miércoles, 25 de febrero de 2015

Ojo por ojo

-¡Señorita Gómez! ¡Señorita Gómez! Responda a la pregunta del Señor Fiscal, por favor-las palabras del juez resonaban en su cabeza como si fuera eco.
Miró al frente y observó al fiscal y al resto de la sala posando sus fijas miradas en ella.
-Sí, estaba en la fiesta. Aunque entonces ya llevaba unas copas de más, estoy bastante segura de que a esa hora estaba en el piso de arriba de la casa... con Samuel Santos. No creo que sea necesario añadir lo que hacíamos allí. Él puede corroborarlo-afirmó segura.
-Tenemos entendido que usted y la víctima habían tenido sus roces en la Universidad, con su hermana pequeña, en el bar donde usted trabaja...-insinuó la culpabilidad de la sospechosa.
-Con todo mi respeto, Señor Fiscal. Si matáramos a todos los gilipollas que nos ponen la zancadilla cada día, quedaríamos pocos en la Tierra-dijo irónica y la sala entera trató de contenerse la risa.
-La víctima aparece acuchillada en unos matorrales del barrio no tan alejados de su casa ¿Usted cuando se entera de lo sucedido?-preguntó el fiscal.
-Cuando se para la música y Samuel y yo escuchamos gritos y alboroto afuera. Entonces, bajamos y nos enteramos de que Irene ha aparecido muerta.
-¿Sospecha de quien podría tener intención de acabar con su vida?
-Muchos la odiábamos. Realmente la mitad de los que fuimos a su fiesta de cumpleaños estábamos invitados por ser de su clase, para presumir y para que su fiesta tuviera más ambiente. Ella era así. Pero no era para acabar con su vida, no se me pasa por la cabeza quien pudo hacerlo, lo siento.
-De acuerdo, hasta aquí mis preguntas a la testigo, Señoría. Gracias, Señorita Gómez.
Letrados, testigos, agentes encargados del caso y España entera desde sus televisores se planteaban si Sandra Gómez sería capaz de matar a esa petarda que todos odiaban. A veces pensaban que sí, que quizás sí tenía la suficiente sangre fría y odio hacia la Irene. Otras con esa cara de indiferencia hacia el mundo y esa despreocupación por algo que no fuera ella o los suyos junto con su coartada con Samuel Santos la descartaban como sospechosa.


Los agentes de policía encontraron en el tronco del cadáver de Irene una frase escrita en mayúsculas con sangre que decía: “Y DIENTE POR DIENTE”. Días más tarde y gracias la declaración de una testigo, la policía obtuvo una pista clave, pero las averiguaciones surgieron paulatinamente. Por lo visto, Sandra había dejado encerrada a Irene sin quererlo y pensando que ya no había nadie en la sala de ordenadores durante quince minutos (hasta que le abrió una empleada de la limpieza de la Universidad) por lo que Irene ya no pudo entrar a una clase práctica evaluable y obtuvo menos nota. A partir de entonces Sandra se convirtió en la nueva diana de Irene y empezó a martirizarla. Le quitó al chico que le gustaba, hacía bullying a su hermana cuando se la encontraba volviendo a casa por su barrio, se burlaba de ella en cada una de sus participaciones en clase añadiendo datos y comentarios que la ridiculizaban, iba al bar donde trabajaba Sandra, le tiraba lo que le traía y le hacía limpiarlo y, por último, se había encargado de que nunca consiguiera el trabajo que quería no solo compitiendo por el mismo puesto sino también hablando pestes de ella a aquellos que podían facilitarle acceder a él. En una de la ocasiones en las que defendió a su hermana le preguntó que por qué le hacía todo esto, a lo que Irene respondió-Ah, ojo por ojo...-una vecina del barrio lo escuchó. El escrito en el cuerpo sin vida la Malvada Bruja del Oeste de la Universidad era la respuesta de Sandra. Se descubrió que Sandra había pagado una gran cantidad de dinero a un vagabundo del barrio con antecedentes penales para que asesinara a Irene en la fiesta de cumpleaños a esa hora mientras seducía a un chico para tener las espaldas cubiertas. Un plan demente y retorcido para una chica de 21 años. En aquellos días de sufrimiento por las torturas psicológicas de Irene se había repetido al menos mil veces la frase que su verdugo le había dicho con el único deseo en su corazón de ansias de venganza. Ahora ha de pasar diecisiete años en prisión. Dicen que se pasa las noches en vela repitiendo: “Ojo por ojo y diente por diente”.
Alicia Salazar

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