miércoles, 14 de diciembre de 2016

El gato.


Permíteme que te diga que mi respuesta es y será el Gato de Schrödinger. Es todo, no hay más. Me miras como si no supieses de qué te estoy hablando, pero te he nombrado otras veces a este dichoso gato. Voy a intentar explicártelo, no quiero que creas que soy condescendiente. Pero creo que es la mejor respuesta que puedo darte a esa pregunta que cruza tu mente de vez en cuando, pero que nunca te atreverás a decir en voz alta.

Cuando todo acabó, cuando estallamos como si fuéramos una supernova, cerraste todas la puertas, quemaste todos los puentes. Me borraste de tu vida, para ti era más fácil negarme que aceptar lo que sentías. Nunca fuiste mucho de aceptar tus errores. Ahora, de repente abres puertas. Esta apertura tan poco probable ha causado un aumento de entropía en mi pequeño mundo. Has vuelto a desordenar todo aquello que soy.

No te voy a mentir, me gusta la idea de que te hayas arrepentido, de que aún queden trazas de lo que fuimos. Me gusta la idea de que aún quede esperanza para nosotros. Sin embargo, no me gusta la idea de que todo lo que fuimos se haya esfumado, que solo fuera un espejismo. Que fuéramos efímeros.

¿Aún no lo entiendes? Tu cara de asombro me dice que no. Estás intentando hilarlo todo, mis sentimientos contradictorios con ese tal Schrödinger y su gato, ¿qué pintara el gato? Sé que si haces un esfuerzo te acordarás del gato, haz memoria. ¿No? Bien te voy a recordar la historia.

Cuando Schrödinger quiso explicar el principio de incertidumbre usó esta metáfora “si metemos un gato en una caja con una ampolla de un gas tóxico no sabremos si el gato está vivo o muerto. Mientras la caja siga cerrada las dos situaciones son posibles hasta que abramos la caja.”

Así que no he dado señales de vida, no he cruzado esas puertas que has entreabierto, no he puesto un pie en los puentes reconstruidos por miedo. Por miedo a la situación en la que se encuentre el gato. Puede que el gato este vivo, puede que aún queden restos de nosotros, que podamos reconstruirnos. Puede que no quede más que vacio y oscuridad, que solo quede la nada más absoluta. Sin embargo, en este caso, creo que podríamos incluir una tercera variable. El gato se está haciendo el muerto. ¿Has abierto esas puertas para que yo de el paso? Pero, ¿por qué debería? Ya lo intenté. El gato no debería tener miedo, no de mí. 

Por ahora no quiero abrir esa caja, no quiero desatar lo que hay dentro, no voy a ser Pandora.

Permíteme que te diga que te toca a ti, es tu turno, mis puentes nunca fueron quemados, yo nunca me fui, aunque debí irme. Si tú abres mi caja el gato estará vivo. Si abro tu caja ¿qué encontrare? No lo sé. Y, a pesar de que soy científica, de que anhelo conocer todo aquello que me rodea, no voy a hacerlo, no quiero saber la respuesta. No esta vez.

Así que a tu pregunta “¿por qué no has venido a buscarme?”, mi respuesta es, y será, el gato de Schrödinger.

 

 Halley

No hay comentarios: