viernes, 18 de noviembre de 2016

Te presento a mis demonios

Lo volví a hacer, lo siento. Volví a quedarme callado y a dejar que hablases. Volví a asentir a todo lo que decías como si te escuchase para después responder vagamente con monosílabos. Volví a preguntarte por las cosas de las que ya sabía que te encantaba hablar. Tan solo para poder trazar sobre la niebla los algoritmos que te describen y, así, poder modelizarte. Poder convertirte tan solo en constantes y variables, para controlar lo que me rodea. Pues el futuro no es más que una fórmula compleja cuya infinidad de componentes hacen que esté en constante cambio.

Podría ponerte mil excusas, decirte que la culpa no es mía; que no soy más que un hombre de ciencia que actúa por la voluntad de un ente ajeno como es el conocimiento universal, pero te estaría mintiendo. Soy egoísta, como lo son las flores con el aire, al que adulan con exquisitas fragancias tan solo porque les alimenta. La ciencia es tan solo el medio para poder apropiarme de una realidad demasiado difusa, y poder llegar a cerciorarme de todos y cada uno de mis pequeños dogmas, esos que les quitan el sentido a todos nuestros pasos.
Pero entiéndeme. Yo que siempre ando sobrio de vida por miedo a no ser el dueño de mis pensamientos. Yo que vertí mil lágrimas por no poder comprender lo absurdo de la humanidad. Yo que vi el final de este juego en el que nunca se gana. Yo que fui muñeco golpeado como divertimiento general. Entiende que tenga miedo de enamorarme de ti y quiera buscar en ti los patrones que no quiero encontrar allí donde busco, seguramente porque inspira más la luna creciente, que todavía sueña a lo grande, que la luna llena, que se desinfla tras el vacío de las metas vencidas.


Drizzt Beleren
 

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