Solo había una palabra resonando en mi interior,
como un eco que reverbera constantemente, fruto de la furia que ardía en mí:
Venganza.
La noche cubría mis pasos y el sonido de mis
zapatos contra el acero eran suaves pero firmes. Mis pasos eran claros, fríos y
equidistantes; tan solo buscaba un objetivo que tenía más que estudiado.
Venganza.
Aquella palabra era mucho más que ocho letras.
Contenía el nombre de mis tres hermanas que murieron ante el poder que
gobernaba nuestra realidad. La prensa virtual hablaba del S.XXIII como el siglo
del bienestar global en el que el ser humano disfrutaba de la vida
contemplativa e intelectual, relegando el trabajo físico y forzado a seres
programados virtualmente. Sin embargo, había partes sueltas en aquel puzle y, a
la vez, éramos piezas tan necesarias... Así que mis dedos no temblaban al coger
mi arma, pues eran dominados por la venganza.
Dos estantes de un mismo armario bien
diferenciados. Arriba, los dueños de todo aquello que pisabas. Dueños de la
tierra, de lo construido y del aire que respirábamos; pues suyas eran las
máquinas depuradoras de oxígeno que nos permitían resistir en este planeta
muerto como necrófagos insaciables. Junto a ellos, los intelectuales. Los
nuevos perros guardianes. A cambio de toda comodidad, creaban, pensaban y
transformaban la realidad con un solo propósito; hacer ganar todavía más a “los
señores” como así se hacían llamar, para ser mantenidos en su burbuja. A todos
ellos les llegaría su venganza.
Abajo, nosotros. Hacinados en cómodos estantes
de 50 metros cuadrados de altos rascacielos, dormitamos dejando morir las
horas; esperando ver un nuevo sol tras la cortina de niebla. No tenemos nada
que hacer. Las máquinas nos libraron del trabajo y toda información nos llega
a nuestro cerebro sin intermediarios: conocimientos y actualidad. Todo
transmitido por un sistema virtual controlado por los señores. Ellos nos
mantienen, todos iguales; todos muertos. Nos acusan de que realmente pedíamos
esto cuando exigimos igualdad, nos recriminan ser culpables de la
superpoblación, y nos recuerdan que es el sistema que ellos mantienen el que
alimenta nuestros estómagos. Estas falacias serán calladas con nuestra venganza.
Rezo porque realmente haya funcionado y hayamos
sido capaces de extraernos los chips que indican nuestra localización en
todo momento “por seguridad”. A ojos del estado madre, la red virtual que lo
comunica todo, dormimos en nuestras celdas como una noche más. La realidad es
que más de la mitad de la población huyó lejos de la ciudad hace ya dos horas y
que yo, busco venganza.
Sala de control, nadie vigila, no detectan
ninguna presencia. Bajo por las escaleras que no se activan y llego al núcleo
de madre estado. Muchos dicen que tiene conciencia propia, otros que son
cerebros conectados de siervos que hicieron desaparecer en su día, los señores
aseguran que es el mayor descubrimiento en la historia de la humanidad. En cuanto
dispare, una reacción nuclear acelerada en cadena acabará con ella y con todo
lo que no ha huido de esta ciudad, yo incluido. Tengo miedo y tiemblo, no
quiero honor ni gloria, no quiero eternidad ni justicia; solo quiero Venganza.
Drizzt Beleren
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