jueves, 22 de diciembre de 2016

Tú y otras paradojas de Fermi


  Recuerdo haberte hablado de Fermi y su paradoja una noche de primavera. Lo hice como respuesta a una de tus preguntas mientras intentabas cazar las estrellas con las manos. Querías saber si alguien allí afuera querría saber de nosotros, o acaso no éramos lo suficientemente significantes como para suscitar la mínima atención. Te conté que Fermi se preguntaba por qué no habíamos logrado contactar con otros seres que habitan más allá del umbral del cielo si, años antes, Drake había propuesto una ecuación por la cual el número de éstos debía ser inmenso. Una de sus respuestas era que el resto de civilizaciones habían conseguido desarrollarse tanto que habían acabado aniquilándose a sí mismas. Entonces tú te mostraste intranquila y en voz baja, como todas esas veces que decías en alto un pensamiento del que te avergonzabas, susurraste que quizás los seres humanos éramos como galaxias, que cubiertos por sus propios miedos viven a años luz y, tal vez, jamás llegásemos a contactar de verdad entre nosotros; que jamás existiría un amor lo suficientemente fuerte como para durar toda la vida, porque acabaríamos aniquilándonos entre nosotros, para que todos nuestros recuerdos no fuesen más que pólvora estelar en el infinito.
Entonces te besé y te dije que no perdieses la esperanza, que quizás la ecuación de Drake estaba errada; que, quizás si reajustábamos los parámetros, nosotros podríamos llegar a ser lo que convierte las paradojas en simple matemática.

Hoy, tras una llamada a deshora y la posterior reunión entre caos y las lágrimas, acabamos llegando a esa conclusión que sabríamos que un día nos acabaría engullendo como castigo por jugar a ser dioses. Recuerdo habernos mirado a los ojos a través de la borrosa lluvia que tan solo percibían nuestras pupilas, ajenas a la mañana de agosto que había amanecido para el resto de la ciudad. Tú no parabas de repetir que ya lo habías previsto. Que el fracaso estaba destinado desde el momento en que empezamos a formar parte de esto. Pero yo, que creí en nosotros, te animé a pensar que todos los parámetros, esta vez sí, encajaban. Ahora tan solo podemos recoger los fragmentos que restan de los cuadernos de bitácoras, en los que aún quedan los versos que violaron las leyes de la física.

El experimento ha fallado. La hipótesis era incorrecta.

Drizzt Beleren

No hay comentarios: