Dicen que deliro, que
digo cosas sin sentido, que miento, que invento o que sueño
demasiado, que lo que hay en mi cabeza son solo alucinaciones...
Dicen que estoy loca, pero no es cierto. Yo sé lo que viví. Dicen que
no es culpa mía, que es normal después de un naufragio donde tuve
que subsistir sola mucho tiempo, pero Tommy estaba conmigo, mi
compañero de trabajo. Era más que un amigo. Investigábamos una
nueva cura con propiedades que solo podíamos encontrar en un terreno
natural de Oceanía. Por supuesto, mi padre, un hombre importante, se
oponía. Se suponía que íbamos a una expedición en un islote algo
alejado de una isla de la Polinesia, solo haríamos un reconocimiento
de la zona y recogeríamos muestras del agua, de la tierra y de la
vegetación. Sin embargo, nos abandonaron. Ellos afirman que en una
tormenta el barco se fue a la deriva en algún punto del Pacífico
mientras yo (en realidad nosotros) estaba en tierra. Mentira. Se
marcharon.
Estábamos solos, sin
nada más que algunos libros y los instrumentos de estudio. Nos
ayudamos con los que nos podían servir y nos organizamos de la mejor
forma que supimos para sobrevivir. Puedo asegurar que el Pacífico da
mucho más miedo de noche que de día. En la oscuridad el océano
parecía acechar contra nosotros. No era el único. La noche era
peligrosa, los días pasaban lentos y nosotros seguíamos
encarcelados en aquel reloj de arena. Tras dos meses sin noticias,
regresaron. Nunca podré olvidar el momento que se ha convertido en
mi pesadilla. Tres hombres bajaron de una lancha motora y cuando
Tommy intentó pedirles ayuda, uno sacó su pistola y le pego un
tiro en la cabeza. Grité porque me desgarraba el dolor. Me cogieron
y me llevaron de vuelta a casa. Para el mundo mi vuelta fue un
milagro. Todo había cambiado. Ahora nuestros apuntes con los avances
de la cura se han esfumado, nunca la he estudiado, mi viaje solo fue
una petición de la universidad y Tommy nunca ha existido. Les vino
de perlas que su única familia fuera un padre viejo y enfermo en un
asilo ¿Qué hago? ¿acudo a la policía? ¿busco pruebas y testigos?
No hay nada ¿Río? ¿lloro? ¿chillo? Aquí estoy más sola que en
la isla.
Me han puesto medicación
y tengo la “suerte” de seguir en casa por el médico privado de
mi padre. Él tiene que haber tenido algo que ver, lo sé, ha debido
vender la cura al mejor postor pero no tengo recursos ni medios para
demostrarlo. Mientras tomo la pastilla azul de las cinco reposo mi
cabeza pensando en la fórmula de la cura, en la isla, en Tommy, en
esa bala... Me siento cansada y me duermo. Mi mente está inquieta.
Cuando despierto me siento confusa ¿ha sido un sueño? No, intentan
engañarme... ¿o no? ¿estoy loca? no... ¿o sí? Ya no distingo la
fantasía de la verdad. Ya no sé qué es sueño y qué es real.
Tommy no es un personaje de mi imaginación ¿verdad? Siento el dolor
de su muerte en mi estómago, pero el psicólogo me contó que a
veces las ilusiones de nuestro cerebro son tan fuertes que parecen
ciertas de modo que, incluso, sentimos las emociones de la propia
ficción. Nada de esto tiene sentido ¿Lo estoy olvidando o estoy
despertando?
Toca la pastilla rosa de
las nueve. La trago y dejo que me engañe o me tranquilice o me
enseñe otro mundo en el que, según ellos, es realmente donde
vivo... Estoy agotada. El dolor es muy intenso para seguir viviendo
con él. Decido dejarlo ir, decir adiós a Tommy, olvidarle aun
sabiendo que una vez que lo elimine de mi memoria su paso por el
mundo quedará perdido para la eternidad. Lo olvidaré a él y a ese
sueño que no sé bien si viví pero que me hace daño. Finalmente,
dejo caer mis párpados suponiendo que cuando abra los ojos él ya se
habrá ido para no volver. Para quedar en el olvido. Antes de perder
la parte consciente de mi mente y extraviarme en el siguiente sueño,
murmuro-"Hasta siempre, Tommy".
Alicia Salazar
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