martes, 1 de noviembre de 2016

Cosmos



Al observar el cielo vemos que hay varios tipos de cuerpos celestes. Hay estrellas, grandes y poderosas, creadoras de vida. Hay planetas, cuerpos que siguen una trayectoria concreta alrededor de su estrella. Hay asteroides, trozos de planetas que no pudieron formarse. Y, por último, hay cometas, cuerpos errantes que, en teoría, tienen una órbita determinada.

De todos ellos, yo soy un cometa. En muchas ocasiones tengo las cosas claras y soy segura de mi misma, sin embargo, pequeñas perturbaciones gravitacionales a mí alrededor me hacen desviarme, me hacen sentir miedo. 

Una peculiaridad de los cometas es que cuando pasan cerca de una estrella podemos ver su estela, la cual está hecha de polvo, gas y hielo que se funde. Pues bien, esa peculiaridad es otra de las cosas que me hacen parecer a un cometa, soy de hielo, o eso creía. Creía que era fuerte y dura, como esas rocas errantes. Sin embargo, colisioné con otro cuerpo celeste, otro cometa sin rumbo. Fue tal la colisión que quedamos orbitando el uno con el otro, desafiando a la gravedad. No podía escapar de su órbita, en realidad, no quería.

Fui perdiendo mi coraza, mi hielo, mi protección. Quedé desnuda girando a su alrededor, enamorada de su gravedad. Y de repente todo acabo. Salí despedida con tal fuerza que perdí parte de mí en aquel torbellino de sentimientos. 

Ahora estoy herida, flotando por el cosmos, buscando mi órbita. Evitando perturbaciones gravitacionales. Poco a poco me reconstruyo, mi coraza vuelve, mi querido hielo recubre mi corazón. Pronto saldré de mi refugio, volveré a mi individualismo. Volaré por el cosmos fuerte y segura. Pronto volveré a ser errante. 

Porque yo soy Halley.


Halley

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