Sigo
dando vueltas sobre una misma maraña emocional y no consigo salir, ni predecir,
ni entender. Lo que quiero ya no es lo que quiera, ni lo que fue va a ser el
cúmulo del no ser,
ni estar,
solo
parecer.
La vida
se ve más simple, si se pudiera parar. Pero no dan esa opción en el bucle del
interrogante. Que no es, sino, una afirmación encubierta.
¿Afirmación?
O…
¿Negación?
La
búsqueda insaciable del por qué,
en qué
momento,
de qué
forma tan estúpida,
para qué.
Si yo
antes era feliz.
Y supongo
que si la respuesta es una evasiva,
solo
viene a decir lo que tu mirada llora,
o lo que tus brazos echan en
falta,
o lo que
tu racionalidad ganó hace mucho.
Quizá
esto fue un pulso que no perdiste,
por el
simple miedo a perecer.
O quizá
sí lo disfrutaste,
pero él
no te cogió la mano con la suficiente fuerza como para amarrar a las mariposas
que tu cabeza ha sido siempre experta en depurar,
igual que
los pájaros,
no como
los nudos (en el corazón).
Hoy,
igual… NO
Antes te
diría que quizá, lo mejor, fuera que esperaras. Hoy te digo que no, que lo
mejor es que camines. No te pares. Anda. Siempre que sea hacia lo que a ti te
importe. Ese camino es donde tú mismo irás encontrando las respuestas. Por muy duras
que sean sus puntos,
y
finales.
Sin
interrogantes.