Ambos habían quedado con
sus respectivos amigos. Ella caminaba con los auriculares puestos
escuchando el audio del whatsapp de Helena, riéndose con los
comentarios que la loca de su amiga hacía sobre el nuevo chico del
McDonalds del barrio cuando se lo encontró de frente y se le cortó
la risa de golpe. Había pasado mucho tiempo desde que todo había
acabado. Durante mucho tiempo fueron la pareja perfecta, la típica
historia de chico encantador de sonrisa de anuncio conoce a la chica
complicada y alocada y se enganchan el uno del otro. Realmente no era
la única vez que habían roto, pero la última fue algo distinto,
algo que les superó.
Él seguía paralizado.
Había cometido un gran error respecto a ella, la había echado de
menos, pero la cobardía y el orgullo le impidieron volver a por ella
y había preferido buscarla en otras bocas. Pero ahora ambos estaban
bien ¿mejor o peor que juntos? ¿quién sabe? Pero bien.
Un saludo y unas
preguntas de cortesía llenaron los primeros segundos más incómodos
de sus vidas.
Él no sabía si
invitarle a tomar unas cervezas, ella se preguntaba si seguiría con
esa chica rubia de bote que protagonizaba todos los rumores de los
amigos en común. Sus ojos eran los únicos sinceros de aquella
escena, era como si las miradas escribieran los subtítulos de lo
que en realidad querían decirse. Las palabras que ambos se dejaron
por decir quemaban en sus gargantas, pero el miedo no les dejaba
hablar.
Finalmente, él la invitó
a esa cerveza para no dejarla escapar de nuevo y ella aceptó. No
pudo evitarlo, así que ella se lo preguntó y él le confirmó los
rumores. Sus amigos les reclamaban en mensajes y llamadas así que la
conversación fue breve. Antes de irse, él le confesó que solo
estaba con la chica rubia porque escuchaba la Oreja de Van Gogh y le
recordaba a ella. Ella sonrió, le besó en la mejilla y le susurró
al oído: “Deja de buscarme en otras, yo soy única.”
Quizás esa frase no fue
suficiente, quizás necesitaba más, quizás tendrían que aprender a
ganarse el corazón del otro de nuevo arriesgando más, quizás no
fue su momento, quizás no fuera esa persona, quizás eran muy
diferentes, quizás se complementaban demasiado y eso les aterró,
quizás, sus corazones aún estaban en ruinas, quizás un día
volvieran a jugar con sus sentimientos entre las sábanas, quizás
nunca volvieran a verse, quizás al universo le gustaba jugar con
ellos como si fueran marionetas...
Alicia Salazar