sala de control, nadie vigila, no detectan ninguna presencia. Bajo por las escaleras que no se activan y llego al núcleo de madre estado. Muchos dicen que tiene conciencia propia, otros que son cerebros conectados de siervos que hicieron desaparecer en su día, los señores aseguran que es el mayor descubrimiento en la historia de la humanidad. En cuanto dispare, una reacción nuclear acelerada en cadena acabará con ella y con todo lo que no ha huido de esta ciudad, yo incluido. Tengo miedo y tiemblo, no quiero honor ni gloria, no quiero eternidad ni justicia; solo quiero Venganza.



Drizzt Beleren

domingo, 22 de febrero de 2015

Arte, artista y caos

Se despierta en la oscuridad del estudio y busca a tientas el interruptor que le saque de las tinieblas. Sus manos van tocando objetos que podrían contar historias, unos papeles de contenido inexpugnable arrugados por el orgullo, una funda de condón destrozada por el ansia, un lapiz quemado por el hastío... hasta que hacen tambalear y caer una pequeña botella de vidrio anaranjado que quizá había sobrevivido más de lo que cualquiera esperaría. Restos de cerveza, colillas y cristales se mezclan con la caótica suciedad del suelo. Acciona el interruptor varias veces sin éxito, hasta que el toque ligeramente aromático del olor del aire le saca de su espeso despertar y le recuerda que había tenido que usar una de esas velas baratas con olor a frutas del bosque para poder ver algo la noche anterior. Nunca había tenido bombillas de repuesto, y la que había en la pequeña lámpara había sido la última dejar de brillar.
Las manos le tiemblan y son las 5 de la mañana. No sabe qué le ha despertado pero tampoco le importa mucho. Cuando vives en una vorágine constante lo que menos te importa es la hora que es. Busca en varios pantalones vaqueros que descansan en posicion grotesca en el suelo su mechero, antes de darse cuenta que todavía lleva puesto el de ayer (y anteayer). El último inquilino de su bolsillo de atrás es un mechero simple sin dibujo. No sabe dónde lo consiguió ni dónde perdió el anterior, cuyo dibujo medio psicodélico se podía pasar mirando horas. No importa.
Abre el cajón de su mesilla de "cosas que puede que alguna vez necesite" y consigue encontrar otra vela entre cachivaches diversos. No sabe quién se las daría, pero piensa que ojalá le regalara unas cuantas más. El mechero se enciende a la segunda y consigue encender la vela. Ella la coloca al lado de su compañera, que ya derretida parece dedicar una mueca de burla a la nueva. "Esto te pasará a ti" parece decirle, pero no se inmuta.
La luz tenue parece darle un aire todavía más siniestro a la habitación. La luz y la sombra parecen bailar lentamente conforme la llama duda de su existencia. Mientras, ella se lia un cigarro conforme al ritual ya tantas veces ejecutado. Es un rezo al Caos como Dios de su vida. Cada parte de su vida parece honrarle de manera peculiar. Hasta con el Arte. El Arte es Caos por encima de todo.
Intenta encender la obra de sus manos (irrepetible, como todas), pero el mechero ha decidido dejar de funcionar. Se le ocurre que quizá no sería mala idea usar más velas mientras enciende el cigarro con ella, haciendo temblar a toda la parte iluminada de la habitación. Una calada y el humo se pierde en el aire y su oscuridad. Relajado, comienza a dejarse llevar por su mundo interior. Mientras, sus manos se entretienen con la vela y el lapiz. Le gusta la mezcla de olores que dejan las 3 cosas al quemar. Cuando acaba, deja la colilla tirada en la cera, a falta de su cenicero peculiar. Se levanta con la desmejorada vela en la mano y con cuidado de no pisar nada que le pueda doler (o se pueda romper) se acerca a su escritorio. Allí descansa una hoja a medio dibujar y escribir. La arruga y la tira hacia atrás. Al caer, el papel se empapa con los restos de cerveza. Ella, agarra el lápiz por donde no quema, y empieza a dibujar.

M E L O

sábado, 21 de febrero de 2015

Artistas frustrados

Eran y seguían siendo ellos dos, siempre. Se amaban como no habían amado a nadie antes lo que les hacía odiarse de vez en cuando. Él era un artista frustrado que pagaba todas sus desgracias con ella. A veces, cuando acababa de pintar y miraba su trabajo sentía que no había trazado bien ni una sola línea. Era el peor momento de cada día, eran los momentos más amargos de su frustrada vida.

Ella había tenido un único sueño en la vida, escribir una gran obra maestra. Esa había sido siempre su gran ambición pero por mucho que lo había intentado nunca le gustó una sola línea de las que escribió. Su vida era como la de él, una gran frustración.

Formaban una pareja sin sentido de esas que nunca tienen futuro pero llevaban mucho tiempo enamorados. Nadie entendía nada, ambos eran desgraciados pero cuando hacían el amor los dos lo sentían siempre: era como hacer una gran obra de arte. 

Sarasvati

viernes, 20 de febrero de 2015

Sexto arte



Dos letras eran. Flotaban en el limbo de las historias no contadas, los pecados inconfesados y las verdades a medio decir. Allí donde no pasaba nada, probaron suerte en alguna que otra página, pero nunca le encontraron el sentido. Rodeadas de trazos insulsos, esperaban encontrar la salida.

Dos letras eran y, de repente, el Big Bang. Un libro que empieza. Al principio, se encontraron en un par de frases rebosantes de curiosidad. Se volvieron a cruzar, como por casualidad, en vocativos que hablaban de dejarse llevar. Se empezaron a encontrar tan a menudo que crearon expresiones desconocidas para ellas y hablaban de amor a todo aquel que quisiera escucharlas. Formas, colores, emociones… juntas podían vencer cualquier barrera, lo podían todo.

Dos letras eran y, sin embargo, no siempre tenían cabida en las mismas palabras. Así comenzaron las interjecciones. Una arañaba con interrogantes; la otra arrojaba exclamaciones. Las que habían bailado y brillado convirtieron los títulos en notas al pie. Ellas, que creían dominar el arte de la conjunción.
 
Dos letras eran y, sin esperarlo, un punto.

Djalí.

jueves, 19 de febrero de 2015

1999

19 de Abril de 1999. El silencio abraza la fría noche de esta extraña primavera en la que las flores no nacen, los pájaros no cantan y las espinas se clavan en lo más hondo del pensamiento. La gris bruma que esconde al sol de su vergüenza hace monótonos los segundos, haciendo caer la eternidad sobre mi pecho, sin dejarme casi respirar. Mis manos, inquietas, se aferran con resignación a la suave sábana que nos acoge, por vez última, en esta estafa que llaman amor. Años reciclados, paisajes abandonados y lágrimas que de nada sirvieron. En cuanto suene el despertador atravesaremos la frontera, para ser dos fugitivos que huirán en direcciones contrarias, para que nunca nos vuelva a encontrar aquello que nos unió; aquello que nos dio lo más maravilloso de nuestras vidas y, a su vez, lo peor. Las paredes se pintan del aroma de tus pupilas, grandes e infinitas, que intentan dormir en cada parpadeo. Tu rostro mantiene los surcos que crearon lágrimas de rabia y las heridas que causaron los cristales de los sueños rotos. El presente es ahora el golpear del tiempo contra nuestros cimientos y, en la oscuridad de nuestra conversación, busco una vez más tu mano para conservar por siempre tu tacto rugoso que me impedía caer al vacío y, que ahora, me arroja desnudo desde el infierno a un mundo frío y cruel.

Mientras, mi cerebro, no para de sonar. Llamadas perdidas en el mar de la razón, que hoy, no responde. Está ocupada buscando en el pasado la mirada que me hechizó, los efímeros besos bajo la lluvia y la figura de tu cuerpo cuando dejábamos las ventanas abiertas. Y es ahí entre esa maraña de sentimientos, cuando oigo a gritos los porqués de mis huidas a ninguna parte, los puñetazos contra mi corazón y todas las veces que callé. Soy el espectador del huracán que arrasó nuestras vidas, de cómo fuimos rompiendo con rencor las imágenes de nuestro pasado, de cómo lo has sido todo y ahora serás nada; un suave recuerdo sobre el que dormir las noches frías como esta. Estiramos el guion de una mala comedia, fuimos el juguete roto de una novela rosa, las palabras perdidas en la película muda que nuestras manos interpretan ahora antes de la llamada del sol; nuestro negro final.

Tan solo te atreves, con tu tímida y cálida voz, a decir aquella frase que tantas veces nos unió, que tantas veces nos mató; causa de tanto bien y de tanto mal, que hace que te quiera volver a besar y, al mismo tiempo, matar.

“Que sea cierto el jamás”



Drizzt Beleren

miércoles, 18 de febrero de 2015

Ballet en la calle

Pasaron muchos años hasta que Clara consiguió hacer una pirouette. Aquella posición que hacía la bailarina de porcelana de su cajita de música, esa muñequita que giraba y giraba mientras escuchaba una dulce armonía. Era lo único que conseguía adormecerla cuando todavía solo podía soñar con ponerse por fin sus primeras zapatillas de punta y bailar sobre ellas. Me acerco hasta la puerta medio abierta de su clase en la academia de baile y allí está. Cada paso que da es como si escribiera la siguiente línea de la historia más hermosa del mundo.
-¡Otra vez! Primera posición y... plié... effacé...-verla bailar es algo maravilloso, es como etérea, simplemente parece que está volando.
Me ha visto pero ella no se desconcentra, sigue moviéndose con delicadeza y fluidez, como el agua. Al acabar y hacer su pausa, le doy el bocata que ha encargado del bar donde trabajo. Clara tiene ensayos todos los días menos domingos y lunes de nueve y media de la mañana a seis y media de la tarde con solo cinco minutos de descanso entre cada hora. Yo también sé lo que es tener un jornal intenso aunque de una forma distinta. Tengo dos trabajos para mantener a mi familia.

Somos buenos amigos a pesar de que pertenecemos a mundos distintos. Yo no tengo medios para desarrollar mi pasión, solo dos manos para llevar comida a casa. Aunque a veces necesito escaparme de todo un rato. Un artista sin alas puede llegar a perder la razón. Soy un músico callejero o lo que la vida me ha dejado ser. Mi pandilla y yo hacemos esto cada viernes por la tarde en la plaza más transitada del barrio. Cogemos cajas de madera para crear el ritmo, sacamos las guitarras, hacemos que la gente toque palmas, bailamos unos pasos informales y descarados para ponerle nuestra marca personal y canta el artista desconocido más salao de España. Yo. Cantar siempre ha sido mi red de seguridad, así logro evadirme de los problemas. Mi único amor es la música, aunque mis amigos dirían que también lo son las chicas del barrio a las que yo suelo llamar obras maestras. Ahora se han empeñado en que Clara es para mí una de ellas, pero no se trata de eso sino de admiración.

Desde que somos amigos me ha enseñado muchas cosas, me ha llevado a museos, me ha hablado de sus viajes, de su sueño de bailar en la Opera de París... A ella no le importa de donde venga solo hacia donde vaya. Mi percepción del arte cambió el mismo día que la conocí. Se estaba haciendo de noche pero teníamos bastante público y nos alargamos. Mi hermanito Luis estaba recogiendo más dinero que nunca en su gorra. Un éxito de día. Sin embargo, una voz firme paró el show:
-¿Eso es lo mejor que sabéis hacer?-preguntó Clara saliendo del resto de corrillo de gente.
¿Una chica en mallas desafiándonos? ¿Se proponía arruinarnos? Teníamos que reaccionar.
-Si puedes mejorarlo no te cortes-dije.
-Vosotros tocad-se atrevió.
La joven se puso en puntas hasta quedarse solo sobre una pierna, con la otra doblada sobre su rodilla y alzando los brazos hasta juntar sus dedos sobre su cabeza. Clara se había convertido en la muñeca de su cajita de música con aquella pirouette. Trataba de impresionar y realmente lo hizo. Miguelín improvisó un ritmo en la caja y Juan tocó la guitarra. Aquella insolente nos dejó helados. Por supuesto, redoblamos los ingresos con esa combinación de estilos tan original.


Algunas de las cosas que aprendí de mi amiga la bailarina es que a veces no es solo un cuadro, una canción, un poema o una coreografía. A veces el arte se esconde en una sonrisa, en una mirada o en una caricia. Otras está en el éxito pero también en un fracaso porque te permite estar más cerca del logro. Somos humanos porque caemos pero también porque somos capaces de levantarnos y seguir luchando. Humanos que buscamos la belleza hasta en el más mínimo detalle, ya que si prestas atención quizás veas la chispa de algo maravilloso. Algo mágico y apasionante que ciertas personas llaman amor, otros milagro y algunos locos como Clara y como yo lo llamamos ARTE.

Alicia Salazar

martes, 17 de febrero de 2015

Tus manos...

Hoy me atrevo a fantasear, a huir de este mundo serio y a soñar con tus manos. Esas que no eran serias si no que se reían de la vida y de mis curvas, que le hacían gracia mis pecas y que se atrevían a trazar entre sus pinceles restos de orgasmos llenos de vida y de complicidad, mucha complicidad. 

Tus manos… Esas manos de artista, un tanto desgastadas y siempre llenas de marcas, de algún resto de alguna puta que te intentaba vender fantasías. Pero tú no te dejabas. Tú solo te permitías el lujo de soñar entre mis miradas, entre mis preguntas de niña inocente que te retrataba al milímetro. Fui la única capaz de definirte y de no dejarte sin un duro, porque de ti no buscaba tu materialidad sino tu alma, no buscaba tus obras de arte sino que me hicieras a mí una de ellas. Quería desangrar de ti cada uno de los ápices de tinta entramada entre mis risueñas marcas y que mis nervios no fueran si no destellos rojos y azules de un mapa que tú querías descurbrir.


Nunca te dejé. Y tú, pobre tonto, solo pensaste que era porque no te quería. Si no te quería… No sabes lo que en la distancia te amé. Pero yo, entonces, solo buscaba un poco de protección mental. Solo buscaba no encontrar en nadie nada que se pareciera a mí. Y tú, loco de la vida, artista, tan diferente de mis perfecciones, mis costumbres cuadriculadas que me hacían evadirme de mis costumbres eras las vía de escape más fácil sobre la que protegerme. Pero no solo acabé herida de ti, sino de mí contigo, de los dos, de lo que fuimos entre noches fugaces, de lo que compartimos entre restos de flashes, alcohol y sal. Mucha sal. Y mucha ficción. 

Neko

lunes, 16 de febrero de 2015

Áureo Dibujo

El golpe de las manecillas del tiempo comprime los segundos frente a tus ojos y se escapa de mis dedos el olor de tus pensamientos. En la armonía de tu sonrisa encuentro la lluvia de latidos que acosan a mi corazón. Y son tus labios, que finamente dibujan el color del amor a trazo suave, los que difuminan el ayer y el mañana en el mismo lienzo. Lienzo blanco de tierno rubor iluminado por tu mirada fugitiva en lo eterno de la noche, con las estrellas guiando nuestros ciegos pasos que tropiezan en la mejor de las caídas, haciendo rodar nuestros cuerpos encontrando el sentido de nuestras vidas. Y es ahí, en el sudor que escapa de tu espalda, en el placer de tus caricias, en la tormenta incansable de tus besos, cuando realmente comprendo dónde se encuentra el arte del amor.

Tu rostro dormido, cubierto por el primero de los soles del día, es el retrato de mis amaneceres; tus besos improvisados, dispersos como corcheas tendidas, son la sonata de mis andares y tus “te quieros” dibujados con inocencia, son el poema que jamás llegué a completar y que ahora desdibujo aquí para expresar el áureo dibujo que se perfila en mi destino.

Drizzt Beleren