Cierro los ojos e intento
concentrarlo todo en un solo instante. Dolor, pena, melancolía,
rabia. Tumbada en el lago con los brazos extendidos como si estuviera
muerta, es lo único que me hace sentir viva en este momento. No
puedo creer que la abuela se haya ido. Ella y mi madre, las
curanderas de la tribu, son todo lo que tenía. La abuela ha
respondido a la llamada del mundo de los espíritus y nos ha dejado
solas en este. Cloc. Cloc. Cloc. Una gota choca en mi frente y muchas
otras hacen hondas en el agua. La lluvia cae cada vez más fuerte.
Debería volver a la aldea, se está haciendo de noche ¡Alaqua!-grita
Akule. Me conoce demasiado bien, sabía donde estaría. Logra
convercerme de que vuelva y me ayuda a subir a la canoa. Por un
segundo, en el lago, bajo la lluvia y atrapada en la intensa mirada
de Akule, mi dolor se apacigua.
Al llegar mi madre, por
fin, se tranquiliza y vuelve dentro de la tienda para descansar, pero
yo no puedo dormir. Hago una hoguera y pinto parte de de mi cuerpo
con barro y hierbas machacadas. Bailo y canto alrededor del fuego
para pedir que el espíritu de mi abuela haya llegado bien a su
destino. Mientras sigo con mi canto, veo una figura extraña de lejos
que viene hacia mí. Conforme se acerca veo a una mujer que lleva las
ropas de los blancos pero que es una de los nuestros y cuando,
finalmente, está frente a mí, paro asustada al contemplarme en su
rostro. Somos exactamente iguales. Como dos gotas de agua. Ella
intenta formular palabra pero no puede. Levantamos las manos casi a
la vez, despacio, muy despacio. Nos tocamos mutuamente la cara como
queriendo descifrar el acertijo de este hechizo tan extraño ¿Quién
es esta mujer que me ha robado el rostro? Mi madre nos ve desde la
tienda y sale corriendo. Al llegar con el aliento entrecortado, mi
otro yo la mira y asiente y con emoción se abrazan. La que se
presenta como Mary es mi hermana gemela; eso me explica mi madre. Mi
padre, del que hasta ahora pensaba que estaba muerto, es un blanco
con el que mi madre tuvo una historia y de aquella historia nacimos
nosotras.
Un colono poderoso que
tras perder a un hijo y no pudiendo su mujer tener más supo que mi
madre se había quedado embarazada y arrebató de sus manos el fruto
que había salido de su vientre, el que pensó que había sido el
único. Tuve la suerte de estar en aquel momento fuera con mi abuela.
Solo teníamos dos años. Hace poco mi hermana obtuvo la verdad de un
sirviente de nuestro padre. Pero Mary quien antes era Aiyana, ya no
lo es. No solo se viste y se peina como los blancos, anda y se mueve
como ellos, habla como ellos (yo solo sé algunas palabras mal
dichas, como la mayoría de los míos) y probablemente piense como
ellos. Pero, al fin y al cabo, ella es un milagro. Es curioso como
MADRE nos quita y nos da, así se ha llevado a mi abuela y me ha dado
una hermana.
Al día siguiente por la
mañana vuelve de nuevo sola. Mi madre, yo y el resto de los aldeanos
le hacen ofrendas de frutas. Es nuestra obligación compartir
nuestras riquezas aunque sean escasas, la generosidad y la
solidaridad son valores superiores en nuestro pueblo. Yo se lo enseño
todo. Incluso, le convenzo para subirse a un árbol donde la vista
del valle llega a ser para los que la contemplan un punto de
equilibrio y armonía. Así lo es también para Mary cuando lo ve.
Logra conectar con esa parte de ella misma que había sido apagada.
Más tarde, cuando mi madre la tiene retenida en la tienda contándole
viejas leyendas de la tribu, yo estoy afuera con Akule en una de mis
clases de lucha (o juegos) cuando unos hombres blancos llegan en
caballo.
El más mayor, se acerca
y me coge del brazo gritando cosas que no entiendo. Akule levanta el
cuchillo y los otros hombres blancos le apuntan con esas armas de
fuego cargadas de demonios. Mi corazón late desenfrenado y mis
latidos suenan tan fuerte como un tambor. Al oír voces Mary sale
pidiéndolee que me suelte. Él se queda petrificado y me suelta.
Todos bajan las armas. Mi padre se acerca a mí y me mira con esos
profundos ojos azules que no he heredado como queriendo entender ese
milagro que yo tampoco he conseguido comprender.
Sé lo que va a pasar a
partir de ahora. Sé que mi vida va a cambiar para siempre pero solo
depende de mí decidir cual es el camino que va tomar. No puedo
convertirme en una de ellos. Yo formo parte de esto, del viento, del
sol, de la tierra, del río. Si consiento que mi padre me lleve seré
un pájaro enjaulado. Y así es, me exige que me vaya con él. Yo
solo le pido una última noche con mi madre en mi hogar. Él me lo
concede, vendrá a recogerme por la mañana pero entonces yo ya no
estaré. A la noche, me despido de mi madre y de mi tierra por un
largo tiempo, a ella la necesitan aquí. Akule se acerca a mí y con
una sola sonrisa su petición ya está concedida. Marchamos juntos a
caballo hacia una nueva vida en la que podamos ser libres. Quizás
algún día podamos volver.
Después de todo, aun con
el mismo rostro mi hermana y yo no somos iguales en absoluto. No
fuimos criadas del mismo modo ni vivimos en el mismo mundo. Como
suelen decir los blancos, ella es una dama de buenos modales, una
señorita rodeada de cosas bonitas. Yo solo una salvaje que únicamente
necesita ser libre para poder vivir. Al final, resultó que Mary era el día
y yo la noche.
Alicia Salazar