Ya está, ya has llegado. ¿Y ahora qué?
Ya has visto las lágrimas que resbalan por el
interior de la última de las capas que protegen el foco del que emana la acidez
que se te pega a los ojos, como los acordes tristes en las noches de verano, y
al que solo llegas tras mucho desechar la suficiente cebolla como para pensar
que todavía no llegaste al destino buscado, que la parada es la siguiente a la
que indican todos los mapas y consejos.
Ya has oído el latido oculto bajo la distorsión de
un susurro que nunca logro calmar, el pensamiento inquieto que vibra en lo más
fundamental de mis fundamentos, materia sólida rota que rota sobre el eje
inverso al descrito por la teoría cuántica; no son mentiras, son salvavidas.
Ya has atrapado el olor a azufre que burbujea
entre mis entrañas, que ofrecen baño a Satanás que entre sulfhídrico rememora
la caída de todos los mitos e ilusiones. La condena a todos esos sueños de
justicia a vagar entre el rencor a un mundo que no se pudo cuidar. Alimentando
lo más enfermo que habito y que sin embargo conservo. Mal consejo no enterrar
recuerdos moribundos por peligro de contagio.
Ya has sentido las caricias rimadas a destiempo,
que como estrellas no son más que el destello de algo que paso y no supe ver; y
ahora, entre la oscuridad real que me rodea, alumbro mi camino a base de puntos
de luz de antiguas supernovas ya extintas. Gritos de viejos orgasmos en el
cielo que guían mi camino de forma errante para no perder la costumbre, de
adorar musas platónicas y despreciar la plateada luz que da la luna cambiante
del hoy y del ayer.
Ya lo has probado. Saboréalo. Revuélvelo en tu
paladar. Y escúpelo. Sabiendo que jamás volverás a captar la esencia de algo
que no habrías deseado degustar. Pero pregúntate, ahora que has llegado hasta
aquí. ¿Qué harás ahora conmigo?
Completaste el puzle con la mitad de las piezas
porque del resto me deshice en una bolsa agujereada que até con el cemento de
todos los proyectos sin terminar que comencé un día y de los que me arrepentí a
los cinco minutos de empezar. Ahora que has visto todas las vías por las que
escapé de la realidad hasta formar mi propio universo, respóndeme. ¿Huirás,
como siempre hice yo, o te quedarás para saber por qué aun así crecen las
flores en este páramo de soledad?
Drizzt Beleren
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