“Dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar, nunca
saber dónde puedes terminar o empezar…”. Claro que sí. Con esta frase rompiste
mis esquemas y mis ideas, mis pretensiones y mis deseos.
Rompiste más de lo que esperaba que tú pudieras llegar a ansiar de mí.
Cuando comencé a conocer tu nombre
solo pensé que serías una tontería más, pero cuando te presentaste en mi casa
me acojoné de verdad. Conforme te describían, mi corazón comenzaba a
ilusionarse e incluso dejé de lado determinadas características que en otro
momento habrían sido fundamentales en mi diagnóstico, en mi decisión.
Pasaron los días y lo poco que hice
contigo me hizo reír más que lo que me había reído en el último año. Y tu
sonrisa, tu jodida sonrisa…
No sabía cómo pero, de repente, me
ilusionaba que me hicieras preguntas estúpidas o me gastaras bromas por las
que, con otros, ya habría desistido y habría echado a correr.
Pasaron las semanas y entonces el
destino, que llevaba demasiado tiempo esperando para golpearme, me hizo caer de
bruces contra la realidad. Tu realidad, mi fantasía y tu vida que estaba en
manos de otra. De una estúpida que nunca sabrá hacer contigo todo lo que yo
podría haberte enseñado sobre ti mismo.
Fue así cómo, sin querer, me vi
batallando contra mis propios ideales. Yo, que antes alardeaba de fría y
calculadora, había acabado encaprichándome de alguien que no tenía en mis deseos.
Que no era mi tipo. Y que solo tarareaba de vez en cuando la canción que yo
tengo como filosofía de vida.
Nunca creí que el destino estuviera
tan en mi contra. Nunca… hasta que llegaste tú. Hasta que desestabilizaste mis
esquemas y me hiciste desesperarme como nadie lo ha vuelto a conseguir.
Es llamativo que lo que nunca empezó
comenzara en el mismo mes en el que caí rendida a los pies de otro poeta. Es
llamativo que el mes más frío del año sea el que me hace calentarme las
intenciones entre palabras y sueños en manos ajenas.
Y, lo que más me jode es que, aun
ahora, estoy esperando que lo que nos separó nos vuelva a unir. Que un golpe de
suerte nos haga reunirnos de nuevo y que, tú, por fin, te dejes llevar y
quieras jugar al azar conmigo.
Neko
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