miércoles, 20 de abril de 2016

Sueños que son pienso para mi insomnio


La noche comienza a caer en la depresión que dejan atrás las estrellas, heridas abiertas de las brasas del día. Tan reales y, a su vez, tan infinitas casi consigo alcanzarlas con las yemas de mis dedos para, así, comprobar su existencia; pues soy el incrédulo que necesitó dinamitar parte de sus lágrimas para saber si no eran un espejismo que nos hacía más vulnerables. Sin embargo, de experimentos con mi insomnio descubrí que no somos más que el verso mal rimado de un aburrido poeta, que tan pronto emborronará nuestras vidas a su antojo, para hacer de nuestros días una eterna lluvia que haga escocer las llagas que brillan solitarias en el firmamento.

Rebusco entre las hojas de ese calendario, que con trivialidad acabó en el pozo del ayer, dónde quedaron los planos para el golpe de estado al sol, para así hacerme eterno en el bucle de mi propia memoria; qué ingenuidad. Ahora, la gula que habita en mi corazón por la propia mañana, no es más que el egoísmo de mis propios genes por la supervivencia. Es el miedo a amar demasiado el aire que inunda mis pulmones, que caiga en la locura del vivir, para −como de costumbre− acabar siendo poco más que un esqueleto desechado como restos de combustible. Es el miedo a no saber aprender de las despedidas en las que no me atreví a mirar a la cara del adiós.

Y cada pétalo que huye de la flor, cada amanecer que se escapa a la espera, cada latido que se apaga es para mí el susurro del reloj. Como si nos hubiesen contado el final de una pesadilla y, cada destello de lucidez, fuese agonía y sudor ante el miedo a despertar. No hay frenos en esta caída al espacio en la que la dirección de nuestros pasos a ciegas nos llevará al mismo destino.

¿Merecen la pena la sonrisa del diablo que, ante su ansiada libertad no consiguió más que el castigo de una eternidad que tanto deseo hoy?
Asciende el sol, que no se resignó a su ocaso, mientras mi respiración no sabe si podrá evitar que el insomnio vuelva a devorarme otra noche…

Drizzt Beleren

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