La música tenue resbala por sus dedos, sirviendo
de engrase a los latidos de su corazón, que no hallaba los elementos para
gritar al mundo su frustración. Los colores y los sentimientos se reunían en su
mente, que gastaba sus energías en volar; siempre lejos de allí. La oscura
habitación no apagaba sus palabras, que poco a poco iban emborronando el folio
antes blanco. No había mejor confesor que el mudo rasgar de la tinta contra sus
miedos. Nunca nadie entendió sus lágrimas, pues nadie encontraba nunca en
camino hacia su corazón.
Tras la jaula que él mismo construyó, se
ocultaba alguien vivo, que soñaba cómo sería vivir la libertad de ser feliz. Por
eso, fotografiaba la realidad y la deformaba a su placer, adaptándola a su
propio dolor. Era allí, a la hoguera de su propia miseria, donde realmente él
encontraba su lugar. El fuego ardía sobre las hojas de su propia historia.
Ladrillos de su prisión que decoraban las paredes de su alma, un alma poco
alimentada. ¿Qué otra cosa podía hacer si allí estaba su vida?
Si se prestaba atención se podía descubrir, tras
mucho observar, como en los muros levantados se encontraba una viva odisea al
amor, a la vida y a la eternidad compartida; una oda a la libertad desde el más
profundo pozo de la soledad. Las canciones que resonaban eran sobre caminos que
se juntan, sobre trenes que se cruzan, sobre cuentos imposibles, sobre cómo
hacer de la vida una búsqueda infinita de la felicidad.
En ocasiones se ahogaba en un mar tranquilo que
alzaba su nivel ante las llamadas de la luna. ¿Quién era él para contradecir el
veredicto de un destino en el que no creía y que tantas veces le falló? Espejismos
tan reales y realidades tan falsas…
Era el hombre contra a la decepción de su sino,
de todas las aventuras que fracasaron, de cómo no hallaba aquello que buscaba y
no sabía que era; pues como la luna, duraba tan poco la perfección. Duraba tan
poco el amor.
Cuentan
que una vez el amor sopló y arrasó su celda, dejándolo solo y desprotegido
contra el malvado mundo del que se ocultaba; sin embargo, fue una iluminada
sonrisa la que le sirvió de guía por el camino de las baldosas amarillas en
busca de su felicidad…
Drizzt Beleren
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