jueves, 23 de marzo de 2017

Genesis

Hacía frío esa noche, demasiado para ser verano. Las estrellas brillaban de esa forma tan especial que lo hacen en las noches frías, desprendían un tenue color azul verdoso.
Se frotaba las manos para entrar en calor, sin embargo no conseguía calentarlas. El frio lo llevaba dentro. Hacía tiempo que en su cabeza rondaba una idea, descabellada pero llena de ilusión. Siempre le había gustado, quizás debería arriesgarse, era uno de sus sueños de niñez. No se le daba del todo mal, pero sabía que iba a ser muy auto exigente con ella misma.
Cuando su amigo Drizzt Beleren le había hablado de su proyecto, había quedado encantada. Había vuelto a imaginarse delante de una máquina de escribir creando aventuras, historias de terror, historias de amor... Historias que hicieran felices a otras personas. Alzó su cabeza hacia arriba, ahí estaban, siempre estaban con ella, sus queridas estrellas.
-¿Qué hago?- les preguntó. Ellas brillaron con más intensidad, ella lo tomó como un adelante arriésgate.
Sabía que la única forma de sacar todo aquel frio de su interior era escribir, sabía que era la única forma de escapar de ese mundo que había cambiado tan repentinamente. Ese mundo al cual no se había acostumbrado.
Tenía que buscar un pseudónimo, un alter ego. Sería una mujer fuerte, independiente que lucha por lo que quiere. Sería fría y calculadora, pero tendría sus debilidades y flaquezas. Sabía hace tiempo como iba a llamarse, esa mujer debía tener un nombre especial. La llamaría Halley. Sí, era un nombre perfecto para una persona tan especial, porque esas personas solo pasan una vez en la vida. También sabía que era una de las formas de demostrar cómo era, quien era ella de verdad, sin la coraza con la que se enfrentaba al mundo. Quizá no sería tan alter ego, solamente ella misma. Sería como ella escaparía de sí misma.
Llegó a casa. Rápidamente se escabulló a su cuarto. Cogió su vieja máquina de escribir. Cerró los ojos y comenzó a acariciar las teclas, sacando todo ese frio que guardaba dentro de ella.
“Al observar el cielo vemos que hay varios tipos de cuerpos celestes. Hay estrellas, grandes y poderosas, creadoras de vida. Hay planetas, cuerpos que siguen una trayectoria concreta alrededor de su estrella…”
Volvía a ser ella, volvía a tener una ilusión. Había renacido...
 
Halley.

martes, 21 de marzo de 2017

Una noche más

Una vez más cojo la botella de ese Whisky escocés que tanto detestaba hasta que mi vida se rompió en mil pedazos y empiezo a beber. Los vasos se me hacen pequeños desde aquel momento mientras las lágrimas recorren mis mejillas una noche más. Sueño que nada de esto ocurrió mientras doy un gran sorbo pero sé que la realidad es que mi vida se ha hundido y no puedo hacer nada para remediarlo.

Odio el sabor de esta dichosa bebida pero es lo único que me hace sentir mejor aunque a la vez me encuentro miserable, perdida y me odio. Quiero huir, perderme entre las entrañas de la noche y olvidar que no me reconozco pero eso no va a ocurrir. 

Como cada noche deseo tener la fuerza de voluntad para volver a ser la misma, volver a ser feliz pero la ira y la desesperación son mis compañeras de viaje desde aquel fatídico momento. La bebida nos acompaña aunque su sabor me repugne y me obligue a vomitar cada madrugada recordando la mierda de vida que tengo desde que todo calló por la borda de mi vida. 

A veces, sin embargo, intento ver las cosas buenas pero mi cerebro solo piensa en la oscuridad miserable y en el placer que siente cuando divaga con la bebida. Soy demasiado débil para luchar contra estos sentimientos y por primera vez desde aquel momento decido que es hora de huir, sin honores como siempre. Hace tiempo que perdí todo mi orgullo así que busco la mejor manera de dejarlo todo atrás. Sin pensarlo dos veces cojo la botella de ese Whisky tan caro mientras rebusco en el cajón de mis medicamentos y bueno, todos sabéis lo que va a pasar, como todo va a terminar...



Sarasvati

miércoles, 15 de marzo de 2017

CORE


Ya está, ya has llegado. ¿Y ahora qué?

Ya has visto las lágrimas que resbalan por el interior de la última de las capas que protegen el foco del que emana la acidez que se te pega a los ojos, como los acordes tristes en las noches de verano, y al que solo llegas tras mucho desechar la suficiente cebolla como para pensar que todavía no llegaste al destino buscado, que la parada es la siguiente a la que indican todos los mapas y consejos.

Ya has oído el latido oculto bajo la distorsión de un susurro que nunca logro calmar, el pensamiento inquieto que vibra en lo más fundamental de mis fundamentos, materia sólida rota que rota sobre el eje inverso al descrito por la teoría cuántica; no son mentiras, son salvavidas.

Ya has atrapado el olor a azufre que burbujea entre mis entrañas, que ofrecen baño a Satanás que entre sulfhídrico rememora la caída de todos los mitos e ilusiones. La condena a todos esos sueños de justicia a vagar entre el rencor a un mundo que no se pudo cuidar. Alimentando lo más enfermo que habito y que sin embargo conservo. Mal consejo no enterrar recuerdos moribundos por peligro de contagio.

Ya has sentido las caricias rimadas a destiempo, que como estrellas no son más que el destello de algo que paso y no supe ver; y ahora, entre la oscuridad real que me rodea, alumbro mi camino a base de puntos de luz de antiguas supernovas ya extintas. Gritos de viejos orgasmos en el cielo que guían mi camino de forma errante para no perder la costumbre, de adorar musas platónicas y despreciar la plateada luz que da la luna cambiante del hoy y del ayer.

Ya lo has probado. Saboréalo. Revuélvelo en tu paladar. Y escúpelo. Sabiendo que jamás volverás a captar la esencia de algo que no habrías deseado degustar. Pero pregúntate, ahora que has llegado hasta aquí. ¿Qué harás ahora conmigo?

Completaste el puzle con la mitad de las piezas porque del resto me deshice en una bolsa agujereada que até con el cemento de todos los proyectos sin terminar que comencé un día y de los que me arrepentí a los cinco minutos de empezar. Ahora que has visto todas las vías por las que escapé de la realidad hasta formar mi propio universo, respóndeme. ¿Huirás, como siempre hice yo, o te quedarás para saber por qué aun así crecen las flores en este páramo de soledad?


Drizzt Beleren

domingo, 5 de marzo de 2017

Cada noche

Como cada noche, había gastado toda su fuerza de voluntad en alejarse de aquel vaso y, como cada noche, había fallado. Hecha un ovillo sentada en la cama lo sujeta con manos temblorosas.

Mira las profundidades del vaso y el ambarino whisky le muestra con burla su reflejo. Oscuras ojeras, labios agrietados, ojos enrojecidos. Nada que no supiera ya. En la imagen proyectada por el alcohol todo parece menos real.

Desea meter todos sus recuerdos en ese vaso y hacerlos desaparecer. Es perfectamente consciente de que no podrá hacerlos desaparecer para siempre, pero con librarse de ellos por unas cuantas horas le basta.

Su sonrisa es amarga mientras se acaba el vaso lentamente, sintiendo como cada gota va borrando sus recuerdos y su dolor.

El mundo se mueve, difuminándose a su alrededor. La cabeza le duele un poco pero no le importa. Ingravidez. Le gusta esa sensación, la de no pesar nada. De repente tropieza y cae al suelo.

Es liviana como una pluma, se levanta sin problemas. Ligero dolor en la rodilla. Pero ella no siente nada, el dolor ha desaparecido por completo. Y eso le encanta. Es exactamente lo que necesita.

Bar. Luces cegadoras. Música atronadora. Tequila. No sabe donde está pero eso ha dejado de importarle hace rato. Otro bar. Más tequila. Canciones. Bailes. Besos. Risas. Se permite sentir felicidad por un breve instante. Otro bar. Soledad. Llanto. Negro.

La resaca y el dolor de rodilla reclaman su atención en cuanto abre los ojos.  Se da la vuelta y el espejo le devuelve su mirada perdida. Comienza con su rutina para esa clase de mañanas, empezando por lo fácil. Nombre. Edad. Trabajo. Anoche.

No recuerda nada, aunque tampoco quiere hacerlo. Suspira. Cojea fuera de la cama en busca de agua y ve la botella que dejó a mitad en la estantería al lado de sus libros. Se sirve otro vaso mientras piensa que ya se enfrentará a sus recuerdos otro día.


miércoles, 1 de marzo de 2017

Viaje de vuelta a casa

  No era la primera vez que ella volvía acariciando el acelerador, casi sin apenas tocarlo, dejando que el coche se dejase llevar por la marea de humo negro que impregnaba la ciudad. A ritmo suave, buscaba que sus pensamientos se sumergiesen en esa densa lentitud que marcaba el tráfico, evitando llegar a casa. Los problemas que se acumulaban ahí eran más de los que cabrían en cualquier historia, más de los que cabían en su corazón. Tantos, que no le permitían pensar. Su alarmante falta de velocidad era su pequeña forma de huir, de evadirse, de llorar en soledad.

Quizás fuese porque la luz de su propio mundo empezaba a apagarse o porque su canto se marchitaba, pero estaba dejando de ser feliz. Qué duro era encontrar un amor que te apague el brillo de los ojos. ¿Por qué no lograba sonreír si lo amaba con todas sus fuerzas?
Pero lo que más le alarmaba era ver cómo su rostro se iluminaba al verla, notar los latidos de su corazón acelerarse y no evitar sentirse culpable; homicidio prudente de un mundo que habían construido juntos para quedarse ahí a vivir.

Y, una lágrima tras otra, se fueron volando las hojas del calendario, barriendo los minutos de las vueltas a casa, hasta que supo que no habría más regresos en silencio.


A la mañana siguiente, el coche aguardaba junto su casa, él bajó y vio como ella, esta vez, no ocultaba su llanto.

Drizzt Beleren