viernes, 29 de abril de 2016

Anhelos al anochecer

      En el comienzo una imagen: alguien entre tus piernas. Pero no es a mí a quien se aferran. Rápidamente me instalo en la ventana sin más aspiración que encontrar algún descuido en el que no estés presente. Pero bastan diez segundos para que tus rasgos se tornen cada vez más claros. En esta ocasión una sonrisa se insinúa en tu rostro. Pero no soy yo quien la suscita. Contemplo tu cuerpo, y rescato cada uno de sus detalles. Pero no es a mí a quien se ofrecen. En tus ojos una mirada lascivia que no me pertenece. En tu sexo la certeza de la más intensa excitación. 


Algo contrariado, me enfundo los zapatos y me dirijo hacia ningún lugar. Recorro las calles de la ciudad, sin mayor aspiración que la de escapar de ti. Pasados unos minutos me topo en aquella playa que nos vio crecer. Flemático, examino el ajetreo de las olas; esas que me arrojan, sin querer darme cuenta, a un lugar contigo. Ya no consigo resistirme... 


Es una noche de verano. Entrelazados en la arena jugamos a ser lo que fuimos. Y lo que un día fue real se convierte en la mayor de las utopías. Vuelvo a cubrirme entre tus brazos tratando de oír el irregular latir de una vida contigo; siempre convencido en la durabilidad de todo aquello que es intermitente. Pero el mundo se nos ha vuelto plano. Pupilas que ya no brillan. Deseos que ya no se destapan. Extraños que ya no se extrañan. 


Monra

miércoles, 27 de abril de 2016

El perfecto Caos

Cierro los ojos y una sonrisa dibuja mi rostro. Mientras, una ligera brisa de aire fresco agita las ramas de los árboles cercanos y me acaricia con suavidad. El ligero rumor me transporta a algún lugar entre la realidad y el sueño, donde sólo existe el bienestar. Estiro mis brazos y piernas en busca del suave tacto de la verde hierba que forma el inmenso lecho en el que yazco. El sol calienta mi piel de manera oblicua, apenas intimidado por unas pasajeras nubes que recorren lentamente el cielo, haciendo un extraño contraste entre el radiante calor de sus rayos y las frías caricias de la brisa. Desearía quedarme así para toda la eternidad.

Lentamente empieza a teñirse el cielo de naranja conforme el mundo decide darle la espalda al antiguamente venerado astro, haciendo que sus rayos de luz se dispersen gradualmente en la inmensidad de la atmósfera. Lo que antes era una agradable brisa me trae de vuelta lentamente de la ensoñación. Siento como si hubiera pasado una eternidad en ese idílico paisaje, viviendo una realidad alternativa en la que los sueños y los pensamientos se funden con el mundo tangible dando lugar a una extraña mezcolanza de experiencias. Me abrigo y empiezo a preparar un pequeño fuego antes de que anochezca. El fuego, al principio tímido, va creciendo mientras el sol se pone, haciendo cambiar lentamente el paisaje cercano en un juego de luces rojizas y sombras. Me quedo hipnotizado mirando a las insinuantes y cambiantes llamas, mientras observo cómo consumen las ramas secas de abeto. Éstas, se transforman en efluvios gaseosos iridiscentes y cenizas, sustituyendo a la ya cansada estrella como fuente de luz y energía en este momento de necesidad.

Poco a poco, empiezo a divagar sobre la humanidad y esa facultad tan nuestra que nos permite en adaptarnos a cualquier situación. Creo acariciar algún vestigio del sueño previo con forma de vagos recuerdos civilizaciones perdidas en el tiempo y el espacio, maravillosas todas ellas a su manera, y tan lejanas a la nuestra como permite la imaginación. Me pregunto a dónde nos llevará el futuro, si llegaremos a otro planeta o quién sabe si a otra realidad.

Mientras mis pensamientos se elevan en el cielo, los cuerpos celestes, en forma de constelaciones imaginarias, pelean por brillar en él. Lentamente unas desplazan a otras, girando en el cielo, mientras en mi relativa quietud sé que no es así. La infinidad está ante mí. Observador privilegiado, girando a descomunales pero imperceptibles velocidades, pegado a un pequeño trozo de materia que asegura existencia y tranquilidad. Al menos durante un periodo, suficientemente dilatado como para desarrollar una consciencia, y suficientemente breve como para que el universo continúe, inmutable, en su esplendor. Ni siquiera un rasguño en la dura roca de una inmensa montaña.

Lo que antes eran fuertes llamas ahora son sólo brasas. Me quedo fascinado con la perfecta idea de un todo, rítmico y ordenado. Girando, expandiéndose y cambiando sin parar, abocado al eterno reposo algún día muy lejano, que para mi existencia se acerca a la eternidad. El más arcaico y magnífico baile que ha habido y que habrá. Baile en el que todos somos mejores o peores partícipes, incluido el más torpe bailarín. Hasta el más aislado desorden tiene una causa y sigue una pauta y... ¿no sería un caos perfecto nada sino otra manera distinta de ordenar?

La ensoñación vence mi apenas ligera resistencia a imaginar. Me transporto otra vez a esos otros universos irreales pero quién sabe si posibles, y floto entre una y otra realidad. Así, pasan poco a poco las horas hasta que me despierta el alba con suavidad. A mi lado, las cenizas de la noche ya frías me indicándome que es hora de regresar. Me espera la lenta rutina de la vida en sociedad, tan compleja como la hemos podido construir y apuntalar. Una pequeña gran distracción que nos hace estar ocupados en algo más que sobrevivir y pensar en qué habrá más allá. Detrás de mí, el sol empieza a brillar con fuerza, renovado sin ni siquiera haberse echado a descansar.

miércoles, 20 de abril de 2016

Sueños que son pienso para mi insomnio


La noche comienza a caer en la depresión que dejan atrás las estrellas, heridas abiertas de las brasas del día. Tan reales y, a su vez, tan infinitas casi consigo alcanzarlas con las yemas de mis dedos para, así, comprobar su existencia; pues soy el incrédulo que necesitó dinamitar parte de sus lágrimas para saber si no eran un espejismo que nos hacía más vulnerables. Sin embargo, de experimentos con mi insomnio descubrí que no somos más que el verso mal rimado de un aburrido poeta, que tan pronto emborronará nuestras vidas a su antojo, para hacer de nuestros días una eterna lluvia que haga escocer las llagas que brillan solitarias en el firmamento.

Rebusco entre las hojas de ese calendario, que con trivialidad acabó en el pozo del ayer, dónde quedaron los planos para el golpe de estado al sol, para así hacerme eterno en el bucle de mi propia memoria; qué ingenuidad. Ahora, la gula que habita en mi corazón por la propia mañana, no es más que el egoísmo de mis propios genes por la supervivencia. Es el miedo a amar demasiado el aire que inunda mis pulmones, que caiga en la locura del vivir, para −como de costumbre− acabar siendo poco más que un esqueleto desechado como restos de combustible. Es el miedo a no saber aprender de las despedidas en las que no me atreví a mirar a la cara del adiós.

Y cada pétalo que huye de la flor, cada amanecer que se escapa a la espera, cada latido que se apaga es para mí el susurro del reloj. Como si nos hubiesen contado el final de una pesadilla y, cada destello de lucidez, fuese agonía y sudor ante el miedo a despertar. No hay frenos en esta caída al espacio en la que la dirección de nuestros pasos a ciegas nos llevará al mismo destino.

¿Merecen la pena la sonrisa del diablo que, ante su ansiada libertad no consiguió más que el castigo de una eternidad que tanto deseo hoy?
Asciende el sol, que no se resignó a su ocaso, mientras mi respiración no sabe si podrá evitar que el insomnio vuelva a devorarme otra noche…

Drizzt Beleren

sábado, 16 de abril de 2016

La noche es salvaje

Cierro los ojos e intento concentrarlo todo en un solo instante. Dolor, pena, melancolía, rabia. Tumbada en el lago con los brazos extendidos como si estuviera muerta, es lo único que me hace sentir viva en este momento. No puedo creer que la abuela se haya ido. Ella y mi madre, las curanderas de la tribu, son todo lo que tenía. La abuela ha respondido a la llamada del mundo de los espíritus y nos ha dejado solas en este. Cloc. Cloc. Cloc. Una gota choca en mi frente y muchas otras hacen hondas en el agua. La lluvia cae cada vez más fuerte. Debería volver a la aldea, se está haciendo de noche ¡Alaqua!-grita Akule. Me conoce demasiado bien, sabía donde estaría. Logra convercerme de que vuelva y me ayuda a subir a la canoa. Por un segundo, en el lago, bajo la lluvia y atrapada en la intensa mirada de Akule, mi dolor se apacigua.

Al llegar mi madre, por fin, se tranquiliza y vuelve dentro de la tienda para descansar, pero yo no puedo dormir. Hago una hoguera y pinto parte de de mi cuerpo con barro y hierbas machacadas. Bailo y canto alrededor del fuego para pedir que el espíritu de mi abuela haya llegado bien a su destino. Mientras sigo con mi canto, veo una figura extraña de lejos que viene hacia mí. Conforme se acerca veo a una mujer que lleva las ropas de los blancos pero que es una de los nuestros y cuando, finalmente, está frente a mí, paro asustada al contemplarme en su rostro. Somos exactamente iguales. Como dos gotas de agua. Ella intenta formular palabra pero no puede. Levantamos las manos casi a la vez, despacio, muy despacio. Nos tocamos mutuamente la cara como queriendo descifrar el acertijo de este hechizo tan extraño ¿Quién es esta mujer que me ha robado el rostro? Mi madre nos ve desde la tienda y sale corriendo. Al llegar con el aliento entrecortado, mi otro yo la mira y asiente y con emoción se abrazan. La que se presenta como Mary es mi hermana gemela; eso me explica mi madre. Mi padre, del que hasta ahora pensaba que estaba muerto, es un blanco con el que mi madre tuvo una historia y de aquella historia nacimos nosotras.

Un colono poderoso que tras perder a un hijo y no pudiendo su mujer tener más supo que mi madre se había quedado embarazada y arrebató de sus manos el fruto que había salido de su vientre, el que pensó que había sido el único. Tuve la suerte de estar en aquel momento fuera con mi abuela. Solo teníamos dos años. Hace poco mi hermana obtuvo la verdad de un sirviente de nuestro padre. Pero Mary quien antes era Aiyana, ya no lo es. No solo se viste y se peina como los blancos, anda y se mueve como ellos, habla como ellos (yo solo sé algunas palabras mal dichas, como la mayoría de los míos) y probablemente piense como ellos. Pero, al fin y al cabo, ella es un milagro. Es curioso como MADRE nos quita y nos da, así se ha llevado a mi abuela y me ha dado una hermana.

Al día siguiente por la mañana vuelve de nuevo sola. Mi madre, yo y el resto de los aldeanos le hacen ofrendas de frutas. Es nuestra obligación compartir nuestras riquezas aunque sean escasas, la generosidad y la solidaridad son valores superiores en nuestro pueblo. Yo se lo enseño todo. Incluso, le convenzo para subirse a un árbol donde la vista del valle llega a ser para los que la contemplan un punto de equilibrio y armonía. Así lo es también para Mary cuando lo ve. Logra conectar con esa parte de ella misma que había sido apagada. Más tarde, cuando mi madre la tiene retenida en la tienda contándole viejas leyendas de la tribu, yo estoy afuera con Akule en una de mis clases de lucha (o juegos) cuando unos hombres blancos llegan en caballo.

El más mayor, se acerca y me coge del brazo gritando cosas que no entiendo. Akule levanta el cuchillo y los otros hombres blancos le apuntan con esas armas de fuego cargadas de demonios. Mi corazón late desenfrenado y mis latidos suenan tan fuerte como un tambor. Al oír voces Mary sale pidiéndolee que me suelte. Él se queda petrificado y me suelta. Todos bajan las armas. Mi padre se acerca a mí y me mira con esos profundos ojos azules que no he heredado como queriendo entender ese milagro que yo tampoco he conseguido comprender.

Sé lo que va a pasar a partir de ahora. Sé que mi vida va a cambiar para siempre pero solo depende de mí decidir cual es el camino que va tomar. No puedo convertirme en una de ellos. Yo formo parte de esto, del viento, del sol, de la tierra, del río. Si consiento que mi padre me lleve seré un pájaro enjaulado. Y así es, me exige que me vaya con él. Yo solo le pido una última noche con mi madre en mi hogar. Él me lo concede, vendrá a recogerme por la mañana pero entonces yo ya no estaré. A la noche, me despido de mi madre y de mi tierra por un largo tiempo, a ella la necesitan aquí. Akule se acerca a mí y con una sola sonrisa su petición ya está concedida. Marchamos juntos a caballo hacia una nueva vida en la que podamos ser libres. Quizás algún día podamos volver.


Después de todo, aun con el mismo rostro mi hermana y yo no somos iguales en absoluto. No fuimos criadas del mismo modo ni vivimos en el mismo mundo. Como suelen decir los blancos, ella es una dama de buenos modales, una señorita rodeada de cosas bonitas. Yo solo una salvaje que únicamente necesita ser libre para poder vivir. Al final, resultó que Mary era el día y yo la noche.

Alicia Salazar

jueves, 14 de abril de 2016

Bring me back to life.

Como esa canción con la que tanto me gusta rozarme entre tus intenciones, que dice eso de "baby we both know that the nights were mainly made for saying things that you can't say tomorrow day", así estoy en esta noche. Susurrando a las estrellas que infantilmente coloqué encima de mis sueños para poder ver con más claridad la oscuridad que no me dejaba, entonces, ser feliz de mí misma.

Aquí, estoy, en la noche. Intentando animarme con unas canciones que quieren ocultar lo que a mí se me da tan bien. Lo que me hizo caer y recaerme mil y una veces en esta carrera llamada indecisión. Aunque algunos se empeñen en llamarla vida.

Aquí me encuentro, intentando dilucidar entre canciones animadas lo que mi corazón no sabe si llorar o gritar. Lo que no entiendo ni quiero saber, lo que no encuentro, lo que no sé si busco, por lo que creo que me acorazo... Pero claro, acorazarse de un corazón que no quiere más que acorazarse detrás del mío, no es lo más sano.

Y aquí estoy, caminando entre nubes inertes de fantasía tras una resaca emocional que no sé si es de alegría, tristeza o todo junto a la vez con un tono melancólico que me duele al respirar, aquí debajo, en las sábanas de la intencionalidad y la consciencia.

Y aquí sigo, caminando hacia algo que ni me apetece comentar y hacia una historia que no entiendo. Probablemente las respuestas sean fáciles desde fuera, pero a mí lo complicado es lo que me pone y aquí estoy, dando vueltas a un mismo pilar de conquistas, dudas, alegrías y decepciones que está dentro de mi mente. Y no consigo salir ahí fuera, porque hoy no quiero, hay tormenta y yo soy más feliz si la veo en la distancia, refugiada de las peleas y los encontronazos con la realidad.

Hoy, hoy aquí estoy, en la penumbra, intentando dilucidar un poco de luz que alumbrar con mi propia varita mental, con un poco de lógica no-racional que me haga sentir qué es lo que realmente quiero.

Y es que cuando pones obstáculos para algo que, al final, sigue un cauce más o menos recto, es cuando aparecen las dudas en las esquinas de la bruma que una misma inventa.


Y así, ya no sé si esto es realidad o fantasía, si es cierto o no o si, simplemente, fue todo un camino contra mi ego, mis dudas y mis profecías auto-cumplidas. 

Neko