Un día me dijiste
que empatizabas, demasiado y que esa era la razón por la que no escuchabas. En
tu mente sonaba de otra manera, pero en la mía este eco quedó grabado de por
vida emocional.
Te concedí el
beneficio de la duda porque en esto igual que en lo otro, soy experta.
Pero ya son meses o
tiempos conociéndonos. Y empiezo a darme cuenta de que,
o he caído en el error del investigador que
quiere apoyar su hipótesis hasta el final.
O soy la mejor
investigadora de tus tiempos,
o momentos,
o respuestas,
o miedos.
Solo sé que no
quieres saber nada. Nada que imponga dolor, desesperanza o sufrimiento.
Pero es que, en esta
vida, para saber disfrutar de lo que uno has de haber sufrido lo otro.
Y yo, que fui
creciendo entre espinas, sí sé empatizar. Y es, precisamente esa necesidad que
tengo, lo que me hace querer ayudara alguien. Porque no se trata de ser capaz,
sino de querer.
Querer.
Punto de inflexión
entre mi yo y el tuyo, que es tan grande que a veces cree abarcar una montaña
que nadie te pidió escalar.
No.
Cuando quieres a
alguien la empatía es lo que te hace querer seguir adelante. Es lo que te hace
querer conocer más sobre sus miedos, para adelantarte a ellos o luchar junto
con,
en contra de.
Es lo que te hace
querer ver lo más profundo de alguien, aunque haya mucha mierda,
que la habrá.
Es lo que te hace
querer explorar en sus esperanzas, esas que tú igual ya habías perdido al
escuchar sus andanzas.
Es la más poderosa
fuente de inspiración,
de escucha,
y,
sobretodo,
Compromiso.
El cual, ni se
entrena ni se lucha en contra. Solo surge como necesidad.
Porque cuando
alguien te importa, te importa en su totalidad.
En su bienestar,
y en su mal estar.
Y eso, en modo
resumen, es todo lo que importa.
Porque amar no es no
sufrir, sino hacerlo por el otro y por uno mismo, porque es así y sale solo.
Porque no se planifica ni se evita. Y si a ti te duele, es por algo. Y si no
quieres que te duela, es por todo lo contrario.
Neko
No hay comentarios:
Publicar un comentario