Pasaron muchos años
hasta que Clara consiguió hacer una pirouette. Aquella
posición que hacía la bailarina de porcelana de su cajita de
música, esa muñequita que giraba y giraba mientras escuchaba una dulce armonía. Era lo único que conseguía adormecerla cuando
todavía solo podía soñar con ponerse por fin sus primeras
zapatillas de punta y bailar sobre ellas. Me acerco hasta la puerta
medio abierta de su clase en la academia de baile y allí está. Cada
paso que da es como si escribiera la siguiente línea de la historia
más hermosa del mundo.
-¡Otra vez! Primera
posición y... plié... effacé...-verla bailar es algo
maravilloso, es como etérea, simplemente parece que está volando.
Me ha visto pero ella no
se desconcentra, sigue moviéndose con delicadeza y fluidez, como el
agua. Al acabar y hacer su pausa, le doy el bocata que ha encargado
del bar donde trabajo. Clara tiene ensayos todos los días menos domingos y lunes de nueve y media de la mañana a seis y media de la tarde con
solo cinco minutos de descanso entre cada hora. Yo también sé lo
que es tener un jornal intenso aunque de una forma distinta. Tengo
dos trabajos para mantener a mi familia.
Somos buenos amigos a
pesar de que pertenecemos a mundos distintos. Yo no tengo medios
para desarrollar mi pasión, solo dos manos para llevar comida a
casa. Aunque a veces necesito escaparme de todo un rato. Un artista
sin alas puede llegar a perder la razón. Soy un músico
callejero o lo que la vida me ha dejado ser. Mi pandilla y yo hacemos
esto cada viernes por la tarde en la plaza más transitada del
barrio. Cogemos cajas de madera para crear el ritmo, sacamos las
guitarras, hacemos que la gente toque palmas, bailamos unos pasos
informales y descarados para ponerle nuestra marca personal y canta
el artista desconocido más salao de España. Yo. Cantar siempre ha
sido mi red de seguridad, así logro evadirme de los problemas. Mi único amor es la música, aunque mis amigos
dirían que también lo son las chicas del barrio a las que yo suelo
llamar obras maestras. Ahora se han empeñado en que Clara es para mí
una de ellas, pero no se trata de eso sino de admiración.
Desde que somos amigos me
ha enseñado muchas cosas, me ha llevado a museos, me ha hablado de
sus viajes, de su sueño de bailar en la Opera de París... A ella no
le importa de donde venga solo hacia donde vaya. Mi percepción del
arte cambió el mismo día que la conocí. Se estaba haciendo de
noche pero teníamos bastante público y nos alargamos. Mi hermanito
Luis estaba recogiendo más dinero que nunca en su gorra. Un éxito
de día. Sin embargo, una voz firme paró el show:
-¿Eso es lo mejor que
sabéis hacer?-preguntó Clara saliendo del resto de corrillo de
gente.
¿Una chica en mallas
desafiándonos? ¿Se proponía arruinarnos? Teníamos que reaccionar.
-Si puedes mejorarlo no
te cortes-dije.
-Vosotros tocad-se
atrevió.
La joven se puso en
puntas hasta quedarse solo sobre una pierna, con la otra doblada
sobre su rodilla y alzando los brazos hasta juntar sus dedos sobre su
cabeza. Clara se había convertido en la muñeca de su cajita de música con aquella
pirouette. Trataba de impresionar y realmente lo hizo.
Miguelín improvisó un ritmo en la caja y Juan tocó la guitarra.
Aquella insolente nos dejó helados. Por supuesto, redoblamos los
ingresos con esa combinación de estilos tan original.
Algunas de las cosas que
aprendí de mi amiga la bailarina es que a veces no es solo un
cuadro, una canción, un poema o una coreografía. A veces el arte se
esconde en una sonrisa, en una mirada o en una caricia. Otras está
en el éxito pero también en un fracaso porque te permite estar más
cerca del logro. Somos humanos porque caemos pero también porque
somos capaces de levantarnos y seguir luchando. Humanos que buscamos
la belleza hasta en el más mínimo detalle, ya que si prestas
atención quizás veas la chispa de algo maravilloso. Algo mágico y
apasionante que ciertas personas llaman amor, otros milagro y algunos
locos como Clara y como yo lo llamamos ARTE.
Alicia Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario