lunes, 1 de diciembre de 2014

Ensayo y Error

El aire que expulsaban sus fosas nasales hacía vibrar los pelos de un descuidado bigote, que el paso del tiempo hizo cada vez más rebelde. Sus arrugadas manos realizaban movimientos seguros, atrás quedaron ya los años de ensayo y error, pues pocas curvas le quedaban ya a su viaje. La llama iba consumiendo los últimos centímetros de la mecha que un día prendió entre la mirada de un joven apasionado y amante de los libros. Ahora trataba de provocar el ardor que el sintió en las pupilas de su nieto, antes de que fuese tarde.

Aquella tarde, manteniendo la costumbre de los jueves, él enrocaba su rey aprovechando la salida de los alfiles; enfrente, el pupilo por el que corría su sangre, que ya estaba acostumbrado a aquella jugada, respondió sin titubear. Poco a poco germinaba una sonrisa en sus frescos y jóvenes labios.

¿Quedaba esperanza para este mundo? ¿Se podía albergar en esta generación que ansía por vivir deprisa? No era capaz de adivinar si podrían transformar la realidad aquellos que quieren saber el final del libro sin haberlo leído, los que preguntan a qué sabe antes de haberlo probado, los que desean que salga la luna nada más nacer el día.

Sus ochenta primaveras le habían enseñado a caer, a llorar, a gritarle al mundo que era estúpido. Nunca se detuvo en su afán de crear y de hacer de su alrededor un sitio mejor. En su adolescencia soñó ser el capitán de la revolución; a los veinte, el poeta que crea nuevas formas de pensar; a los treinta, el huracán que hizo caer al patrón; a los cincuenta, los eslabones que tejiesen una red de solidaridad vecinal; y ahora… Ahora se conformaba con explicarle a la nueva esperanza en qué falló.

Pero la sonrisa que sus labios iban dibujando tuvo que abandonar el campo de batalla, para dar lugar a la sorpresa. El enroque simplemente había sido una maniobra de distracción y, ahora, ya nada podía hacer contra aquel peón que, en solitario, iría hasta el mismo infierno con tal de recuperar a su reina.

¿De qué habría servido avisarle? Pues volvería a repetirlo si todavía daba tiempo a jugar una vez más. La esperanza para saltar la verja se encuentra en el último tropiezo que dimos.



Drizzt Beleren

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