miércoles, 17 de septiembre de 2014

La cárcel de las pesadillas

Mantengo apoyada mi cabeza en los barrotes de mi celda mientras mi compañero sigue escribiendo su carta. Entonces, los guardias vociferan que nos echemos para atrás y abren las verjas. A continuación, nos hacen caminar en fila bajando las escaleras hasta la sala de abajo y esperamos al Director General de la prisión. Una vez llega, nos mira como a ratas sucias y dice:
-Bien, señoritas, tengo una oferta que llega desde altas esferas-afirma sin dar nombres-tenemos un producto químico que podría llegar a ser un medicamento para personas con problemas psicológicos. Sin embargo, os necesitamos para ver si el resultado es positivo o no en los seres humanos o hay que perfeccionarlo más. Es realmente potente. Por eso, tras hablar con la empresa, os propongo una oportunidad única: Los que prueben el supuesto químico y sobrevivan serán libres de inmediato y se borrarán sus antecedentes penales por arte de magia. Es voluntario.
-¿Pretendéis usarnos como conejillos de indias con un producto muy potente para locos del que no sabéis cuales son sus efectos?-pregunta Seisdedos.
-Exacto-responde el Director General-lo has captado. Si no hay voluntarios escogeré a algunos de vosotros pero ya no tendréis la posibilidad de ser libres.
La mayoría dice que prefieren conservar sus vidas, pero hay cuatro hombres que dan un paso adelante. Yo lo pienso detenidamente y hago lo mismo. Tengo que volver a casa, mi hija me necesita. Nos llevan a los cinco a un cuarto apartado y nos sentamos en varias sillas donde nos atan de pies y manos, nos conectan con unos cascos unidos por unos cables de colores y nos introducen el específico en una inyección.
-Dulces sueños-se despide de mí el guardia que me asigna el producto mientras poco a poco mi vista se nubla y finalmente caen mis párpados.

Despierto en mi mente mucho más consciente que en un sueño normal. Es de noche y estoy en un bosque tenebroso. Empiezo a oír voces, son los otros cuatro. Sigo mi camino y, al rato, escucho gritos cada vez más cerca, me escondo tras un árbol y veo como una serpiente enorme devora a Hugo Navaja. Sigo oyendo voces pero opto por ignorarlas y correr hacia delante. Los delincuentes más sanguinarios están siendo derrotados por sus peores pesadillas. Al final encuentro una casa. Mi casa. Parece vacía. Entonces, me giro y encuentro a mi mujer agonizando de dolor, un cuchillo que llevo en mi mano se ha clavado en su vientre y ella murmura: “Me has matado”. La sujeto llorando intentando parar la hemorragia con mis manos, pero es inútil y muere.
-No, no, no... yo no fui. Ya sé que es mi culpa, debí estar en casa en vez de emborrachándome en el bar, pero yo no la maté-gimoteo.
Sin embargo, sí era culpable de asesinar al que pensaba que la había matado, un ladronzuelo más como yo del barrio. Era una cuestión de venganza que debía zanjar por mi cuenta pero que me supuso alejarme de mi niña. En aquel momento aparecen tres como el hombre al que maté y me atacan, pero ellos, aunque más, son pequeños y yo tengo el doble de fuerza, así que acabo con dos. El último queda herido en una esquina de la cocina. Estoy apunto de acabar con él cuando aparto mi puño de su cara y le cojo del cuello de la camisa para que se entere bien:
-No sé si fuiste tú o no de verdad, pero no sirvió de nada porque ni me devolvió a Claudia ni se reconoció que tú la mataras si realmente lo hiciste, así que lárgate de aquí antes de que me arrepienta-sale corriendo de la casa y esta desaparece a mi alrededor junto a mi rabia, el arrepentimiento y la culpabilidad de todos estos años. Como si me hubiera perdonado a mí mismo.
Justo ahí, siento un mareo y caigo redondo al suelo.


Al abrir los ojos me encuentro en un banco a las afueras de la ciudad de noche. Está lloviendo. Me levanto y al darme cuenta de que lo he conseguido, sonrío, extiendo mis brazos dejando caer mi cabeza hacia atrás y suelto un grito de alegría. Soy libre. Libre de las pesadillas que atormentaban mi cabeza. Libre para comenzar una nueva vida junto a mi hija. Es hora de volver a casa.

Alicia Salazar

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