El reloj traspasa con violencia las tres de la
madrugada y mi móvil comienza a vibrar. Es tu forma de decirme ven, como si
aullases en medio de una luna llena esperando que corriese olfateando tus
pobres pasos. Te ignoro sabiendo que volverás a insistir, pues soy el pez que
nada en tu piscina, sabiendo que acabaré picando para no morir de tu inanición.
Tus mensajes tardan poco en volar desde la otra
punta de la ciudad, indicándome con todo tipo de detalles las razones para que
esta noche sea tuyo (y nunca al revés). Apago mi teléfono, pero sé que no
servirá de nada pues, aunque llevo los ojos de la camarera pegados a la nuca,
tan solo quiero acabar sudando tu cama; maldita droga.
¿Por qué tan sólo me llamas cuando estás cachonda?
¿Por qué he de ser tu juguete de madrugada? Aquel que hará de tus sábanas un
lugar menos frío esta noche para mañana desecharme junto a los condones usados.
¿Por qué tan solo me llamas cuando vas borracha?
Como si se tratase de tu mejor antídoto contra la resaca matutina. Me
exprimirás hasta dejarme sin corazón, tan solo seré un hombre objeto contra la
pared de tu habitación. Un bonito cuadro que durará lo que lo hagan tus
orgasmos que, como tú, son agudos pero previsibles.
¿Por qué tan solo me llamas cuando vas puesta
hasta las cejas? Soy la raya de las tres o la última de las pastillas que
tomar. Lo que termina de darte el punto, pues todo mejora con sexo; y ningún
camello te podrá asegurar algo tan fácil como mi cuerpo.
Ya despertó el sol a la mañana y lo único que
quedó de ti fueron las bragas que con tanta impaciencia te quitaste. Simplemente
varió el lugar, ¿pues acaso se puede luchar contra el lobo que viene a la
puerta de tu casa, cuando lo único en lo que no piensa es en soplar y soplar…?
Drizzt Beleren