“Querido universo: ¿Te
han dicho alguna vez que puedes llegar a ser un poquito hijo de
puta?”
Aquí
estoy sentada en un taburete a su lado mientras lo observo pintar una
de sus nuevas creaciones artísticas sin poder decir una sola
palabra. Él de vez en cuando me mira, se ríe y sigue pintando para
que podamos irnos cuanto antes. Sé que es mi orgullo el que me ha
metido en esto pero no puedo dejar de culpar a mi queridísima prima
por ello.
Paso
cada verano en casa de mis tíos a las afueras de Londres. Hace poco
he tenido la genial idea de colarme por Dylan, el guapísimo vecino
de la casa de al lado que estudia Bellas Artes. Mi prima, harta de
escucharme hablar de él, se empecinó en decirme que no escuchaba
más a allá de mi propia voz, que no me daba cuenta de lo que pasaba
a mi alrededor ¿Pero de qué va? Por supuesto, quería demostrarle
que no era cierto. Así que ella, con la astucia de su mitad inglesa
y el descaro de su mitad española, me apostó cinco cervezas a que
no era capaz de aguantar sin hablar una semana entera. Se trataba de
mi orgullo herido y, lo más importante, de cerveza. Evidentemente,
acepté. Empezó el tiempo de silencio y entonces le pareció
conveniente contarme que este fin de semana habíamos quedado con
Dylan y el resto de amigos del barrio... Solo me consoló pensar en
las cinco cervezas que me iba a pagar. Más tarde, se encargó de que
fuera la única que podía ir a recoger a nuestro vecino al IMMA, el
museo de arte moderno donde hace prácticas este verano.
Así
que aquí me hallo en el momento más patético de mi vida ante el
chico más interesante que he conocido. Gracias, prima. Además tuvo
el detalle de informarles a todos de nuestra “oportuna” apuesta.
Dylan rompe este incómodo silencio y comienza a hablar de
perspectivas, de colores, de sombras, de luz... y yo me dejo
embelesar por sus palabras, aunque algunas no las entienda. Me cuenta
sus metas y ya le veo en el Moma de Nueva York. Sé que un día lo
conseguirá. Le intento transmitir mis ánimos por gestos, lo cual me
hace todavía más patética, pero creo que lo entiende. Cuando llega
a los últimos matices del trabajo que tiene que presentar a su
superior, hace mención de los recuerdos más tiernos de nuestra
infancia con mi prima en el jardín de mis tíos y algunos de la
adolescencia por el barrio con nuestros amigos. Lo cierto es que se
acuerda de muchos más que yo. Lo que más me gusta es que en muchos de
los que nombra solo estaba yo. Acaba y se va a por las carpetas de
unas obras del museo que tiene que guardar en el fichero de esta
habitación. Se va y decido ayudarle un poco. Recojo los primeros
bocetos del trabajo que tenía tirados por el suelo ya antes de que
llegara y en uno de ellos arrugado encuentro mi rostro. Una felicidad
extraña me corta el aliento y al mismo tiempo serena mi alma. Lo
escondo rápido en mi bolso y sigo recogiendo. Cuando vuelve y me ve,
me hace parar inmediatamente y acaba de hacerlo él. Un poco tarde
ya, supongo, pero hago como si no hubiera visto nada.
Después
me enseña parte de su querido museo y finalmente nos vamos al pub
en el que nos esperan nuestros amigos y mi prima. Todos hacen chistes
sobre lo callada que estoy hoy pero acabo riéndome de mí misma en
esta situación absurda. Escucho sus historias de clase, sus
expectativas del año que viene en sus estudios y, sobre todo, lo
mucho que mi prima habla con Tom y la risilla nerviosa que le sale
con cada chiste malo que cuenta. Nunca me había dado cuenta. Creo
que me merecía el castigo, el silencio me está haciendo más bien
del que yo pensaba. Me hace entender más cosas de los demás.
Escribo
en una servilleta a Dylan que si le parece bien que nos vayamos ya a
casa. Sin escusas. Tal cual. Me mira sorprendido y asiente. Ahora son
los demás los que se han quedado totalmente mudos. De vuelta a casa
no se atreve a decir nada comprometido, sigue hablando de sus planes
de futuro como si esto no tuviera importancia. Tampoco sabía que
tenía ese lado tímido. Me acompaña hasta la puerta de casa y me
dice buenas noches mirándome a los ojos a sabiendas de que no va a
obtener respuesta. Pero yo le doy una, un beso.
“Querido universo: Te
he escuchado.”
Alicia Salazar
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