-¡Señorita Gómez!
¡Señorita Gómez! Responda a la pregunta del Señor Fiscal, por
favor-las palabras del juez resonaban en su cabeza como si fuera eco.
Miró al frente y observó
al fiscal y al resto de la sala posando sus fijas miradas en ella.
-Sí, estaba en la
fiesta. Aunque entonces ya llevaba unas copas de más, estoy bastante
segura de que a esa hora estaba en el piso de arriba de la casa...
con Samuel Santos. No creo que sea necesario añadir lo que hacíamos
allí. Él puede corroborarlo-afirmó segura.
-Tenemos entendido que
usted y la víctima habían tenido sus roces en la Universidad, con
su hermana pequeña, en el bar donde usted trabaja...-insinuó la
culpabilidad de la sospechosa.
-Con todo mi respeto,
Señor Fiscal. Si matáramos a todos los gilipollas que nos ponen la
zancadilla cada día, quedaríamos pocos en la Tierra-dijo irónica y
la sala entera trató de contenerse la risa.
-La víctima aparece
acuchillada en unos matorrales del barrio no tan alejados de su casa
¿Usted cuando se entera de lo sucedido?-preguntó el fiscal.
-Cuando se para la música
y Samuel y yo escuchamos gritos y alboroto afuera. Entonces, bajamos
y nos enteramos de que Irene ha aparecido muerta.
-¿Sospecha de quien
podría tener intención de acabar con su vida?
-Muchos la odiábamos.
Realmente la mitad de los que fuimos a su fiesta de cumpleaños
estábamos invitados por ser de su clase, para presumir y para que su
fiesta tuviera más ambiente. Ella era así. Pero no era para acabar
con su vida, no se me pasa por la cabeza quien pudo hacerlo, lo
siento.
-De acuerdo, hasta aquí
mis preguntas a la testigo, Señoría. Gracias, Señorita Gómez.
Letrados, testigos,
agentes encargados del caso y España entera desde sus televisores se
planteaban si Sandra Gómez sería capaz de matar a esa petarda que
todos odiaban. A veces pensaban que sí, que quizás sí tenía la
suficiente sangre fría y odio hacia la Irene. Otras con esa cara de
indiferencia hacia el mundo y esa despreocupación por algo que no
fuera ella o los suyos junto con su coartada con Samuel Santos la
descartaban como sospechosa.
Los agentes de policía
encontraron en el tronco del cadáver de Irene una frase escrita en
mayúsculas con sangre que decía: “Y DIENTE POR DIENTE”. Días
más tarde y gracias la declaración de una testigo, la policía
obtuvo una pista clave, pero las averiguaciones surgieron
paulatinamente. Por lo visto, Sandra había dejado encerrada a Irene
sin quererlo y pensando que ya no había nadie en la sala de
ordenadores durante quince minutos (hasta que le abrió una empleada
de la limpieza de la Universidad) por lo que Irene ya no pudo entrar
a una clase práctica evaluable y obtuvo menos nota. A partir de
entonces Sandra se convirtió en la nueva diana de Irene y empezó a
martirizarla. Le quitó al chico que le gustaba, hacía bullying a su
hermana cuando se la encontraba volviendo a casa por su barrio, se
burlaba de ella en cada una de sus participaciones en clase añadiendo
datos y comentarios que la ridiculizaban, iba al bar donde trabajaba
Sandra, le tiraba lo que le traía y le hacía limpiarlo y, por
último, se había encargado de que nunca consiguiera el trabajo que
quería no solo compitiendo por el mismo puesto sino también
hablando pestes de ella a aquellos que podían facilitarle acceder a
él. En una de la ocasiones en las que defendió a su hermana le
preguntó que por qué le hacía todo esto, a lo que Irene
respondió-Ah, ojo por ojo...-una vecina del barrio lo escuchó. El
escrito en el cuerpo sin vida la Malvada Bruja del Oeste de la
Universidad era la respuesta de Sandra. Se descubrió que Sandra
había pagado una gran cantidad de dinero a un vagabundo del barrio
con antecedentes penales para que asesinara a Irene en la fiesta de
cumpleaños a esa hora mientras seducía a un chico para tener las
espaldas cubiertas. Un plan demente y retorcido para una chica de 21
años. En aquellos días de sufrimiento por las torturas psicológicas
de Irene se había repetido al menos mil veces la frase que su
verdugo le había dicho con el único deseo en su corazón de
ansias de venganza. Ahora ha de pasar diecisiete años en prisión.
Dicen que se pasa las noches en vela repitiendo: “Ojo por ojo y
diente por diente”.
Alicia Salazar