lunes, 30 de marzo de 2015

7 Pecados – Parte I: El Veredicto del Pastor

¿Qué es lo que gritan tus ojos negros con tanta insistencia, justo ahora que vas a morir? ¿Por qué la clemencia se hace tan cobarde conforme se gasta la sangre que corría por tus venas y, que ahora, baña mis pisadas? Dile a tus latidos que se callen y dejen dormir a mi corazón en paz, esta noche los ángeles cantarán plegarias en nombre de tu alma, para que al fin seas libre.

Mis manos acarician tu fino cuello, golpeando con mis pulgares el bombardeo de tu cuello. La ira lleva a la codicia y, con ella, la asfixia se convierte en un prolongado ritual de fetiches, en el que inhalo con ansia cada uno de estos últimos instantes. Fuiste la belleza de la lujuria para mí. Yo, que era el cordero preferido del señor. Ahora, puedo oírle susurrando y guiándome por el sendero correcto, pidiéndome fresca tu carne antes de que mi locura me aparte de sus brazos. La gula del señor es insaciable, siempre pide más.
En ocasiones lo envidio, en ocasiones lo amo. Mis hábitos cubren todos los miedos que delante de ti puedo llegar a sentir. Él me hace fuerte ante el demonio, que se esconde en cada rincón; siempre acechando desde donde la mirada no alcanza. Su ley en inapelable, dándonos poder a los jueces de este mundo terrenal. Por ello, mientras mis ojos se despiden de tus pechos por vez última, negados a los goces de la vida terrenal por mi orgullo, te irás sufriendo; única forma de encontrar el perdón tras tus pecados.

Así es como mis dedos vuelven a insistir en tu garganta. Se tornó violeta el carmesí y la pereza eyaculó en litros de placer. ¡Oh, señor! He de confesar que disfruté siendo su perro, llevando a la oveja descarriada hacia el pastor, mi pastor. Tus ojos se abrieron, antes de tomar lo que sería tu última bocanada. De pronto un temor recorrió mi espina dorsal y una imagen llegó a mi cerebro, fue aquel instante de hace cinco años donde todo había comenzado a cambiar…


…En el fondo deseé que nunca hubiera sucedido, en el fondo deseé no existir.



Drizzt Beleren

domingo, 29 de marzo de 2015

(In)cómodo

(...) La verdad es que todo me va bien, muy bien. Podría comentar muchas cosas, empezando por mi reciente ascenso. Ahora podré darme a mí y a los míos una vida mejor. (...) Creo que compraré esa casa que vi el lunes. Allí tendremos espacio para los 3. (¿De verdad es lo que quiero?)

(¿Qué hago aquí?) Ahora veo una película de animación junto a mi hija. Nos reímos mucho, y muchas veces ella se ríe de cosas que todavía no entiende. (¿Qué estoy haciendo aquí?) Mi mujer está con amigos mientras me quedo con ella. (...) Ahora tenemos que turnarnos para salir con amigos, pero lo llevamos bien. (Quiero escapar)

(¿Qué es lo que quiero?) En el trabajo todo el mundo me felicita, hay buen rollo. (...) Es un trabajo sencillo, un trabajo de oficina. (Esto no...) Un compañero se jubila después de 30 años y yo ocupo su lugar. (¿Hasta cuándo?)

(El tiempo pasa) Cenando con mi familia hablamos alegremente. (Tic, tac) Cuento un chiste que me ha contado un compañero en el trabajo, las dos se ríen. (...) Les digo que tengo que ir al baño y me alejo. (No puedo más) En el baño me quedo mirando el suelo durante un cuarto de hora. (¿Estoy bien?) Mi esposa me pregunta a través de la puerta y le respondo que todo va muy bien.

M E L O

sábado, 28 de marzo de 2015

El calor de sus abrazos

-Quédate conmigo-. Le dijo él una vez más. Ya no recordaba cuántas veces le había suplicado que no huyera, que era lo que más amaba en el mundo. Eran como el yin yang, como dos gotas de agua. No tenían nada en común pero a la vez eran inseparables. Sin embargo, una vez más, era tarde para ella.  

Se amaban desde siempre y desde siempre habían tenido el mismo problema. Ella adoraba pasar las tardes entre sus brazos como el ser frágil que era mientras él acariciaba su larga y rizada melena color azabache. Eran y siempre serían la pareja perfecta.

Era tarde para ella como lo había sido otras muchas veces. No era nuevo para él, mil veces antes había sentido como ella se escapaba de entre sus brazos, para escabullirse y perderse entre las tinieblas. Desde la primera vez se juró que lucharía por hacerla volver, por volver a tenerla a su lado.

Era algo que ocurría cada cierto tiempo. –Necesito irme, no puedo más-, esas eran las palabras que salían de su boca y que tantas veces habían roto un corazón recompuesto mil veces. Pero así era ella y esa era una de las razones por las que estaba profundamente enamorado. La entendía, comprendía su enfermedad e iba a estar con ella para siempre.

-Lo sé, amor, lo sé. Has de irte, te entiendo. Vuelve cuando quieras, siempre estaré esperándote-. Una vez más le repetía las mismas palabras y sabía que no iba a ser la última vez. Toda su vida iba a ser un bucle sin sentido en el que lo más fuerte era el amor que sentían el uno por el otro. Por eso la dejó huir no sin antes decirle entre lágrimas que era lo que más amaba y que esperaba su vuelta, como hacía siempre.

Como si ella no sintiese nada salió y con el corazón roto él se sentó a escribir la misma carta de siempre en la que tan solo dejaba que sus emociones salieran, se escurrieran entre la tinta de la pluma que ella le había regalado hacía muchos años.

Eran siempre las mismas líneas, llenas de tristeza y amargura. Entendía perfectamente que su enfermedad le pidiese libertad aunque lo que ella más amaba era la comodidad que cada tarde él le proporcionaba cuando introducía su cuerpo frágil entre sus brazos.

Volvían a ser los peores días de su vida. La incertidumbre reinaba en su cabeza porque nunca estaba seguro de que ella fuese a volver. Sin embargo, hasta ahora ella siempre había vuelto a casa porque cuando todo mejoraba echaba de menos la comodidad que solo él le podía proporcionar.


Estaban hechos el uno para el otro.

Sarasvati 

jueves, 26 de marzo de 2015

Buenos momentos

"Así que... así que crees que puedes distinguir el paraíso del infierno, cielos azules del dolor. ¿Puedes distinguir un verde campo de un frío raíl de acero?, ¿una sonrisa de un cumplido?, ¿crees que lo puedes distinguir?

¿Consiguieron cambiar tus héroes por fantasmas?, ¿ardientes cenizas por árboles?, ¿aire caliente por una fresca brisa?, ¿fría comodidad por cambio?, ¿Intercambiaste un rol secundario en la guerra por un papel principal en una jaula?

Cómo desearía, cómo desearía que estuvieras aquí. Sólo somos dos almas perdidas nadando en una pecera, año tras año. Corriendo sobre el mismo viejo suelo. ¿Y qué hemos encontrado? Los mismos viejos miedos. Ojala estuvieras aquí."




Dicen que los buenos momentos no los reconocemos cuando pasan. Que es después, al recordar, cuando los valoramos. Dicen.

Ojalá estuvieras aquí. Ojalá todo hubiera sido diferente. Ojalá no te hubieras apartado de nosotros al final, ojalá. Quizá hubieran sido buenos momentos. O quizá sólo un poco mejores. Me conformaría con eso.

Yo sigo igual. Todo va cambiando para acabar siendo lo mismo. Pero sin ti. Alegrías y penas, que se suceden mientras el tiempo las diluye para que pasen mejor. La compañía también ayuda. Amigos, familia y demás. Tú también ayudabas. Ojalá estuvieras aquí.

A veces me pregunto si tendré razón. Si estarás vagando en la inmensa nada. O si por alguna anomalía fantástica estás en algún lugar mejor. Ojalá. Pero estarías mejor aquí. Andando con nosotros. Riendo. Como en los buenos momentos.

Si no hubieses seguido ese maldito camino, ¿como sería? Quizá fuera todo igual. Quizá hiciéramos lo mismo de siempre. Tú no elegiste esa travesía, aunque eligieras cómo atravesarla. Ojalá hubiera llevado a otro lugar. Cerca de nosotros, ojalá.


M E L O

miércoles, 25 de marzo de 2015

Ultimátum

-Tal vez no hay momentos correctos, hombres correctos, respuestas correctas… Tal vez solo tienes que decir lo que está en tu corazón-repite una vez más Sarah Jessica Parker y yo la escucho como si fuera mi esperado mesías iluminándome con su sabiduría, y en cierto modo lo es.
Supongo que si Carrie Bradshaw es realmente mi mesías, Sexo en Nueva York es mi religión y la columna del personaje de la serie es mi Biblia, mi Corán o mi Torá.

Sábado por la noche pegada a la pantalla de la tele, tapada con mi cálida manta de pelo y mi vaso de leche con miel imaginando que soy Carrie viviendo todas esas aventuras y desventuras con sus mejores amigas. En mi caso, yo había dado plantón a las mías para tener una cita con estas fabulosas mujeres de la pantalla. Es curioso eso de soñar de niña lo que vas a ser de mayor, todas las cosas que quieres ver y hacer y cuando llega el momento conformarte con hacer las menos arriesgadas, las que menos esfuerzo supongan, las que menos miedo te den... Estar bajo mi manta es más seguro y verlo desde mi sofá mucho más cómodo.

El móvil vuelve a vibrar, otro whatsapp de las chicas, un ultimátum. Tras la ruptura o el stop en una relación para reflexionar o como él lo quiera llamar, encerrarme en mi cuarto es todo lo que necesito. Aquí estoy desterrada de ese mundo de ahí afuera que a diferencia de mí sí parece estar vivo. Pensándolo bien, las historias de la serie no se alejaban tanto de la vida real, puede que todo lo que parece increíble de ese mundo no sea tan inaccesible para mí. No puedo pasarme toda la vida con miedo ¿Qué hay de ese libro que siempre quise escribir? ¿Dónde están mis fotos de las pirámides de Egipto? ¿Cuando haré ese cover que debí hacer hace tiempo? ¿Cómo es que aún no me he hecho esas mechas con las que me imaginaba a los ocho años y el tatuaje que quería a los quince? ¿Por qué no le dije “quiero más que esto y lo quiero contigo”? ¿Qué hago aquí sentada en una noche de sábado cuando mis amigas me han propuesto una salida de chicas?

Como siempre mi mesías tiene razón. No hay un momento perfecto, así que no puedo estar esperando eternamente a que llegue porque si sigo esperando nunca llegará. La vida se trata de afrontar riesgos. Este es un ultimátum para todo, para levantar el culo del sofá, ponerme mi mejor vestido y mis tacones más altos y tomar las riendas de mi vida. La vida que siempre he querido tener pero que nunca me he atrevido a hacerla realidad.



No importa el tiempo de más que necesite para convencerme de ello, porque ellas ya están aquí y no van a aceptar un no por respuesta. Funden mi timbre hasta que les abro y cuando me ven en este estado de demacración voluntaria, no pierden ni un segundo para ponerse manos a la obra. Me hacen pasar por chapa y pintura y salimos para deslumbrar a Zaragoza, que puede que no sea Nueva York pero es una de las mayores críticas de mi vida y creo que hoy me ha aprobado con un sobresaliente. El sitio, la música, las bebidas y los chicos no están nada mal, sin embargo, hay un detalle que impide que la noche salga como mis amigas esperaban. Él. Las chicas se ponen nerviosas, pero yo mantengo la calma. Por muy indeciso que esté de lo que desea, si realmente me quiere en su vida tarde o temprano se desvivirá por hacer que yo esté en ella. Por una vez hago caso a Carrie y me atrevo a decirle lo que siento y lo que pienso-no sé bien lo que buscas pero una cosa es segura, no encontrarás a nadie como yo-ahora lo sé.

Alicia Salazar

martes, 24 de marzo de 2015

Tus abrazos.

Tus manos en mi pelo, o en mi cara, recogiendo un momento bonito. Una broma (re)conocida. Una sonrisa tras un dato que conocemos los dos. Una película que ya has visto 100 veces. Un juernes de fiesta por el mismo bar. Un café con las de siempre. Una cerveza con los de siempre. El autobús de cada fin de semana.

La comodidad se asocia con lo ya conocido, lo que no da incertidumbre ni ansiedad, con la estabilidad de un día en un mundo que está constantemente girando.

Me gustaría decir que yo no, pero yo sí y mucho.

Y también soy fan de la comodidad que me produce tu estabilidad emocional, tus ganas de ver siempre lo positivo, de no sacarme punta a mis defectos, que son muchos, pero tú los pasas por alto.

Comodidad es la tranquilidad de saberse querida, sin reproches, sin intentos de negación ni de anulación. Comodidad es estar un domingo tarde contigo, comiendo cualquier cosa y viendo cualquier cosa, pero con tus brazos abrazando la tormenta de emociones que soy yo, capturándome por un momento, sin pedirme reproches, sin buscarme nada mas que las cosquillas...

Dependencia? Ya no. Ya no es eso. Ahora la comodidad está también en los viajes, en las idas y venidas, en las dudas que ya entiendo por qué están y en las mil y una noches sin ti, pero contigo, sabiendo que estarás ahí pero sin agobiar, sin necesitar cada segundo de mi mente, sino confiando en los pocos segundos que te ofrezco.


Comodidad es empezar a confiar en mis sentimientos, y saber que son ellos los que me guían en este camino.

Neko

lunes, 23 de marzo de 2015

Cárcel de rutina

Se hace de nuevo la noche. La luna que conociste renovará su reflejo sobre los mares que broncean la plata del universo. El día, otra vez, muere entre los brazos de un ayer que agonizando ruega clemencia y, sin embargo, los quejidos son tan familiares. Se rompe la luz en fragmentos de oscuridad para iluminar las sombras de este letargo que nunca alcanza a arder en tu corazón. Las ascuas permanecen destruyendo poco a poco el presente, alimentándose de un pasado camuflado en el calendario. ¿Quién contará las horas que pasaste presa de la imagen de un sol en caída libre? ¿Dónde están los minutos que huyeron tras las montañas que son cárcel de tu ser?

Las pulsaciones aumentan, ritmo cardiaco reconocido; es la misma canción que cada día hace a la esperanza marchitar y que las promesas de un futuro mejor reverberen en un estallido que rompe tus tímpanos. Esclava de la monotonía amaestras el temblor de tus dedos, rezas a la rutinaria plegaria y te vistes sin sentir el pánico del rozar contra la piel. El cuero comprime la vergüenza, de la misma forma que lo lleva haciendo los últimos tres años, tanto que ya no vuelve a crecer.

Acomodada en la pesadilla, te acunas bajo la nana de los gemidos ajenos a ti y al amor. El placer es la libertad cuyo significado renunciaste a comprender, tan solo te vale la sonrisa de sus ojos tiernos, de la inocencia de sus palabras. La vida fue muy puta para ti, y ahora te atrincheras en ella para sobrevivir. Juguete roto en un terremoto a gran escala huyes al anochecer para gritar entre gemidos que entraste en el girar del tiempo; y te olvidaste de cómo salir.

Ahora te desnudas para mí, dejándome ver todos tus miedos, enseñándome como trazan las curvas perfectas que abren las puertas de la locura. Sin embargo, dentro se encuentra el llanto de un niño que despertó solo en la oscuridad de su habitación, y descubrió que mamá no estaba para decirle que todo fue un mal sueño.



Drizzt Beleren

domingo, 22 de marzo de 2015

Artificio

Muchos se jactarán de las palabras que escribo aquí. Y no les faltarán motivos, pues la lógica y la razón estarán de su parte. No les culpo de su actitud escéptica, pues mi reacción hubiera sido la misma si alguien me hubiese intentado explicar todo esto desde un principio. Aún así, una parte de todos nosotros sospecha y teme que haya cosas sin descubrir, cosas que no llegaríamos a comprender. En el fondo, todos tenemos miedo a la oscuridad.

Si buscas en tus recuerdos encontrarás momentos en los que has mirado de frente a la oscuridad, y te han provocado temor. En la penumbra de tu habitación, la esquina más oscura te hace desviar la mirada. Por mucho que enfoques la mirada, es como si hubiese algo que no quisieras ver. Eso que de pequeños nos hace refugiarnos detrás de las sábanas y mantas. Preferimos no ver.

Esto siempre se ha explicado, y hasta ahora yo también lo creía así, como el miedo a la incertidumbre, a no ver. Saber que no hay nada pero no poder demostrarlo. Sin embargo, una puerta cerrada en pleno día no nos da miedo, al igual que debajo de la manta con los ojos cerrados nos sentíamos más seguros. Tengo la certeza de que la explicación es otra.

Al igual que el barullo no nos deja escuchar un susurro, la luz no nos deja ver. La oscuridad a la que estamos acostumbrados sólo alcanza a sugerir algo que no llegamos a descifrar, y aún así, ya nos hace temer. Sólo en el silencio más sepulcral escuchamos los susurros, y sólo en la oscuridad total los podemos ver.

Fue así como vi los ojos. No compete comentar aquí las circunstancias que me llevaron a tal situación, pero sólo diré que en mis experimentos necesitaba una ausencia total de luz. Siempre he sido una persona valiente y orgullosa, y los primeros días aguanté el temor como pude, apelando a mi soberbia. Desde entonces hasta ahora he temido las noches y el insomnio me ha dejado en un estado deplorable, que muchos de mis cercanos no han  ido dudando en comentar.

Después de atreverme a intentar tapar esas pequeñas fuentes de luz casi inapreciaple que se escondían en el cuarto oscuro tuve que desistir, pues desaparecían imperceptiblemente y aparecían, exiguas, en cualquier recoveco de la habitación. Quise desdeñar estos "ojos" que tanto me inquietaban, pero pronto me sorprendí nervioso y agitado, al borde de un ataque de ansiedad.

Días después, ya me encontraba en este estado nervioso que me ha consumido hasta ahora. Empecé a intuirlos en cada pedazo de oscuridad. Estuviera donde estuviera, me miraban desde la oscuridad. A veces me giraba y los veía mirándome fijos y silenciosos, acechándome escondidos, y empezaba a ahogarme entre jadeos.

Empecé a obsesionarme con ellos. Tenía todas las luces de mi casa encendidas a todas horas y dejé de dormir. Buscaba información sobre los ojos en los sitios más extraños, todos de dudosa credibilidad. De lo poco que pude que sacar en claro es que de alguna manera estaba relacionado con la muerte, y que aquellos que lo han visto no han tardado en enloquecer y morir. Caí en una espiral de histeria y obsesión, que me dejó demacrado, física y mentalmente.

Hasta que lo acepté. Hoy sé que voy a morir, los truenos lo anuncian con fuerza. Moriré sentado a la escasa luz de una vela en mi escritorio, escribiendo a mano debido a la falta de electricidad. Es mi último día con vida y quería dejar constancia de estas paranoias que se esconden en la realidad. Creeréis que estoy loco y yo a veces también lo creo, pero no en estos momentos. El espejo que reposa enfrente de mí me muestra, justo detrás mío y un poco por encima de mi hombro, unos ojos que me miran fijamente y una sonrisa de burla que me susurra al oído "vas a morir".

M E L O

Cada noche

El calor me apretaba cada noche a la misma hora. El sudor frío que recorría mi cuerpo me hacía despertar cada noche, en el mismo instante como si fuese mi último aliento. Ensimismado perdía el conocimiento siempre tras ese sueño infernal que me amargaba cada día. Deseaba morir pero nunca sucedía.

Me sentía sucio, insolente, atrapado en mis malditos recuerdos. Una historia amarga que resultaba ser la pura realidad de mis últimos momentos, un recordatorio de lo que me esperaba en el más allá.

Ya nadie me recordaba, nadie daba un duro por mí. Había desaparecido como lo hace la nieve con los primeros síntomas de la primavera. Estaba solo, perdido y como cada noche ese sudor frío me revelaba la realidad de mi vida. Lo único cierto aquí era que todo estaba a punto de acabar.

Algunas noches sentía miedo de perderme entre las pesadillas de ese sueño, de que todo acabase. Debía llegar mi último aliento pero el miedo invadía mis entrañas cada vez que mi corazón paraba.

Cada noche antes de dormir deseaba no despertar de ese sueño que tanto me trastornaba... Cada noche antes de dormir anhelaba por fin que mis pesadillas terminasen con un último suspiro para dejar de sentir, por fin, esos sudores fríos que tan solo me recordaban que una noche más el miedo iba a aterrorizarme. 

Sarasvati

miércoles, 18 de marzo de 2015

"Bu"

-¡Vamos, no seáis cobardicas! Sois unas nenazas-dijo Mía, la chiquilla rebelde, la valiente.
-No lo somos es que es muy tarde, deberíamos estar ya en casa-intenta convencerle Pablo.
-¡Miedicas, miedicas!-exclamó mientras se adelantaba abriendo la gran puerta del parque de atracciones abandonado.
-Espera, Mía, voy contigo.
-¡Te espero en la mansión de los horrores!-chilló la chica mientras corría hacia allí y él la siguió.
Todos se fueron pero Pablo no quiso dejarla sola. El niño entró pero ya no la veía. Gritaba su nombre esperando a que saliera, suplicando que se dejara de bromas. Caminó por los pasillos donde estaban Drácula, la momia, el hombre lobo, Jack el destripador, Mr. Hyde... los únicos vigilantes de aquella mansión de los horrores. Puede que les faltaran las voces y el movimiento que les acercaba a sus visitantes, pero verlos en la oscuridad puso a Pablo los pelos de punta. Justo cuando Mía apareció por detrás y le dio ese susto con un “¡bu!”, ella despertó en su cuarto.

Mía se incorporó sudando, con la respiración rápida y entrecortada. Cada noche el mismo sueño, el mismo recuerdo, despertándose justo antes de que apareciera el psicópata. Ese criminal con una o dos tuercas menos en la cabeza al que hizo frente cuando llegó borracho destrozando la atracción. Aquella noche Pablo se escondió mientras veía como aquel demonio raptaba a su amiga. Mía apareció once años más tarde vagabundeando en otra ciudad sola, sucia, hambrienta y loca. No sabía bien quien era, pero unos amigos de sus padres que estaban de viaje la reconocieron entre mantas agujereadas y cartones. Cuando volvió a casa con la ayuda de la policía, ya no era la misma.

Con el tiempo y tras muchas visitas de especialistas, supieron que Mía había presenciado algunos de los asesinatos de su secuestrador, violada por él en varias ocasiones, maltratada y obligada a cometer acciones horribles. Este hombre, que estaba en busca y captura, había muerto en una pelea callejera dos meses atrás. Pasados los días, todos sus vecinos la temían y sus familiares se habían rendido con ella, sabían que nunca la recuperarían. Había perdido la cabeza. El único que todavía no había tirado la toalla era Pablo. Se sentía culpable de su estado y mantenía los recuerdos de aquella chica valiente de la que estaba colado. Se aferraba a ello. Aunque el principio con ella no fue fácil, era el único al que Mía toleraba en su presencia. Además, en aquellos momentos de calma en los que estaba con él, Pablo juraba ver una chispa de lucidez en sus ojos, un pequeño rastro de aquella niña. Una niña que, tras los cuidados en casa, se había convertido en una mujer. Una mujer misteriosa y atractiva. Se estaba volviendo a enamorar de ella. O de lo que quedaba de ella.

Mía le pidió a Pablo un favor para hacer callar a las voces de su cabeza y terminar con ese sueño que le inquietaba todas las noches. Pablo la llevó al parque de noche en su moto. Mía se bajó, le besó y corrió de nuevo hacia la mansión de los horrores. Él la siguió hasta pasearse por aquellos negros pasillos intentado no darse con ninguno de los muñecos, que a pesar de verlos desde una nueva perspectiva, en aquellas circunstancias y recordando lo que sucedió la última vez, conseguían ponerle de los nervios. Los muñecos se activaron y comenzaron a oírse sus terroríficas risas y voces, realizando sus prefijados movimientos, pero la carcajada de Mía le dio más miedo.

-¡Miedica, miedica! Siempre has sido un gallina Pablo Rodríguez ¡Un gallina!-siguió resonando su risa como un eco de su locura-estoy en la entrada ¡Corre, ven!
Pablo salió casi hasta fuera, pero allí, alumbrado por la luz de la luna, no vio a nadie. Mía salió de detrás de Mr. Hyde con una pistola apuntando al joven.
-¿Mía que haces? Siento lo que pasó, debí ayudarte, pero era solo un crío. Sabes que te quiero.
-Lo sé y yo a ti. Eres el único que ha seguido teniendo fe en mi recuperación. No deberías haberla tenido, nunca volveré a estar cuerda... ¡Me dejaste sola! Por tu culpa viví un infierno y aún sigo en él. Lo siento, no quiero hacerte daño-iba cambiando ideas contradictorias conforme hablaba-pero he de acabar con mis pesadillas y tu eres el origen de ellas. Lo siento-se explicó.
-Mía, no, por favor.
-Bu-murmuró apretando el gatillo. Un disparo limpio directo al corazón. Después cogió la moto y se marchó atravesando la oscuridad de la noche.

No importa donde había conseguido la pistola o cuando la había escondido en la casa de sus perturbaciones. Los especialistas ya lo habían advertido: No había rastro de razón en ella pero era lista y manipuladora. Ya no sentía ni padecía. Detrás de aquella sonrisa perdida que siempre mantenía no había nada ¿Odiaba a Pablo? ¿Le quería? ¿Aún le tenía rencor o le había perdonado y solo quería terminar con sus pesadillas? Ni ella misma lo sabía. Sus pensamientos y sentimientos se mezclaban. No tenía remordimientos, solo instintos. Mía había disparado contra los que más la querían de distintas maneras, por eso todos le habían dado la espalda. Según las teorías de sus médicos, en el fondo Mía lo prefería así porque si ya nos les importaba ya no sufrían ¿Era posible? ¿Quedaba algo dentro del laberinto de sus emociones? Quizás en su desordenada e irracional mente, mató a Pablo por su bien, para no hacerle sufrir más por ella. Pero es solo una teoría.

Alicia Salazar

martes, 17 de marzo de 2015

¿Pánico? Corramos.

Las noches intentando controlar sentimientos que nunca podrían sino salir disparados a cada acelerón de unas ruedas que yo no podía conducir. Las mañanas intentando disfrutar de palabras que solo me hacían querer huir por la puerta más cercana. Intentos inútiles de controlar algo, huyendo de él.

¿Controlar el qué? La incertidumbre.

Pequeña estúpida…

Las dudas no se recogen, lo más sencillo es dejarlas escapar y dejar que te rodeen con sus grandes garras mientras tú corres, mucho más rápido que ellas, mientras tú aprendes a controlar tu respiración y tus latidos, al ritmo que tú quieres y no al que quieren ellas. Esas que siempre van a estar acechantes tras tu lecho de preguntas, cuestiones y búsquedas. Pequeña de las dudas infinitas… Necesita siempre un interrogante con el que jugar, con el que fantasear… Pero con esos que se le volvían en su contra y le hacían querer huir, salir corriendo y llorar. Llorar fuerte contra su pecho.

Intentaba siempre buscar una estabilidad sobre alguien con el que cojeaba en pies, manos, sentimientos y momentos. Y no se daba cuenta de que la única fuente de estabilidad eran sus pies, en el suelo, sin nadie más a su lado estirando por obtener un poco más de su conocimiento. Ella solo se empeñaba en salir corriendo para no sentir esos pies que la sostenían con vida, para no sentir el aliento que tanto miedo le daba perder…


Fueron días de muchas huidas, escapes o evitaciones. Como se quiera denominar. Fueron días en los que aprendió a sostenerse sobre sí misma, sin esperar nada de los demás, porque los demás nunca entenderán ese estado. Porque es imposible. Porque solo la incertidumbre que sigue de su mano sería capaz de guiñarle un ojo con complicidad. Porque son las dudas las únicas que pueden entender ese sentimiento, siendo, a su vez, las puñeteras causantes…

Neko

lunes, 16 de marzo de 2015

Lazos en la oscuridad

Hoy te amé y fue perpetuo el horizonte, alzándose el sol a lo más alto de mis latidos para robar el veneno al tiempo y darme el antídoto en forma de sonrisas. Encontré rosas entre las espinas de mi corazón, leí las luces que había tras las sombras y robé al hedor el perfume del amanecer. Agarré al demiurgo por el cuello y estrellé sobre el tus besos convirtiendo su carne en polvo.

Hoy te amé y sentí miedo. Oí el temblar de mis demonios y cómo los susurros de Morfeo me despertaron de los cuentos de hadas. Entre quimeras te vi dando besos prohibidos y entre lágrimas vi mi corazón en tus manos, palpitando de frío; palpitando de amor. Entre nuestros pies descubrí las cadenas que el destino tejió, pero también cómo trazamos mal nuestros caminos y ahora, poco a poco nos ahogamos, cuanto más abrazados estamos.

¿Qué son las estrellas que iluminan tu triste rostro? ¿Son mis insolentes dudas o es el color de tus mejillas? Tan sólo puedo abrazarte, prometerte el edén; sin embargo, mis manos tiemblan al coger los hilos de nuestra historia. Haría arder Roma si con ello asegurase tu felicidad, pero temo que no regreses; temo no ser tu sonata perdida entre el montón de mierda que es la vida.

El mayor de los temores es el mejor de los amores. Es el miedo a derramar la tinta que escribe nuestros pasos. La locura de no regresar de entre tus piernas. La pesadilla de perder mi razón en la rutina que nos salva del mojar de las olas de arena que atrapa todo cuanto toca. El terror a perder los sentidos que, día tras día, se enamoran de ti; a decir un día te quiero sin amarte.



Drizzt Beleren

domingo, 15 de marzo de 2015

Ane

25 de Enero de 1983

Juan y Amaia se dirigen al Hospital Universitario Donostia. Juan conduce con una mezcla de prisa, miedo y nervios, pero la circulación es tranquila. Amaia, mientras, va aguantando el dolor como puede, intentando relajarlo con la respiración.

El parto ocurre con normalidad y los primerizos padres conocen por primera vez a su hija. Habían decidido llamarla Ane si salía chica, pero ambos preferían un chico.

Tras el madrugón y el parto, ambos están muy cansados. Amaia se relaja con la chica mientras Juan aprovecha para leer el periódico. Ane se duerme mientras Juan lee cómo el papa Juan Pablo II firma la reforma del Derecho Canónico. Sin embargo, su cabeza está más pendiente de todo aquello que tienen que afrontar a partir de ahora.

4 de Abril de 1999

Mientras el mundo se preocupa por los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, Ane tiene otras cosas en la cabeza. Mikel le ha dicho que quería hablar con ella y se teme lo peor. Para ambos es su primera relación y todavía están aprendiendo y experimentando. Llevan ya casi un año saliendo y ella está muy enamorada.

Cuando entra en casa se encuentra a Jaime, su hermano, en su cuarto. Ella pierde los nervios y le dice de malas maneras que no entre en su cuarto sin permiso. Jaime se marcha cabizbajo.

Más tarde Amaia se dirige al cuarto de su hija. Le dice que no trate así a su hermano, que sólo quería coger un juego de la PlayStation. Ane se echa a llorar y le cuenta que Mikel le ha dejado. Amaia le abraza fuertemente.

23 de Noviembre de 2014

Ane entra en casa y se queda mirando su antiguo cuarto. En el salón, esperan sus padres y Jaime, que le esperan para contarle la noticia. Cuando entra, Jaime está comentado airadamente el borrador de la ley de Estado Judío. "Si yo viviera ahí, también intentaría que no se me acercaran demasiado los moros".

Cuando sale de ahí, Jaime ya no piensa en el conflicto palestino. Después de 32 años casados, Juan y Amaia se divorcian.
Decide que, si su padre al final se va a Zaragoza por trabajo, él se irá con él.

3 de Julio de 2035

Cuando llega con todos no puede evitar derrumbarse un poco. Intenta mantenerse firme y empieza a saludar a sus familiares, empieza con sus primos, sigue con su madrastra y su padre y acaba en un abrazo con su madre. Sus dos hijos están visiblemente afectados.

Observan como el féretro se introduce en el pequeño hueco dispuesto para alojarlo hasta el fin de los tiempos en el cementerio de Torrero. Dentro descansa Jaime. El día pasa lentamente.

Cuando va hacia su coche, una lata de cerveza vuelve a zambullirla en los pensamientos sobre su hermano. Le pide a Gorka que conduzca por ella. También le pide que tenga mucho cuidado.

2 de Octubre de 2052

El cumpleaños de la pequeña Tere transcurre con normalidad. La niña está muy contenta porque es la única de su clase que tiene abuela y bisabuela, y las dos son generosas con ella. Amaia, un poco sorda, le dice con dificultad a Ane que está muy orgullosa de que sea su hija. Le dice que no es porque sea médica, sino porque es la mejor persona que ha podido conocer en su vida. Mientras la sombra de la culpabilidad le atormenta en cada mal recuerdo, ella es una luz brillante.

Días después, Ane muere. 

M E L O

sábado, 14 de marzo de 2015

No cambies… Cambia… Has cambiado

Egoísta, vanidoso, soso, aburrido y otras muchas cosas. Así era él ahora. Nuestra vida había entrado en un huracán sin retorno, de esos que te matan por dentro. No éramos felices pero hubo un momento en que si lo fuimos. Fue al principio, cuando solo hacía falta una mirada para entendernos y la risa era nuestra mejor aliada, siempre.

Ya no éramos uno, solo simples desconocidos. A veces pienso que durante meses le pedí más de lo que podía darme y eso nos convirtió en lo que somos ahora. Empezó a alejarse, poco a poco como si en lo más fondo de su corazón desease que fuera una despedida dulce, calmada, triste. Pero la despedida nunca llegó. Ya nada era suficiente para nosotros, ni siquiera una despedida…

Una discusión constante nos mantenía alejados, tristes, cabreados... Al principio las broncas eran divertidas y las reconciliaciones eran excitantes, abrumadoras y fantásticas pero hacía meses que nada era así. De mi boca siempre salían las mismas palabras: “Has cambiado”. No había nada que él odiase más que esas palabras. Eranun puñal que se clavaba en su corazón pero no podía callarme.

Deseé con fuerza que todo volviera a la normalidad como antes, cuando yo no le pedía nada, cuando todavía no había cambiado, aquel momento en el que era el hombre del que me enamoré. Millones de veces intentamos volver al principio, reconciliarnos, amarnos como habíamos hecho siempre pero la llama se estaba apagando.

Una tarde como otra cualquiera, de esas en las que ya no compartíamos ni la manta, ni el sofá, ni siquiera las conversaciones decidimos que era tarde para seguir con lo nuestro. El amor estaba ahí pero ya no éramos uno sino solo dos desconocidos que ya no se entendían como antes.


… Los dos habíamos cambiado.

Sarasvati 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Resaca

Cristales de botellas rotas extendidos por el suelo, un tufo a dragón muerto que habita en mi minúsculo piso y yo apoyada en la pared intentado mantenerme de pie y soportar la bomba atómica de mierda que tengo en el estómago. Avancemos y cambiemos la escena.

Siento la brisa marina acariciando mi cara. Dejo caer mis párpados y escucho el sonido de las olas chocando contra el casco del barco que en breve me devolverá a tierra. Hace unos meses hubiera vomitado al oler ya a lo lejos el pescado del puerto, por no hablar ya de los vaivenes de las olas que mueven el barco ligeramente pero que para mi hubiera sido como si me metieran en una batidora. No ha sido fácil cambiar y dejarlo todo atrás. Ahora tengo una nueva vida en otro lugar totalmente diferente, muy alejado de las locuras que me perseguían y perseguía cada día en la gran ciudad. Cambié de trabajo, ya no tan bien pagado pero menos estresante. Me instalé en un pequeño pueblo costero valenciano, pensé que estar cerca del mar me serenaría. También voy con gente distinta, muy distinta, y no solo por su acento y esa forma de ser tan abierta mezclada con el toque mediterráneo. Son esa clase de personas que saben absorber la energía de la luz del sol cuando yo solo conocía la de la luna, esas que disfrutan con un helado en una terraza cerca de la playa y, aunque también les gusta salir de fiesta, recuerdan que tienen casa y familia, esos que solo se fían de los que están ahí siempre y no del primer imbécil que te diga guapa y te sobe el culo en la barra de un bar.

Es complicado ver lo que están haciendo contigo y lo que tú te estás dejando hacer cuando ya estás demasiado involucrada en ello. Hablo de ese mundo en el que la resaca es el plato principal de todos los días y los errores que nunca se recuerdan pero siempre te cuentan son una forma de vida. Podría poner muchas escusas pero ni justificarían nada ni servirían para perdonarme a mí misma. Puede que en aquella noche comenzara a despertar cuando entré a aquel baño asqueroso y noté con más fuerza como la confusión y el alcohol agitaban mi cabeza. Cuando paré por un instante y me dí realmente cuenta de donde estaba y de que, desde luego, no quería estar ahí. Pero ya no sabía como salir, como volver.


Rebobinemos y volvamos a la escena del principio. Cristales, tufo a dragón muerto y lo que quedaba de mí. Aquellos desconocidos ya se habían marchado y solo quedaba yo y mi mundo en ruinas. Observé que la foto de mi familia estaba en el suelo con el marco roto y vi a esa pequeña yo inocente de ocho años. Esa niña nunca dijo que de mayor quería ser una alcohólica. Solo quería ser feliz y yo no lo era. He aprendido a disfrutar de esas pequeñas cosas del día a día que son capaz de llenarme mucho más, esos detalles de esta nueva vida que me han curado y salvado de mí misma.

Alicia Salazar

martes, 10 de marzo de 2015

Maduremos. Enamorémonos.

Hace unos días fue uno de esos días. Esos en los que vuelves a tu casa después de haber bailado en un torbellino de emociones y, aun así, sientes las ideas claras. Reflexionando. Mirándote en cada espejo y pensando: “Cómo he cambiado...”.

Ese día te descubres esperando que la persona en la que quieres invertir tiempo, ganas y emociones salga rentable, cuando antes lo perdías por cada chiquillo que te hacía un poco de caso.

Ese día te encuentras a ti misma refunfuñando porque te ha prometido más de la cuenta, más de un “aquí y ahora", hablando de un futuro sobre el que tú nunca apostarías. Porque tienes bien aprendida esa lección que dice que las salas de espera no son más que un tiempo de vida muerto, sin sentido, que solo están para aplazar lo inevitable.

Y quizá, también te ves más tú y menos otros. No has pedido una ensalada para enmascarar que te encanta comer, te has ensuciado las manos y te has reído por frikadas, porque así eres. Porque te cansaste de fingir que eras normal, que te interesaba más la estética que los valores o que eras fan de grupos que sabes que, cualquiera en su sano juicio, repudiaría.

Sí, claro. No todo es perfecto. Sigues bailando en la cuerda de las inseguridades, en las peleas contra tus miedos y notas cómo los rasguños siguen allí. Pero sabes de qué pie flojeas e intentas apoyarte más fuerte en el otro para no caer en los errores que antes eran el día a día. Las noches en vela cuestionándote los motivos por los que actuaste así o allí...

No. Hoy sabes que a veces las cosas se dicen sin pensar, siempre se puede rectificar e incluso tomárselo con humor. Dominas más tus seguridades y sabes sacarte partido. O no, pero lo intentas. Y no es una cuestión de seducción, de intentar conquistar al otro, sino de sorprenderte. Conocer y disfrutar. Porque quieres. No porque los que saben te lo dicen.

Porque hoy estás tú y solo tú. Cuando antes estaban las opiniones, los rumores, las preguntas y los comentarios. Hoy sabes que seguirán estando, pero te la resbala. Igual que tu sujetador entre sus manos, pero esta vez sabiendo qué es lo que buscas, sabiendo qué es lo que esperas encontrar debajo de las sábanas. Aunque, de vez en cuando, dejándote sorprender por sus inquietudes científicas... Y por sus delirios de grandeza. Que te enganchan más y más, pero porque son un reto para ti, no para nadie más.

Neko

lunes, 9 de marzo de 2015

Pinball Map

Espero que no te importe que, quizás tarde, quizás mal, te dedique estas líneas. Tú, que fuiste la princesa sin castillo y la incertidumbre del mañana tras tus ojos azules, sigues en una lista de cosas por hacer. Una lista larga e interminable, pero que acabaré por tirar al mar para que cada una de las puntadas sin hilo se consuman por el infinito, en el silencio del pasado. A ti, la única que se quedó sin un trocito de mi corazón pero que se llevó mil noches en vela por culpa de tu recuerdo, te regalo mis palabras no solo como tributo, sino como agradecimiento.

Gracias por aquella primavera, donde los segundos se multiplicaron por cada uno de los besos que me diste. Gracias por tu voz ronca que calmaba mi latir desbocado, que tan solo deseaba huir del hoy y vagar por el nosotros. Gracias por ser mi peor pesadilla, por hacerme escribir en un papel quinientas veces tu nombre y, aun así, no tener valor para amarte. Gracias, por ser mi único pensamiento en el desenfreno y por dar sentido a las canciones de Marea. Pero sobre todo, gracias por decirme no. O por decirme un sí que no supe interpretar. O quién sabe cómo demonios no acabamos compartiendo almohada a la luz de tus lunas; simplemente gracias.

Porque a pesar de nuestras idas y venidas, de tus oníricas sonrisas y de mis palos de ciego, nuestros caminos jamás se solaparon manteniendo la mejor de las distancias posibles. Y son eso, los sueños rotos, los proyectos fracasados y las rutas maltrazadas las que nos hacen llegar a la cima; y yo he encontrado en unos ojos negros, las piernas que enloquecen mis días y que anestesian mi corazón. Sus besos son mi motivo para vivir y nuestras manos se enlazan bien. Rebotado y mareado por los cambios, como en una partida de pinball, acabé llegando hasta ella y conociendo la felicidad. No fuiste ni la máxima puntuación, ni el golpe más intenso; solo fuiste tú, y gracias a ti, hoy estoy aquí.

¿Lo entiendes? Supongo que sí, te he visto sonreír; sonríes de verdad. Así que dejemos para la sal del océano lo que nunca sucedió, y que vague en nuestras miradas mis escusas pobres, tu sombrero y los acordes que siempre acompañaron nuestra historia.


Drizzt Beleren

domingo, 8 de marzo de 2015

Entre el Sol y la Luna

Un día más, el Sol le ilumina la cara. La creciente luz molesta, pero le da algo del calor que le devuelve a la realidad. Los ojos piden insistentemente, a modo de picor y escozor, un descanso lejos de ella. Un pequeño tiempo muerto en un mundo en el que se nos escapa la vida.

Pronto se vuelve a hundir en los hondos pensamientos que han provocado que le sorprendiera así el amanecer. Los detalles se diluyen conforme avanza la cordura a ritmo de luz diurna. Ha cambiado la perspectiva. Pero sabe que al fin y al cabo volverá a cambiar al final del día, cuando el calor dorado del rey Sol dé paso al frío plateado de la princesa Luna. El pasado también es futuro, y el presente una minucia. Los recuerdos se convierten en fatídicas profecías que tomarán forma conforme los sueños invadan sus vigilias. Sueños vívidos que muestran aquello que todavía duerme dentro, aquellos miedos, deseos y dudas que enterramos con tiento bajo nuestra certeza. Cuando nuestro mundo se rompe, esas profecías soñadas surgen de los escombros como sombras grotescas de monstruos deformes. Y entonces lo entendemos. Esa luz fría que nos regala la Luna es el recuerdo de aquella que nos mantuvo calientes ayer, y el auspicio de que el Sol vendrá a nosotros por la mañana y estará alto al mediodía.

¿Qué será de él mañana?, ¿se hará verdad su temida profecía? Pasarán las horas y los días, se alternarán Sol y Luna. No hay duro metal que sobreviva al óxido ni un cálido abrazo que se escape de una despedida. Vendrán, se harán grandes y se irán, las circunstancias de la vida, mientras él desea que hubiera parado el tiempo en cada amanecer en su compañía. Puede que mañana haya otras, como otrora hubo unas. Pero no quiere a unas, al igual que ya no busca otras. Quiere guardar ese momento y apretarlo contra su alma, para ver si así el tiempo no se lo quita.

El rey Sol acaricia su suave piel como antes hizo la princesa Luna. Él la tapa con la manta. Si puede evitar que la luz le llegue, quizá pueda luchar contra los malos augurios de su profecía.

M E L O

sábado, 7 de marzo de 2015

En su cabeza

Nunca nadie le había creído, jamás. Algunos la llamaban loca y otros, afirmaban que solo eran casualidades pero ella estaba segura de que poseía un don.

Durante años lo mantuvo en secreto por miedo al qué dirán pero pronto se dio cuenta de que su poder podía ayudar al Mundo entero. Sin querer hacerlo le venían imágenes a la cabeza. Al principio eran desordenadas y borrosas pero con los años empezó a dominar su don. Muchas veces no conocía los lugares o las personas que aparecían en sus pensamientos pero en algunas ocasiones sabía perfectamente dónde iban a tener lugar los males de la tierra.

Solo tenía 10 años cuando, horas antes de que ocurriera, soñó con unas grandes torres que se caían en la ciudad que nunca duerme. No dijo nada, aún era muy joven para saber que su poder era realmente eso, un don. Veinticuatro horas más tarde los telediarios de todo el Mundo mostraban las mismas imágenes que ella había tenido en su cerebro durante un tiempo.

Esa desgracia alteró sus sueños durante meses. Podría haber salvado miles de vidas, podría haber evitado sufrimientos a cientos de familias que días después tuvieron que vivir con la muerte de todos aquellos que estaban allí ese día.

Las imágenes en su cabeza no cesaron nunca. Muchas veces eran horribles, tristes. Agonizaba cada vez que le tocaba ver morir a alguien porque sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Se lo contó a su madre meses más tarde pero ella nunca le creyó, igual que pasó con otras personas.

Para su madre era una niña con mucha imaginación pero para el resto estaba loca de remate. Su agonía era cada vez mayor, había veces que deseaba morir para dejar de ver en su cabeza esas imágenes tan horribles.

Tres años más tarde de camino al instituto, como todas las mañanas, cientos de imágenes desordenadas le inundaron la cabeza. En ese mismo tren iban a explotar 10 bombas matando a muchísimas personas. No entendía nada ni tampoco cuando iba a ocurrir pero debía hacer algo.

Acudió a las autoridades pero todos la tomaron por loca, como le había ocurrido siempre. Lo había visto en su cabeza, muchas personas iban a morir en un ataque al metro de Madrid.

A la mañana siguiente el miedo le impidió subir a este tren que todas las mañanas le llevaba al instituto. Llegó a la estación pero no subió al vagón. Media hora más tarde el sonido de las sirenas le confirmó que lo que ella ya sabía.

El horror de esas imágenes se repetía en su mente cada vez más rápido. No había nacido para merecerse este don y ese pensamiento la estaba matando.

Dos días más tarde de la catástrofe que conmocionó España esta joven de trece años decidió que no podía seguir viviendo con ese don, no quería ser una loca para todos...

…Al día siguiente en la antepenúltima página de un diario local una esquela recordaba a Marta Ruiz que había fallecido trágicamente a los trece años.



 Sarasvati

jueves, 5 de marzo de 2015

Bajo la mirada de mi cámara

Hace frío y corre el aire, pero tenía que salir de casa. Poso mi mirada en lo que enfoca el objetivo de mi cámara de fotos. Una pareja de ancianos sentados en un banco del parque en medio de esa escena otoñal tan perfecta. Me gusta lo que veo y lo que me hace sentir así que presiono el botón y robo ese pequeño momento que el tiempo ya no les podrá quitar. Incluso les he sacado sonriendo. No hay nada que tenga más magia que una sonrisa.
-¡Raúl!-grita David.
Tarde como siempre pero nunca da plantón.
-Perdona, ya estoy ¿Tienes ya noticias? ¿Te han mandado un mensaje, una carta o algo?-pregunta ansioso.
-No todavía no. He mandado tantas solicitudes a tantos sitios... tanto en Estados Unidos como aquí en España.
-Tú quieres seguir aprendiendo allí... ¿Has mirado el correo? No te vuelvas loco con tantas cosas, es bueno tener un plan B o C pero espera a ver qué pasa-me aconseja. Es un buen amigo.

David sabe que no he tenido suerte últimamente con mis proyectos de futuro director de cine. Me presenté a varios concursos y aunque en proporción con los trabajos presentados no quedé mal, no tuve una posición destacada. He tenido más fracasos pero luego siempre había alguna recompensa. Sin embargo, llevo un tiempo off. Siento que he perdido la inspiración. Estudié Imagen y Sonido y acabé pensando que tenía talento y dotes para esto, que sabía captar las emociones de los momentos y su esencia con solo una imagen. Fotografía, vídeo, como sea. Pensé que era capaz de crear guiones con las palabras adecuadas que eran el alma de cualquier historia que pudiera imaginar, ya fuera cómica, dramática e incluso, irreal y fantástica gracias a la magia del cine. Me gasté mi triste sueldo del trabajo en el McDonald's en los caros instrumentos que necesitaba para clase y para mi uso personal. Y ahora siento que ha sido un tiempo, dinero e ilusiones perdidas. Pero no debo culpar al universo del lugar y el estado en el que me encuentro ahora, nadie me dijo que fuera fácil.

He de confesar que pese a que me sienta en el fondo del pozo, hay algo que me impide darme por vencido. Llámalo esperanza o valor o masoquismo. Estoy sediento de más escenas épicas, de más lágrimas de aquellos que se emocionan con dos horas del fruto de este trabajo, de más aplausos, de tardes domingueras de manta y tazón de chocolate embobado con la pantalla sea de quien sea la creación, de noches frente al ordenador montando las mías... Sí, estoy cansado pero sé que no puedo dejar esta droga por mi propia salud mental. Quizás David tenga razón y simplemente deba esperar. Las cartas están puestas sobre la mesa, ahora lo que tenga que pasar no está en mis manos ¡Qué importan las tortas que me he dado y las que me quedan por recibir! Esto es lo único que siempre será mío, lo único que me hace feliz... y lo había olvidado. Supongo que no merece la pena si no tienes que luchar por ello.


Tras dos cafés, varias charlas de positivismo y un fuerte abrazo de mi mejor amigo, vuelvo a casa. Vuelvo y abro el buzón. Sí, hay un sobre y por la dirección es americano. Solo con esto me acabo de demostrar que soy más fuerte de lo que yo pienso que soy. Si esto sale mal, es igual. Lo seguiré intentado, llamaré a todas las puertas que haga falta y seguiré creciendo como profesional de este séptimo arte que me alimenta cada día. Miro el interior del sobre y me salto el protocolo hasta llegar a la respuesta que me interesa. Es afirmativa.



"It's not that I'm not feel the pain, It's just I'm not afraid of hurting anymore"
"It's just a spark but it's enough to keep me going"

Alicia Salazar

miércoles, 4 de marzo de 2015

Otra aprendiz de Platón

Tras visitar la impresionante Acrópolis de Lindos, situada en la parte alta de la ciudad de la isla griega, en el camino de vuelta nos sentamos cerca de una fuente en medio de ese poblado de casitas blancas desde donde podemos ver la costa paradisíaca que nos envuelve. Allí la guía, a petición de una pareja de ancianos de Almería, cuenta un mito griego, uno que parece que me persigue vaya donde vaya. El mito de Andrógino. La mujer comenzó a narrarlo: “Platón, en su obra el “Banquete”, relata que al principio existía un ser humano llamado andrógino que reunía los dos sexos, el femenino y el masculino. También había un andrógino compuesto por dos cuerpos de hombre y otro por dos cuerpos de mujer. Estos seres tenían formas redondeadas y contaban con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras. Su fuerza era extraordinaria y su poder inmenso. Eso los hizo ambiciosos y quisieron desafiar a los dioses intentando invadir el Olimpo. Así que Zeus les dividió en dos. Se dice que desde entonces cada mitad trata de encontrar a la otra.”

Hacía mucho tiempo que no oía esa historieta. La primera vez que la escuché fue en la serie de Hércules, tenía doce años y me quedé embobada mirando la tele conforme lo contaba aquella actriz rubia. La segunda fue a los dieciséis en una excursión al Museo de Historia y, siendo ya más consciente de la realidad, casi me ahogo intentando aguantarme la carcajada con mi amiga Claudia. La tercera fue a los diecinueve viendo el episodio de Hércules repetido pero con el efecto contrario a la vez anterior, llorando a mares en un solitario domingo tras una ruptura amorosa ¿Cual es el efecto que me produce ahora? Ya no es ni admiración, ni burla, ni melancolía... He llegado a un punto en el que podría llamarlo “fase de reflexión”. La vida es irónica. Me escapé en este viaje a Grecia para alejarme de esa nueva etapa de mi vida que tanto me asusta con la escusa de una búsqueda de inspiración para mi nuevo libro. Lo dejé allí sin una respuesta con un par de narices.

Supongo que debió de ser un beso mortal para que hiciera temblar a mi alma con más fuerza que un terremoto. A estas alturas no suelo perder el control por muchos por no decir por nadie. Me digo a mí misma que tú no eres nada, que no significas nada para mí. Después de tantas caídas una no puede permitirse rebasar la línea que divide lo saludable de lo doloroso. Me repito una y otra vez que aunque esto esté durando más de lo normal puedo manejarlo, sigo teniendo el control de la situación como siempre, manteniendo las distancias de seguridad, pero siento que se me empieza a ir de las manos. Cada vez que se va tengo más ganas de pedirle que se quede. Una tortura. Simplemente no puedo contestarle a la pregunta. Cuanto más lo pienso más escucho la voz de mi madre diciéndome que ya soy mayorcita.

Miles de mitos, leyendas y profecías como esta hablan de la existencia de un alma gemela. Esa otra parte de nosotros que nos complementa. Promesas de que todos tenemos una media naranja en cualquier parte del mundo esperándonos, mirando el mismo cielo cada día, acercándonos el uno al otro con cada paso que damos. Juro que puedo escuchar las risas de mi yo de dieciséis años. Prometen demasiado sin ninguna garantía y con bastantes riesgos. Pero cuando los besos queman sobre la piel y las dudas son solo creadas por el miedo, las probabilidades se reducen.

Por la tarde vuelvo a la misma fuente con mi cuaderno y el boli de urgencia. Quizás haya recuperado la insipración: “Soy solo otra aprendiz más de Platón. Solo una alumna a la que los árboles le impiden ver el bosque. Pero puede que viendo la misma cuestión desde otra perspectiva despeje las ramas que actúan como incertidumbre y me de cuenta de donde estoy y admita hacia donde quiero ir.”
Alicia Salazar

martes, 3 de marzo de 2015

Mágico mundo.

Te ríes de mí porque me encanta repetir la profecía que Harry Potter escuchó aquella noche turbia, pero es que significa tanto para mí. Tantos adolescentes días invertidos en conocer ese mundo mágico, en descubrir sus historias y sus miedos, todo lo que conllevaba…

Y todo esto hace a mi mente volar hasta el ahora, hasta el momento en el que me encuentro y al antes, a mi yo de hace unos cuantos años, de cuando tenía 15 años, por poner un ejemplo tonto, por poner una fecha importante. Aquella en la que empecé a darme cuenta de que la vida puede ser muy jodida y que los conceptos se pueden esfumar con la facilidad de la pluma de aquel pájaro que intentaba luchar contra el cierzo. Pobre inútil.

Pero no es el momento de reírnos de los pobres bichos con alas, sino de reflexionar sobre todo lo aprendido y vivido. Y es que a mí, si hace unos años me hubiese venido la profesora Trelawney a contar todo lo que me iba a pasar en estos años, la habría denunciado por estafa…

Pero no.

Las vueltas que da la vida, el destino que no se ha burlado de mí, los lloros y las roturas, las fisuras en las esperanzas, el darme cuenta de que la gente no es cómo dice ser sino cómo actúa, el conocer mis debilidades, mis asfixiantes miedos cuando no encuentro un punto de apoyo entre tus manos, los pensamientos de otra gente que a veces son totalmente impuestos por un montón de voces impuestas por su dopamina mal compensada, los encuentros fugaces, el sexo sin amor y el amor sin sexo, las búsquedas insaciables sobre algo que te encanta, las noches sin dormir, las mañanas sin parar de meterte mil informaciones inútiles que posteriormente vomitar tras tres o cuatro cervezas mal abiertas, los esquizofrénicos, los borrachos, las borracheras con ellas, vivir fuera y vivir un ataque de pánico…

Enamorarse de una sonrisa y de una mente y de una cabeza vacía y de un minino sin ojos y de los atardeceres y de los amaneceres y de las emociones fuertes de las que antes huía y de un cuerpo y de un lugar y de un río y de una hora. ¿Perder la virginidad? Pensaba que eso nunca me tocaría a mí, pequeña incomprendida y tímida. ¿Callada? Habladora hasta por los codos. Egoísta y altruista, todo a la vez. ¿Psicóloga? Bueno. Aún no. Pero sí socióloga de la vida, de los consejos entre ginebras y de los bailes entre jaggers metidos entre pecho y espalda. Y conquistadora de momentos, de risas, de lugares. ¿Avión? Pensaba que eso solo les pasaba a los ricos. Y volar entre emociones robadas por otros poetas, y volar a ciudades distantes, a personas a las que echas de menos y volver, volver a una ciudad que te ha dado grandes personas y anécdotas. Y no entender, no entender nada y a la vez todo. Y soñar, soñar mucho, despertar y seguir soñando.  Y reír, reír hasta que te duele la espalda e inventas una nueva enfermedad. Y sonreír, sonreír mucho. Tanto sola como acompañada, tanto borracha como sobria, tanto aquí como allí, tanto en sueños como durmiendo.

Y así podría hacer una lista de tantas cosas que hace unos años habría pensado que era imposible que yo viviera... Y ahora estoy intentando entender cómo he podido llegar hasta aquí. Cómo lo he hecho sin ayuda. ¿Sin ayuda? Nada, no es el momento de fliparnos. También he tenido golpes, caídas, y momentos en los que no pensaba que fuera  a ser capaz de no ser sin otro, sin los brazos de un inseguro como yo. Momentos en los que pensaba que no podría ser con nadie más, hasta que un grandullón apareció y me buscó, o le busqué, o caímos juntos en algo raro. Y así.


Y que a mí que no me cuenten cuentos, que las profecías son solo para los brujos. Los "muggles" nos servimos más de objetivos, de luchar por lo que realmente nos mueve las emociones y por aquellas cosas que, no sabemos muy bien cómo, acaban sucediendo en nuestra vida y haciéndonos más fuertes. Más nosotros. Más futuro, menos pasado, menos pequeños y más inmensos. 

Neko

lunes, 2 de marzo de 2015

El escritor de la Historia

La tenue luz del candil suplía satisfactoriamente los últimos rayos del sol que se colaban en el pequeño piso de Andrew Higgins. La hoguera ardía con fuerza y, aun así, desde su mesa de roble, él maldecía la escasez de comodidades de aquel siglo. Sobre sus dedos rotaba con caprichosa gracia la pluma causante de los borrones sobre los montones de papel que se amontonaba en un rincón de aquella habitación. En ocasiones, decidir el destino de la humanidad era agotador.

Andrew echaba de menos a su esposa y a sus dos hijas, sabía que ellas dos no notarían su ausencia; caprichos del tiempo. Sin embargo, cada luna que se asomaba a robar los sueños a los mortales le recordaba cada segundo sin ellas. Su trabajo, alto secreto, era peligroso y, al mismo tiempo, excitante. No se dedicaba a otra cosa que no fuera rellenar de fresca tinta miles de folios contando historias increíbles, aventuras inverosímiles e inventos de un futuro tan lejano y, a la vez, tan conocido. En sus páginas el hombre podía sobrevolar a su antojo el mundo entero, llegar hasta las profundidades marinas jamás avistadas y ser capaz de abandonar su propio planeta. Sueños de un loco y delirios de un pobre abandonado por su razón, pensaban.
Por fin la inspiración volvía a su cauce y podía acabar con su último encargo, Ante la bandera; aunque alguna parte de su conciencia no dejaba de gritar en su interior, provocándole unas migrañas terribles. ¿Y si de verdad era el ser humano capaz de anticiparse a esto? Las últimas líneas iban derribando los muros creados por las páginas en blanco y la historia iba llegando a su fin. Disfrutaba y sufría a partes iguales.

Realmente deseaba volver a casa, avanzar casi 500 años y rezar para que nada hubiese cambiado. Los viajes en el tiempo eran peligrosos, él lo sabía; pero la vida que mantenía gracias a ellos, era muy digna. Su familia se lo merecía. Además, siempre soñó con vivir pegado al papel y crear mil locuras que gritarle al mundo. Aunque fuese de hace medio siglo. Se convertiría sin saberlo en uno de los escritores más famosos de la historia, pero a sabiendas de cuál era la verdadera razón de su trabajo. Debía contar fantasías, cuentos y novelas que se anticipasen al mundo, narrar hazañas que por aquella época eran consideradas imposibles, para así ir trazando un camino a la humanidad que les guiase a su propio antojo. Si él hablaba de muñecas parlantes el hombre investigaría la robótica; si hablaba de alcanzar la luna, al ser humano le parecería un objetivo factible; si, como en este caso, hablaba de armas de destrucción masiva, el hombre acabaría inventando la bomba atómica; era cuestión de tiempo. Y es que Andrew estaba escribiendo la historia, influenciando a las gentes de aquel tiempo a no esclavas del azar.

Puso punto y final a su obra, tratando de no juzgar moralmente sus actos, pues él hacía lo que más amaba en este mundo, a pesar de que aquella empresa solo buscaba beneficios gracias a la posibilidad de viajar en el tiempo. A pesar de que aquello era más que ilegal. Firmó con su seudónimo y se marchó para volver y regalarle aquel abrazo que le prometió a su hija, mientras el trazo sobre el papel dibujaba el nombre de Julio Verne.


Drizzt  Beleren

domingo, 1 de marzo de 2015

Odio

"Te odio. Esta ha sido la gota que ha llenado el cuenco de mi paciencia. He aguantado continuamente tus ataques y tus burlas sin decirte nada, pensando que te darías cuenta y pararías. No puede seguir así. Quizá he sido demasiado permisivo, no queriendo llamar la atención con una riña, pero ése no es mi estilo. No va a quedar así. A partir de ahora te lo devolveré a mí manera, sin hacer ruido".
"Día tras día te preguntarás que hace que todo vaya mal en tu vida, y no encontrarás la respuesta. Mientras, yo disfrutaré. Dejaré tu reputación por los suelos, haré que la gente se aleje de ti, me aseguraré de que tengas "mala suerte" en todas las facetas en las que quieras desarrollarte en tu vida. Te encontrarás ruedas pinchadas, cristales rotos, pintadas y rumores sobre tu persona cada vez que todo parezca ir algo mejor".
"Y lo peor de todo es que yo estaré allí para "ayudarte". Para darte un apoyo cuando haya hecho temblar los cimientos de tu vida. Me pondrá en una posición privilegiada desde la que me será más sencillo actuar. Te daré los peores consejos disfrazados de grandes soluciones, mientras me aseguro de que te hacen hundirte en la misera. No vas a levantar cabeza, te lo aseguro".
Ese momento parecía durar siglos, mientras aguantaba sus risas y la de sus amigos mirándole a los ojos y hacía de su rencor un plan. En su interior, cada risotada dolía muy hondo en su orgullo, alimentando su odio. Cuando las risas pararon creía que iba a explotar. Entonces fue cuando sin dejar de sonreír le dijo: "Oye, creo que a veces me paso un poco contigo, lo siento, pero ¡tendrías que verte la cara! Es muy graciosa. Me caes bien, no todos me aguantan tan bien como tú". Mientras se marchaba, las dudas brotaron en sus planes, dejando la burla impune y todo igual que ayer.