lunes, 8 de diciembre de 2014

Pesadilla constante

Oscuridad, sombras y la adrenalina corriendo a través de mi sudor. Mis venas se hinchan entre carreras que no alcanzan su objetivo. Sigo moviéndome, no puedo dejar que te pierdas más allá del horizonte, y tu sombra, por mucho que me esfuerce, está cada vez más lejos. Mi respiración se ahoga ante la falta de fuerzas, pero te diluyes entre la línea que separa el cielo de la tierra.

Despertar.

Nada es real, ni tu sombra ilumina ya mi camino, ni podré alcanzarte, solo el sudor permanece. En la penumbra no puedo ya sino evocarte, impotente ante tu muerte. Nada puedo hacer más que dar un bocado al aire fresco que golpea mi ventana, ni el gélido invierno enfría el infierno en el que habito desde que te fuiste. Y como los copos de nieve que comienzan a regar la noche, no veo mi futuro más allá del cemento que levanta esta maldita realidad. Así que siguiendo los trazos de tinta que mi destino fabricó caigo hacia la nada, esperando que tras mi oscuro reflejo que no cesa de aumentar, se encuentre tu sonrisa.

Despertar.

Los sentimientos vuelven a embriagarme, mi consciencia me traiciona, mis pulsaciones me maltratan; y ya no sé a dónde ir. Deseo esconderme de mí mismo, para que no se vuelva a aparecer tu silueta en cada esquina, tras cada pequeña sonrisa que se asoma a mi vida; pues la impotencia vuelve a mí. Me invade y me estrangula, haciéndome máximo culpable. Estallo y ya no hay vuelta atrás. Un cuchillo decora la solitaria estancia. Me mira a los ojos, y yo no hago más que preguntarle si esta vez será la definitiva o volveré a despertar.


Drizzt Beleren

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