sábado, 16 de abril de 2016

La noche es salvaje

Cierro los ojos e intento concentrarlo todo en un solo instante. Dolor, pena, melancolía, rabia. Tumbada en el lago con los brazos extendidos como si estuviera muerta, es lo único que me hace sentir viva en este momento. No puedo creer que la abuela se haya ido. Ella y mi madre, las curanderas de la tribu, son todo lo que tenía. La abuela ha respondido a la llamada del mundo de los espíritus y nos ha dejado solas en este. Cloc. Cloc. Cloc. Una gota choca en mi frente y muchas otras hacen hondas en el agua. La lluvia cae cada vez más fuerte. Debería volver a la aldea, se está haciendo de noche ¡Alaqua!-grita Akule. Me conoce demasiado bien, sabía donde estaría. Logra convercerme de que vuelva y me ayuda a subir a la canoa. Por un segundo, en el lago, bajo la lluvia y atrapada en la intensa mirada de Akule, mi dolor se apacigua.

Al llegar mi madre, por fin, se tranquiliza y vuelve dentro de la tienda para descansar, pero yo no puedo dormir. Hago una hoguera y pinto parte de de mi cuerpo con barro y hierbas machacadas. Bailo y canto alrededor del fuego para pedir que el espíritu de mi abuela haya llegado bien a su destino. Mientras sigo con mi canto, veo una figura extraña de lejos que viene hacia mí. Conforme se acerca veo a una mujer que lleva las ropas de los blancos pero que es una de los nuestros y cuando, finalmente, está frente a mí, paro asustada al contemplarme en su rostro. Somos exactamente iguales. Como dos gotas de agua. Ella intenta formular palabra pero no puede. Levantamos las manos casi a la vez, despacio, muy despacio. Nos tocamos mutuamente la cara como queriendo descifrar el acertijo de este hechizo tan extraño ¿Quién es esta mujer que me ha robado el rostro? Mi madre nos ve desde la tienda y sale corriendo. Al llegar con el aliento entrecortado, mi otro yo la mira y asiente y con emoción se abrazan. La que se presenta como Mary es mi hermana gemela; eso me explica mi madre. Mi padre, del que hasta ahora pensaba que estaba muerto, es un blanco con el que mi madre tuvo una historia y de aquella historia nacimos nosotras.

Un colono poderoso que tras perder a un hijo y no pudiendo su mujer tener más supo que mi madre se había quedado embarazada y arrebató de sus manos el fruto que había salido de su vientre, el que pensó que había sido el único. Tuve la suerte de estar en aquel momento fuera con mi abuela. Solo teníamos dos años. Hace poco mi hermana obtuvo la verdad de un sirviente de nuestro padre. Pero Mary quien antes era Aiyana, ya no lo es. No solo se viste y se peina como los blancos, anda y se mueve como ellos, habla como ellos (yo solo sé algunas palabras mal dichas, como la mayoría de los míos) y probablemente piense como ellos. Pero, al fin y al cabo, ella es un milagro. Es curioso como MADRE nos quita y nos da, así se ha llevado a mi abuela y me ha dado una hermana.

Al día siguiente por la mañana vuelve de nuevo sola. Mi madre, yo y el resto de los aldeanos le hacen ofrendas de frutas. Es nuestra obligación compartir nuestras riquezas aunque sean escasas, la generosidad y la solidaridad son valores superiores en nuestro pueblo. Yo se lo enseño todo. Incluso, le convenzo para subirse a un árbol donde la vista del valle llega a ser para los que la contemplan un punto de equilibrio y armonía. Así lo es también para Mary cuando lo ve. Logra conectar con esa parte de ella misma que había sido apagada. Más tarde, cuando mi madre la tiene retenida en la tienda contándole viejas leyendas de la tribu, yo estoy afuera con Akule en una de mis clases de lucha (o juegos) cuando unos hombres blancos llegan en caballo.

El más mayor, se acerca y me coge del brazo gritando cosas que no entiendo. Akule levanta el cuchillo y los otros hombres blancos le apuntan con esas armas de fuego cargadas de demonios. Mi corazón late desenfrenado y mis latidos suenan tan fuerte como un tambor. Al oír voces Mary sale pidiéndolee que me suelte. Él se queda petrificado y me suelta. Todos bajan las armas. Mi padre se acerca a mí y me mira con esos profundos ojos azules que no he heredado como queriendo entender ese milagro que yo tampoco he conseguido comprender.

Sé lo que va a pasar a partir de ahora. Sé que mi vida va a cambiar para siempre pero solo depende de mí decidir cual es el camino que va tomar. No puedo convertirme en una de ellos. Yo formo parte de esto, del viento, del sol, de la tierra, del río. Si consiento que mi padre me lleve seré un pájaro enjaulado. Y así es, me exige que me vaya con él. Yo solo le pido una última noche con mi madre en mi hogar. Él me lo concede, vendrá a recogerme por la mañana pero entonces yo ya no estaré. A la noche, me despido de mi madre y de mi tierra por un largo tiempo, a ella la necesitan aquí. Akule se acerca a mí y con una sola sonrisa su petición ya está concedida. Marchamos juntos a caballo hacia una nueva vida en la que podamos ser libres. Quizás algún día podamos volver.


Después de todo, aun con el mismo rostro mi hermana y yo no somos iguales en absoluto. No fuimos criadas del mismo modo ni vivimos en el mismo mundo. Como suelen decir los blancos, ella es una dama de buenos modales, una señorita rodeada de cosas bonitas. Yo solo una salvaje que únicamente necesita ser libre para poder vivir. Al final, resultó que Mary era el día y yo la noche.

Alicia Salazar

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