Eran y seguían siendo ellos dos,
siempre. Se amaban como no habían amado a nadie antes lo que les hacía odiarse
de vez en cuando. Él era un artista frustrado que pagaba todas sus desgracias
con ella. A veces, cuando acababa de pintar y miraba su trabajo sentía que no
había trazado bien ni una sola línea. Era el peor momento de cada día, eran los
momentos más amargos de su frustrada vida.
Ella había tenido un único sueño en la
vida, escribir una gran obra maestra. Esa había sido siempre su gran ambición
pero por mucho que lo había intentado nunca le gustó una sola línea de las que
escribió. Su vida era como la de él, una gran frustración.
Sarasvati
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