Locura son tus ojos.
Y locos son los marineros que
decidan navegar en ellos.
Son mar acunado por la noche,
cuyas olas marcan los segundos que faltan para amanecer. Donde el horizonte y
el fondo del océano crecen hasta los cielos, hasta ser solo uno. Tu resaca
fuerte atrapa mis piernas, convenciéndome que si me sumerjo no habrá vuelta
atrás. Por eso decido hundirme sin ni siquiera coger aire, porque dejé mi
cordura junto a mis ropas en la orilla.
Locura son tus piernas.
Y locos son los alpinistas que
traten de escalarlas.
Infinitas como mis miedos al
verte. No habrá Dios capaz de mandar tormenta que ahogue mis deseos de subir
tan alto como me permitas ni sol que derrita las alas de barro con las que
trato de hacer volar a este pobre corazón que dejó su cordura junto al
paracaídas en tierra.
Locura son tus besos.
Y locos son los matemáticos que
traten de llevar la cuenta de ellos.
Porque no habrá un mañana, ni un
ayer sino un concepto del tiempo que no podremos cuantificar. Habrá un siempre
en el parezca que llevemos toda la vida. En el que las horas no valgan nada y
los días lo valgan todo. En el que lo importante lo sea un poco menos, y que no
haya importe suficiente para pagar todo lo recibido que no cabe en mis manos,
que dejé vacías de cordura y billetes.
Locura son tus te quieros.
Y loco soy yo desde que son para
mí.
Drizzt Beleren
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