Permíteme que te diga que mi respuesta es y será el Gato de
Schrödinger. Es todo, no hay más. Me miras como si no supieses de qué te estoy
hablando, pero te he nombrado otras veces a este dichoso gato. Voy a intentar
explicártelo, no quiero que creas que soy condescendiente. Pero creo que es la
mejor respuesta que puedo darte a esa pregunta que cruza tu mente de vez en
cuando, pero que nunca te atreverás a decir en voz alta.
Cuando todo acabó, cuando estallamos como si fuéramos una
supernova, cerraste todas la puertas, quemaste todos los puentes. Me borraste
de tu vida, para ti era más fácil negarme que aceptar lo que sentías. Nunca
fuiste mucho de aceptar tus errores. Ahora, de repente abres puertas. Esta
apertura tan poco probable ha causado un aumento de entropía en mi pequeño
mundo. Has vuelto a desordenar todo aquello que soy.
No te voy a mentir, me gusta la idea de que te hayas
arrepentido, de que aún queden trazas de lo que fuimos. Me gusta la idea de que
aún quede esperanza para nosotros. Sin embargo, no me gusta la idea de que todo
lo que fuimos se haya esfumado, que solo fuera un espejismo. Que fuéramos
efímeros.
¿Aún no lo entiendes? Tu cara de asombro me dice que no.
Estás intentando hilarlo todo, mis sentimientos contradictorios con ese tal
Schrödinger y su gato, ¿qué pintara el gato? Sé que si haces un esfuerzo te
acordarás del gato, haz memoria. ¿No? Bien te voy a recordar la historia.
Cuando Schrödinger quiso explicar el principio de
incertidumbre usó esta metáfora “si metemos un gato en una caja con una ampolla
de un gas tóxico no sabremos si el gato está vivo o muerto. Mientras la caja
siga cerrada las dos situaciones son posibles hasta que abramos la caja.”
Así que no he dado señales de vida, no he cruzado esas
puertas que has entreabierto, no he puesto un pie en los puentes reconstruidos
por miedo. Por miedo a la situación en la que se encuentre el gato. Puede que
el gato este vivo, puede que aún queden restos de nosotros, que podamos
reconstruirnos. Puede que no quede más que vacio y oscuridad, que solo quede la
nada más absoluta. Sin embargo, en este caso, creo que podríamos incluir una
tercera variable. El gato se está haciendo el muerto. ¿Has abierto esas puertas
para que yo de el paso? Pero, ¿por qué debería? Ya lo intenté. El gato no debería
tener miedo, no de mí.
Por ahora no quiero abrir esa caja, no quiero desatar lo que
hay dentro, no voy a ser Pandora.
Permíteme que te diga que te toca a ti, es tu turno, mis
puentes nunca fueron quemados, yo nunca me fui, aunque debí irme. Si tú abres
mi caja el gato estará vivo. Si abro tu caja ¿qué encontrare? No lo sé. Y, a
pesar de que soy científica, de que anhelo conocer todo aquello que me rodea,
no voy a hacerlo, no quiero saber la respuesta. No esta vez.
Así que a tu pregunta “¿por qué no has venido a buscarme?”,
mi respuesta es, y será, el gato de Schrödinger.
Halley
No hay comentarios:
Publicar un comentario