domingo, 5 de marzo de 2017

Cada noche

Como cada noche, había gastado toda su fuerza de voluntad en alejarse de aquel vaso y, como cada noche, había fallado. Hecha un ovillo sentada en la cama lo sujeta con manos temblorosas.

Mira las profundidades del vaso y el ambarino whisky le muestra con burla su reflejo. Oscuras ojeras, labios agrietados, ojos enrojecidos. Nada que no supiera ya. En la imagen proyectada por el alcohol todo parece menos real.

Desea meter todos sus recuerdos en ese vaso y hacerlos desaparecer. Es perfectamente consciente de que no podrá hacerlos desaparecer para siempre, pero con librarse de ellos por unas cuantas horas le basta.

Su sonrisa es amarga mientras se acaba el vaso lentamente, sintiendo como cada gota va borrando sus recuerdos y su dolor.

El mundo se mueve, difuminándose a su alrededor. La cabeza le duele un poco pero no le importa. Ingravidez. Le gusta esa sensación, la de no pesar nada. De repente tropieza y cae al suelo.

Es liviana como una pluma, se levanta sin problemas. Ligero dolor en la rodilla. Pero ella no siente nada, el dolor ha desaparecido por completo. Y eso le encanta. Es exactamente lo que necesita.

Bar. Luces cegadoras. Música atronadora. Tequila. No sabe donde está pero eso ha dejado de importarle hace rato. Otro bar. Más tequila. Canciones. Bailes. Besos. Risas. Se permite sentir felicidad por un breve instante. Otro bar. Soledad. Llanto. Negro.

La resaca y el dolor de rodilla reclaman su atención en cuanto abre los ojos.  Se da la vuelta y el espejo le devuelve su mirada perdida. Comienza con su rutina para esa clase de mañanas, empezando por lo fácil. Nombre. Edad. Trabajo. Anoche.

No recuerda nada, aunque tampoco quiere hacerlo. Suspira. Cojea fuera de la cama en busca de agua y ve la botella que dejó a mitad en la estantería al lado de sus libros. Se sirve otro vaso mientras piensa que ya se enfrentará a sus recuerdos otro día.


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