Reaparezco. Piensas que estoy loca, piensas que después de
tanto tiempo no debería volver. No me ves, pero me sientes. He vuelto. La carta
inesperada. La carta que quizás nunca debió llegar. Pero aquí estoy. En tus
manos. Te duele verme así. Te duele tener mi alma en tus manos y no poder
acariciar mi piel. No poder mirar mis ojos. Me lees y me relees hasta que te
aprendes cada uno de mis signos de puntuación. Cierras los ojos, en tu mente
bailan las palabras, y hasta hacen que puedas escucharme recitándolas. Escuchas
mi risa.
Abres los ojos y vuelves a mirarme. Ves cada una de las
palabras que escribí, cada una de las palabras que salieron del fondo de mí
ser. En tu cara se dibuja una sonrisa. “Maldita loca” susurras entre dientes. Y
es que mi locura fue lo que te enamoró. Y esa carta que sostienes en tus manos
te hace recordar las notas debajo de la almohada o en el armario del cepillo de
dientes. Te hace recordar…Y el recuerdo duele.
Las palabras empiezan a girar como un huracán, se mezclan y
salgo del papel. Me miras. Crees estar en un sueño, pero no. Ahí estoy, de pie,
enfrente de ti. Estiras la mano y me rozas. Me abrazas, no puedes evitar el
impulso, ha pasado demasiado tiempo… demasiado tiempo sin mirarnos.
- No estoy aquí - te recuerdo- solo soy un
fantasma, el eco de lo que fui.
-Lo sé- contestas, me abrazas más fuerte.
-Lo sé- contestas, me abrazas más fuerte.
Me desvanezco, empiezo a perder consistencia. Las palabras
se sueltan, ya no pueden mantenerme y se desparraman por tus ojos. De ellos
caen unas lágrimas llenas de pureza, esa pureza que te caracterizaba, esa
pureza es querer cada centímetro de tu piel, es aspirar su olor, es llevar el
deseo hasta la cumbre. Esa pureza eres tú.
Tus lágrimas caen sobre la tinta. Y así es como estamos
juntos por última vez.
Halley
Halley
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