martes, 2 de diciembre de 2014

Out on a dance to the moon. Too soon?

Cuando las expectativas fallaban, las miradas no se encontraban y los recuerdos no eran más que un cúmulo de insostenidas insensibilidades y catastrofías que solo unas pocas locas podían llegar a entender, aunque no preferir… Apareció un rayo de luz.

Sí. Era la lucecita esa verde que ponen en los bares, sí. Pero también influyó tu sonrisa, supongo. Y tu forma de cogerme o de hablarme. Aunque tú pensaras que no y yo tampoco supiera qué (qué estaba ocurriendo entre nosotros). Pero, de repente, me veía creyendo en la humanidad. O, mejor dicho, en los hombres. Bueno, no exageremos, en los hombres a los que no les importa hablar 8 horas seguidas. 

Pero sí. Tu sonrisa, tu forma de tontear conmigo y de demostrarme que te daba igual ser como eras... Me hizo creer que aun había alguien en la faz de la tierra capaz de interesarse por mí con la misma curiosidad científica con la que yo quiero entender a los demás. Y no solo me hizo sentir necesidades de saber quién era y quién se escondía tras su mirada de niño ensimismado en sus pensamiento. Sino también empecé a sentir la necesidad de invertir tiempo en él. El tiempo de verdad, no el que se genera por aburrimiento o necesidad fisiológica. 


Y así, así fue como tu mirada, tu forma de tenerme en cuenta en tu vida, me dio un atisbo de esperanza en mi mundo de imbéciles, de poetas de bragueta, de conquistadores en noches azules o grises. Así fue como me hiciste recuperar la fe en algo de lo que aun dudo. Sobre lo que no sé si existe, es una invención o algo pasajero. Pero, por lo menos, ahora sé que tú has provocado ciertos latidos de más en mi día a día. Y eso, te guste o no, es bonito. 

Neko

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