lunes, 29 de septiembre de 2014

30 monedas de plata

El frescor de la noche iba en aumento conforme las horas morían ahogadas entre el silencio y la humillación. El huir de las hojas que caían de los árboles era, metafóricamente, justicia poética. Los ojos del mundo permanecían distraídos ante la rutina de su rodaje, todo era tan monótono.
Acicaló su barba, más preocupado por su rastro que por su higiene, por tercera vez desde que el sol se ocultó a lo lejos. A escondidas dejó su casa, y merodeó los alrededores indeciso ante sus actos. Repasó sus andares tres o cuatro veces, preguntándose si su mente no estaría envenenada, si la demencia se había apoderado de sus sentidos; suplicando que todavía estuviese soñando.
Al fin llegó un carruaje tirado por dos corpulentos caballos, cuyas crines ocultaban sus ojos de la traición, dejando la ceremonia sin más testigos que las estrellas. Dos hombres encapuchados, con las sonrisas agazapadas tras la vergüenza, aparecieron tras una pequeña cortina que hasta el momento bloqueaba las intrusas visiones del interior. Sin gesticular, sin permitir un solo gesto delator, aquellos hombres reanudaron su marcha al anonimato, sabiendo que la llama había comenzado a prender los primeros hilos de la cuerda que llevaba a su objetivo.
Allí continuaba él con el semblante impasible, perdido en su propio laberinto de locuras. Caóticos juicios sin sentencia llovían sobre su cabeza, atormentando su respiración. De pronto, fue consciente de que tras los misteriosos viajeros había una pequeña bolsa, la tomó en la mano y leyó la nota que la acompañaba: “Tan solo un beso”. Junto a aquella nota, unas treinta monedas de plata cotizaban su amistad.

Dos días después, tumbado en el tronco de un árbol, bajo el abrigo de la luna, miraba a los ojos distraídos de su amigo, intentando buscar la verdad de sus palabras. Tras mucho tiempo de oscuridad interior había logrado comprender el significado de la amistad, sintiéndose incapaz de realizar la misión que el destino le había otorgado. Se perdió entre el olor de sus sueños y, víctima del cansancio, se hundió dormido en su confusión.
Como la primera vez, se le volvió a aparecer en visiones. Él imploró clemencia, pidió perdón por sus pecados, suplicó no tener que hacerlo, una vez más.

Parece que no vislumbres entre la maraña de tus sentimientos la realidad de los hechos. Eres la llave que abre los ojos de la humanidad, la compuerta que desbordará los mares que inunden las almas perdidas sin dirección. Escucha, Judas, permanece atento. Libramos la batalla más dura a la que jamás nos enfrentaremos, batalla que requiere de sacrificios. Nos encontramos en los últimos latigazos de una guerra sin cuartel, una lucha basada en la estrategia y la inteligencia, donde los más cautelosos son los vencedores. Satán se cree con todo ganado, cree que se apoderará de este mundo, confía fielmente en su venganza. Pero tú, Judas, entregarás a los hombres lo que es de los hombres. Darás vida al hijo de Dios. El ser humano debe pagar el pecado original que cometió, y este será el sacrificio. Con su muerte, tendremos el mártir que representará nuestros valores. Debemos sacrificar nuestra pieza más preciada para dar muerte final al enemigo. Tú eres el elegido. Serás reclutado para el Ejército Celestial, que salvaguardará el orden del más allá. Debes ser el héroe que será convertido en villano, pero tu corazón pertenecerá al Reino de los Cielos.”

Judas despertó de su retiro, se levantó buscando la comprensión en los ojos de su maestro, y dio el mayor beso de amor en la historia de la humanidad.



Drizzt Beleren

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