miércoles, 17 de diciembre de 2014

Locura - Parte 2: "Delirios de grandeza"

¿Yo iba a ser alguien realmente? No me costó muchas horas averiguar la magnitud de trastornos que el pobre círculo de "hombres negros" padecía. Lo verdaderamente sorprendente era que yo encajaba en ellos como una pieza perfecta, parecía que era lo que les faltaba para completar su delirio, que esta vez era mucho más que compartido. Era dividido y transmitido entre todos ellos, padecían una especie de enfermedad infecciosa que se transmitía por medio de las palabras y que afectaba a todos y cada uno de ellos.

Y, aunque al principio me divertía y me hacía creer que estaba en una especie de experimento social virtual a gran escala… Con el paso de los días me fui introduciendo yo mismo en su forma de ser. Y, sin darme cuenta, caí en la misma trampa que ellos. Y mis pensamientos empezaban a fluir por sus calles estrechas y desiguales que eran un intrincado conjunto de ideas poco estructuradas pero que generaban mucha violencia entre ellos. A mí me respetaban todos y las avenidas principales se llenaban de delincuentes de emociones que, ante mi paso, no eran capaces más que de expresar miedo, dejando de lado el resto de sentimientos. Porque no tenían fuerza. Y yo… Yo era el que dominaba todo.

La diversión dio paso a la responsabilidad y empecé a encontrar a los causantes de la locura que la ciudad de Anæ padecía. Acabé aprendiéndome el mapa al dedillo y con facilidad sabía descubrir esas ideas fugitivas que se intentaban esconder en los recovecos más extraños de la ciudad para no ser descubiertos.

Esas ideas fugitivas, como las que pasan fugazmente por tu mente pareciendo inofensivas, eran las más peligrosas. Sabían cómo adherirse a alguna de las calles más estrechas e ir cavando un estrecho túnel con el fin de llegar al abismo de la ciudad de Anæ, al corazón del mismo. Eran ideas parásitas que querían acabar con la racionalidad de las avenidas principales y llegar al poder de la manera más banal posible, a través de mentiras y promesas incumplidas. Y yo acabé siendo una especie de guardia de pensamientos, intentando evitar que la ciudad de Anæ se viera dominada por esas ideas parásitas.

Mi trabajo era intenso pero reconfortante...

Neko

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