viernes, 20 de febrero de 2015

Sexto arte



Dos letras eran. Flotaban en el limbo de las historias no contadas, los pecados inconfesados y las verdades a medio decir. Allí donde no pasaba nada, probaron suerte en alguna que otra página, pero nunca le encontraron el sentido. Rodeadas de trazos insulsos, esperaban encontrar la salida.

Dos letras eran y, de repente, el Big Bang. Un libro que empieza. Al principio, se encontraron en un par de frases rebosantes de curiosidad. Se volvieron a cruzar, como por casualidad, en vocativos que hablaban de dejarse llevar. Se empezaron a encontrar tan a menudo que crearon expresiones desconocidas para ellas y hablaban de amor a todo aquel que quisiera escucharlas. Formas, colores, emociones… juntas podían vencer cualquier barrera, lo podían todo.

Dos letras eran y, sin embargo, no siempre tenían cabida en las mismas palabras. Así comenzaron las interjecciones. Una arañaba con interrogantes; la otra arrojaba exclamaciones. Las que habían bailado y brillado convirtieron los títulos en notas al pie. Ellas, que creían dominar el arte de la conjunción.
 
Dos letras eran y, sin esperarlo, un punto.

Djalí.

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