Mantengo apoyada mi
cabeza en los barrotes de mi celda mientras mi compañero sigue
escribiendo su carta. Entonces, los guardias vociferan que nos
echemos para atrás y abren las verjas. A continuación, nos hacen
caminar en fila bajando las escaleras hasta la sala de abajo y
esperamos al Director General de la prisión. Una vez llega, nos mira
como a ratas sucias y dice:
-Bien, señoritas, tengo
una oferta que llega desde altas esferas-afirma sin dar
nombres-tenemos un producto químico que podría llegar a ser un
medicamento para personas con problemas psicológicos. Sin embargo,
os necesitamos para ver si el resultado es positivo o no en los seres
humanos o hay que perfeccionarlo más. Es realmente potente. Por eso,
tras hablar con la empresa, os propongo una oportunidad única: Los
que prueben el supuesto químico y sobrevivan serán libres de
inmediato y se borrarán sus antecedentes penales por arte de magia.
Es voluntario.
-¿Pretendéis usarnos
como conejillos de indias con un producto muy potente para locos del
que no sabéis cuales son sus efectos?-pregunta Seisdedos.
-Exacto-responde el
Director General-lo has captado. Si no hay voluntarios escogeré a
algunos de vosotros pero ya no tendréis la posibilidad de ser
libres.
La mayoría dice que
prefieren conservar sus vidas, pero hay cuatro hombres que dan un
paso adelante. Yo lo pienso detenidamente y hago lo mismo. Tengo que
volver a casa, mi hija me necesita. Nos llevan a los cinco a un
cuarto apartado y nos sentamos en varias sillas donde nos atan de
pies y manos, nos conectan con unos cascos unidos por unos cables de
colores y nos introducen el específico en una inyección.
-Dulces sueños-se
despide de mí el guardia que me asigna el producto mientras poco a
poco mi vista se nubla y finalmente caen mis párpados.
Despierto en mi mente
mucho más consciente que en un sueño normal. Es de noche y estoy en
un bosque tenebroso. Empiezo a oír voces, son los otros cuatro. Sigo
mi camino y, al rato, escucho gritos cada vez más cerca, me escondo
tras un árbol y veo como una serpiente enorme devora a Hugo Navaja.
Sigo oyendo voces pero opto por ignorarlas y correr hacia delante.
Los delincuentes más sanguinarios están siendo derrotados por sus
peores pesadillas. Al final encuentro una casa. Mi casa. Parece
vacía. Entonces, me giro y encuentro a mi mujer agonizando de dolor,
un cuchillo que llevo en mi mano se ha clavado en su vientre y ella
murmura: “Me has matado”. La sujeto llorando intentando parar la
hemorragia con mis manos, pero es inútil y muere.
-No, no, no... yo no fui.
Ya sé que es mi culpa, debí estar en casa en vez de emborrachándome
en el bar, pero yo no la maté-gimoteo.
Sin embargo, sí era
culpable de asesinar al que pensaba que la había matado, un
ladronzuelo más como yo del barrio. Era una cuestión de venganza
que debía zanjar por mi cuenta pero que me supuso alejarme de mi
niña. En aquel momento aparecen tres como el hombre al que maté y
me atacan, pero ellos, aunque más, son pequeños y yo tengo el doble
de fuerza, así que acabo con dos. El último queda herido en una
esquina de la cocina. Estoy apunto de acabar con él cuando aparto mi
puño de su cara y le cojo del cuello de la camisa para que se entere
bien:
-No sé si fuiste tú o
no de verdad, pero no sirvió de nada porque ni me devolvió a
Claudia ni se reconoció que tú la mataras si realmente lo hiciste,
así que lárgate de aquí antes de que me arrepienta-sale corriendo
de la casa y esta desaparece a mi alrededor junto a mi rabia, el
arrepentimiento y la culpabilidad de todos estos años. Como si me
hubiera perdonado a mí mismo.
Justo ahí, siento un
mareo y caigo redondo al suelo.
Al abrir los ojos me
encuentro en un banco a las afueras de la ciudad de noche. Está
lloviendo. Me levanto y al darme cuenta de que lo he conseguido,
sonrío, extiendo mis brazos dejando caer mi cabeza hacia atrás y
suelto un grito de alegría. Soy libre. Libre de las pesadillas que
atormentaban mi cabeza. Libre para comenzar una nueva vida junto a mi
hija. Es hora de volver a casa.
Alicia Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario