Fue como volver a nacer.
Como volver a caer en el frío y sucio suelo de esta ciudad
desconcertado y sin saber de nuevo que iba a ser de mi suerte. Sin
embargo, la oportunidad de vivir que se me había brindado no iba a
dejarla escapar. El gran hombre de esos casi imperceptibles ojos
verdes y de tez africana con una cicatriz que le atravesaba su
mejilla derecha, se dio la vuelta y marchó hacia delante tal y como
hicieron los otros aturdidos. Como si hubieran olvidado lo que tenían
pensado hacer. Yo ya no era nadie para ellos, ni amenaza ni
autoridad. El ambiente neblino y oscuro de la Ciudad de Anæ
debía tener un componente clave que de tanto en tanto borraba cada
uno de los pensamientos y emociones de sus habitantes para mantener
esa locura en un modo estable que apaciguara cualquier intento de
modificar el ritmo que marcaba los acontecimientos que sucedían en
sus calles. Así, ladrones, asesinos, ratas callejeras, pordioseros,
monstruos y criaturas amorfas volvían al punto de retorno por el
cual estaban atrapados allí. Pero yo realmente era distinto. La
Ciudad de Anæ
no había podido surtir sus efectos en mí y eso me daba una
esperanza, la de poder salir de aquella pesadilla que antes solo
existía en mis libros y que ahora se había convertido en mi
realidad.
Decidí no volver con los
hombres de negro de los cuales sabía que me estaban buscando para
volver al lugar al que según ellos pertenecía para guiarlos, y que
nunca me dejarían salir. Me decanté por aquel grupo de gente y
criaturas que habían optado dejarme vivir al desaparecer de su
cabeza la idea de eliminarme. Abandoné el poder de la Ciudad de Anæ
para unirme a la más baje clase de los escombros de su vertedero.
Caminé deprisa y me coloqué al lado del hombre negro y ojos verdes
que parecía ser el cabecilla de la banda. Uno de ellos me dijo que
al hombre negro lo llamaban Aba, que significa Padre. Él cuidaba de
ellos y, cuando sus locas cabezas cedían, los organizaba. Llegamos a
esos edificios más bajos y en peor estado de la periferia donde
residían cuando no estaban robando o asesinando. Los mercaderes
corruptos que estaban haciendo negocios de dinero negro en aquella
calle me miraron extraño, solo esperaba que no fueran los ojos y
oídos de los hombres de negro. Aba me dejó entrar en su casa al
verme perdido. Me acogió a cambio de convertirme en uno de aquellos
malhechores que como yo, cuando llegaban aquí no sabían qué hacer,
y yo acepté.
Entonces llegó a la casa
una joven con un tatuaje de un sol en la palma de su mano, de piel,
ojos y pelo oscuro. Parecía de raza gitana. Alguien que realmente
imponía respeto con solo pasar a su lado. Su nombre era Damaris,
la ahijada de Aba. Durante la cena a la luz de unas velas que
ahuyentaban por unos minutos la penetrante oscuridad de la Ciudad de
Anæ
estuvimos hablando sobre los muchos pasadizos que aquel grupo de
maleantes usaba para hacer de las suyas desplazándose por la ciudad
con mayor facilidad. Aba estuvo hablando de las hazañas de Damaris
para mantenerse vivos y con comida cada día, a cualquier precio y
sin remordimientos, pero preservando a la que ahora era su familia
con vida en las peligrosas calles de esta ciudad llena de distintas
bandas sedientas de sangre. Era un mujer realmente valiente. Al
acabar de cenar, Damaris y yo nos quedamos hablando solos. Le comenté
mi curiosidad a cerca de su tatuaje y me confesó que lo que más
echaba de menos desde que estaba allí era la luz, que haría
cualquier cosa por volver a verla, por volver a sentir el calor de
los rayos de sol en su piel morena. Le pregunté por los pasadizos, de si sabía de algún modo de huir de este infierno real sacado de
libros y leyendas. Sin saber por qué y sin acordarse de lo que yo
había significado para este lugar hacía no tanto, confió en mi y
me contó que había una de esas galerías subterráneas llenas de
trampas y, a veces con matones al servicio de los hombres de negro
que controlaban la ciudad, que parecía dar al exterior de los muros.
Pero no solo era la más custodiada, sino también las más
peligrosa. Entonces, le cogí la mano y le dije: “¿Estás
preparada para salir de aquí? Huye conmigo y deja la Cuidad de Anæ
atrás".
Alicia Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario