miércoles, 22 de febrero de 2017

La tiranía de los Buitres


    Los buitres llegaron hace casi diez años, aunque parece que hubiesen estado allí toda la vida. En realidad, creo que realmente es así como pasó; pero que no fuimos capaces de darnos cuenta hasta que realmente las evidencias cayeron por su propio peso. Y, con ellas, cayeron también normas morales y pilares fundamentales de nuestra educación.

Sería difícil explicar si, desde que los buitres se instalaron en lo más alto, las cosas han mejorado o empeorado; ellos se limitan a expresar que, éstos, son solo comparaciones. Y no existe la objetividad comparativa. Lo que sí sabemos con toda certeza es que los buitres son destructivos, jamás construirán nada de las ruinas, aunque sí nos permitan hacerlo a nosotros. La pregunta es, ¿alguien querría hacerlo tras ver de quién serán pasto los sueños?

Ellos solo exigen sus diezmos.

Con ellos cayeron los dioses, los igualaron uno a uno hasta hacerlos tan banales que se deshicieron con un simple soplo de la cordura. Tras ellos, hubo terremotos sobre toda la superficie, agrietando lo más profundos dogmas establecidos, dejando entrever las raíces de una sociedad corrompida. De allí abajo surgieron monstruos: fantasmas de un pasado que ya creímos vencido, demonios hasta ahora invisibles a nuestros ojos y dragones que avecinan futuros inciertos. Con ellos, hidras de cien cabezas inmortales se enroscaron a nosotros, susurrándonos si la verdad merecía tanto la pena. Los buitres no protegen todo aquello, simplemente es la consecuencia natural de los desastres provocados, al fin y al cabo, nunca defendieron un ideal; solo quisieron destruir cuantos teníamos.

Finalmente, la brújula del bien y del mal se volvió loca. A partir de entonces, la flecha siempre nos señaló a nosotros, recordando que no existe juicio supremo que determine una ética global. Ahora los buitres lo son todo y, lo peor, es que ellos no son nada. Los buitres tan solo me regalaron dos ojos. Uno con el que desaparecieron los cuentos que nos engañaron y otro con el que ver las verjas que no nos hacen ser libres.

Los buitres aniquilaron la ignorancia que nos hacía felices. Nos quitaron las perdices en los finales, las mitades a nuestras naranjas, las palabras a nuestros rezos, los cimientos a nuestra azotea, por la que ahora nos vemos caer; sabiendo que, al final, acabaremos siendo alimento para los buitres, porque decidieron desvelarnos que nada escapa a su voraz apetito carroñero.

Drizzt Beleren

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