martes, 20 de diciembre de 2016

Conjunción equivocada.

"1+1 son 2" me decías cuando querías explicarme tu compleja mente, "aunque Fran Perea se empeñara en cambiar el rumbo de la historia". Luego te atrevías a comparar nuestra relación con esa suma simple, creyendo que por jugar en el eje gravitacional de mi cuerpo podrías conseguir ese resultado tan positivo.

No te querías dar cuenta de que en la vida real las ciencias son inexactas, igual que las relaciones interpersonales, que para mí son lo mismo. 

Yo trataba de encontrar las palabras exactas pero por aquellos días mi cerebro estaba en otra onda vital y obviaba los debates hasta las mil y una noches porque sabía que solo eran un consumo de glucosa exacerbado e innecesario.

Pero hoy puedo definir con más claridad lo que mi corazón se callaba entre el suspiro de sus latidos. En concreto, puedo entender con mayor acierto que las relaciones son ecuaciones complejas donde abundan muchos números. 

Abundan los ceros absolutos, esos que no aportan nada a nuestra vida pero que son fundamentales para que un puñado de cifras,
complejas,
reales,
racionales,
enteras,
naturales
y primas sean los que nos den un resultado estadísticamente significativo.

Son estas últimas las que puedes intuir que tienen algo de especial porque cuando han chocado contigo habéis empezado a generar multiplicaciones de sensaciones, emociones y experiencias. 

Es verdad que, de vez en cuando, alguno de estos números se acaba transformando en imaginario. Y, claro que otro puñado de ellos también te raja un poquito con la punta de sus restas, pero sabes que son así, que todos tenemos una herida en nuestra vida que puede alterar el orden de los acontecimientos, aunque no de los resultados. Porque son esa clase de cifras que, por mucho que puedan estar más o menos lejos de ti en esta ecuación de la vida, siempre van a darte más alegrías que tristezas. Porque, además, entiendes que en sus tristezas están las tuyas propias. Y existe ahí una especie de colaboración mutua donde, al final, siempre se consigue algo que, en valor absoluto, es precioso.

¿Y los dividendos? Bueno, claro que están. Siempre hay gente acechando tras tu espalda para cortarte en 2 o en 3 o en 4 o ... En muchos otros horrocruxes para hacer de tu vida un fragmento un poco más débil. Pero el camino de la vida también nos enseña a cubrirnos las espaldas para conseguir que el crujir de sus palabras no sea sino una forma de reafirmación de las nuestras. Además, todos tenemos claro que a veces dividir nuestra alma en varios pedazos o lugares es también una buena inversión a largo plazo.

Sí. Hay infinidad de números que nos acechan, nos marcan, nos recortan o nos amplían. Pero no quería acabar mi diálogo interno sino con una pequeña reflexión. Dentro de toda esta amalgama de cuentas y barullos operacionales, siempre hay algún número phi. Que parece que tiene una proporción casi perfecta con la naturaleza. Y no me refiero solo por su físico sino por su mente. Son esa clase de personas que sabes que no quieres dejar escapar,
o que te aterra que lo hagan.

Son esas cifras casi exactas, con todos los números que la preceden que marcan todas y cada una de sus cicatrices que les han hecho, les están haciendo y les van a hacer pero que no tienen miedo de ocultar. Porque saben que son esas otras cifras acopladas a su representación física las que les hacen más bellas, las que les hacen ser lo que son, las que les han construido hasta ahora. 

Las persona phi pueden parecer otra cifra más en la suma de la vida pero si algún día has tenido la suerte de encontrarte con alguna de ellas, sabes que esto es una falacia. Sabes que son números que solo hacen que elevar a la máxima potencia tus conocimientos, tus virtudes y tus defectos. 
Que saben leerte, 
recorrerte la mente y las dudas, 
aclararte las emociones, 
curarte las heridas, 
sangrarte la alegría 
y acompañarte en tus inquietudes. 

Que son capaces de ver en ti lo que nadie hizo antes. Y que, además, les gusta. Les encanta. Solo buscan eso: leer a otras personas y ayudarles. Pero no porque tengan un afán terapéutico-económico, sino porque lo necesitan para seguir sumando cifras a su puñado de experiencias.

Pero, de vez en cuando, ellos también sienten que alguna de esas cifras aparentemente simples son otro phi y deciden ir a por él porque saben lo valioso que es. Y cuando dos números así de preciosos se juntan, surgen cosas maravillosas que no puedo expresar con palabras porque cobra más sentido hablar de sentimientos. Y porque, además, la lógica dice que hasta que un hecho no es comprobado empíricamente, la teoría no es válida en ninguna de sus vertientes. 

Neko




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