miércoles, 17 de diciembre de 2014

Locura- Parte 1: “Dios"

No sabía cómo había llegado allí. Supe dónde estaba en el momento en el que desperté, era la ciudad de Anæ. Había leído muchas historias sobre ese inhóspito lugar. Algunas decían que era mejor morir quemado que entrar allí y otras que podías entrar pero nadie había conseguido volver a la civilización. Cuando recordé esas historias comprendí que mi futuro era incierto. No sabía cómo había llegado hasta allí, solo que donde estaba podía ver esos enormes edificios de los que tanto había leído.

Estaba seguro, era la ciudad de Anæ. En ese momento me di cuenta de que no podía quedarme mucho tiempo en ese callejón oscuro, era peligroso. Salí a lo que me pareció una calle principal pero estaba tan oscura como el frío callejón. Miré al cielo y era de noche aunque en mi reloj eran las 10 de la mañana. Esto era peor de lo que contaban los libros.

De repente sentí un escalofrío, algo iba mal. Respire por un momento pero casi sin darme cuenta estaba entre dos hombres que me golpeaban. El dolor era mil veces más fuerte que lo que había sentido antes. Sabía lo que iba a pasar, me iban a raptar, este era mi final y jamás podría contarlo, ni tampoco mi historia. Había leído que les gustaban los forasteros, que alimentaban a sus hijos con nuestras entrañas. Solo de imaginármelo sentí nauseas. Quería morir ahí mismo, dejar de sentir dolor.

En la ciudad de Anæ iba a morir, solo, sin saber cómo había llegado hasta ahí, sin contar mi historia, sin haber hecho nada. Pensando en lo que me iba a pasar, me dormí, creo que me habían drogado, quizá para poder matarme sin resistencia. Eso fue lo último que pensé antes de caer sobre el suelo frío y húmedo de un edificio enorme en la ciudad de Anæ.

No sé cuánto tiempo dormí pero cuando desperté ya no llevaba mi ropa. Un traje negro cubría mi cuerpo. Se me hacía raro que aún no me hubieran matado. Fue en ese momento cuando llegaron, eran esos dos hombres que me habían raptado pero ahora parecían otros, vestían el mismo traje que yo y se habían aseado.

Me cogieron y me llevaron a una sala. Estaba llena de gente, todos iguales, vestidos de negro. Me sentaron y fue entonces cuando escuché su voz: “Dad la bienvenida al salvador, a nuestro Dios, el que nos ayudará a convertir esta ciudad en lo que fue antes, un lugar mejor”. Todos se arrodillaron ante mi estupefacción. ¿Qué estaba pasando?


En la ciudad de Anæ, aquella de la que había leído tantas horribles historias, yo era alguien. Esta iba a ser mi historia.

Sarasvati

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