domingo, 21 de diciembre de 2014

A cara o cruz

Miro el reloj y descubro que el tiempo ha pasado, qué novedad. Cojo mis cosas, que no son muchas, y me dirijo a donde he quedado con el grupo para llevar el material del concierto. Ya me estarán esperando, pero no será la primera vez que vamos con prisas a un concierto. Vale, sí, las otras veces también fueron por mi culpa, pero no creo que se vayan sin el cantante, sería un concierto muy raro, ¿no?
Después de llegar y atender con indiferencia las reprimendas de mis compañeros nos dirigimos hacia allá. A mí me toca ir fuera de la furgo, así que cojo el coche. Mucho mejor, la verdad, así no tengo que aguantar a nadie mientras conduzco. Mirando por la ventanilla de mi coche veo como empieza a llover muy fuerte de repente, así se lavarán bien las calles, supongo. Todo tiene su lado menos malo, sólo hay que tratar de encontrar el punto de vista. Yo aún estoy entrenándome y todavía no soy muy bueno. A ver si así consigo que me dejen de tratar como un majara por estar de mal humor.
Cuando llego les llamo a ver por dónde andan. Han parado por la fuerte lluvia y no saben qué hacer. Oigo de fondo a Rufio intentando calmar las cosas. Él sí que sabe darle la vuelta a las cosas, debería aprender un poco de él, pero él debería aprender mucho de mí, es un muermo. Me acerco al local y me pido una rubia. Últimamente me gusta demasiado el sabor de la cerveza, pero me ayuda con mi enfermedad. ¿Qué enfermedad? pues el amor, joder. La maldita peor enfermedad del mundo, se propaga como ninguna y no tiene cura. Pero se puede usar para pasar un buen rato sin pensar en el mañana. Después de un rato me llama Rufio para decirme que ya están de camino, que ha parado de llover. Cuando no pueden ir peor las cosas, siempre toca mejorar. Apuro los últimos tragos mientras llegan y me empiezo a preparar, vaya pintas llevaba con las prisas y el agua.
Empezamos el concierto tarde y muy apurados, pero ¿qué más da? Con la rubia dentro me fijo en una morena de primera fila y le dedico un par de miradas. El concierto dura un poco más de lo normal pero no me canso. El escenario es mi sitio, la tarima debe de temblar conmigo encima. La morena de la primera fila se vuelve loca con cada canción. Creo que hoy ella será mi fruta prohibida, no creo que me salga mal la jugada. Una vez acabamos le digo que se venga con nosotros, y nos acaba acompañando por el mal camino a cada bar, hasta el último.
Paso un poco de ella y me lo paso bien, ya llegará el momento. Nos quedamos hasta el cierre y salimos dando tumbos. Bastante perjudicados nos damos cuenta de que vuelve a llover, menudo fin de semana de tormentas. Le digo a la chica que me acompañe al coche y que así no se moja. Parece dudar, pero me acaba diciendo que sí. Ya en el coche consigo morder la fruta prohibida, que sabe a uva. Me dejo llevar por el instinto pero ella me frena y me pregunta si la voy a llevar a casa. Le digo que podemos echarlo a suertes, o hacerlo ahí sin más. Cuando vives en el caos todo es válido, y terminamos por follar en el asiento de atrás.
Después del polvo me empiezo a vestir y le digo que se marche, que quiero estar solo. Ella se lo toma a broma y no se quiere ir. Siempre me pasa lo mismo, ya no sé como quedarme a solas, ni siendo borde. Me excuso con que me voy a echar a dormir un rato en el coche y que ya no llueve, que lo mejor sería que se cogiese un taxi. Se va, molesta, y al rato enciendo el motor.
Cuando llego a casa el cielo ya parece más azul y las calles tienen algo de luz. El cielo está aclarado y parece que se ha acabado el mal tiempo, aunque nada es eterno. No sé si también hará bueno mañana, sólo sé que será lunes otra vez. Y que tengo cita con el psiquiatra, como cada semana, y a ésta pretendo ir. No duran para siempre las penas ni las alegrías en el cielo, y por lo visto en el infierno tampoco. Antes de dormirme pienso que quizá algún día podría escribir una canción que valiese la pena con esto. Se lo comentaré mañana a los del grupo a ver qué tal.

                                                                MELO

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