domingo, 30 de noviembre de 2014

A ti

Acaricio suavemente el reverso de tu mano y te sonrío.
—¿Qué opinas? —Veo como empiezas a sonreír al hacerte a la idea.
—Qué bien. —Intentas aparentar indiferencia, pero se te escapa una sonrisilla de medio lado—. ¿Cuándo empezamos?
—Mañana mismo si te atreves. —Te reto con la mirada—. ¿O es demasiado pronto para ti?
—Para nada. —Me apretas fuertemente la mano—. Yo me atrevo a todo. 
Cerramos el trato con un beso, mucho mejor que con un apretón de manos. Empezamos a cuadrar los horarios y decidimos que a partir de las seis de la tarde sería buena hora. Todo va sobre ruedas. Me dices que sabes de un lugar cercano que sueles ver al ir hacia tu casa y que tienen buenas ofertas. Al final acabas haciendo la reserva por teléfono. Nos comemos la cena antes de que se enfríe, pensando que hay cosas que pierden todo el valor si las dejas enfriar. Bebo un poco de vino hasta notarme en el punto. Nos reímos mucho y se nos acaba yendo de las manos, como siempre. Follamos como locos durante un par de horas hasta cansarnos, luego nos dormimos abrazados. Tu pelo huele bastante bien. Es lo último que pienso antes de caer.
Me despierto por la mañana, pegado a la sábana y a tu piel, con el sonido de mi móvil. Te doy un beso y me levanto. Desayuno, me ducho y me preparo. Ya con el tiempo algo justo vuelvo al cuarto, donde me esperas sentada en la cama, haciéndote a la idea de que ahora te toca a ti la rutina de cada día. Te digo que te quiero y que nos vemos luego, y le doy otro breve beso antes de salir de la habitación y de la casa.
Llego a mi trabajo. Todo el mundo sabe que es mi último día. La gente se despide y se pone emotiva. Se me escapa una lagrimilla al pensar que no volveré a compartir el rato con ellos. Me dejan salir antes como favor, y yo se lo agradezco. Son las cuatro ya y así me preparo con más tranquilidad.
Al llegar a mi casa abro una mochila y meto lo básico. Me quedo pensando un rato que más podría necesitar. No se me ocurre nada y me voy. Paso por una tienda de telefonía al llegar a la estación. Elijo un móvil muy básico, que me asegura mucha autonomía. Antes de apagar definitivamente el otro teléfono te escribo un WhatsApp a ti: "No llegues muy tarde, eh, que nos conocemos! :P". Ya con mi nuevo móvil me dirijo al tren, haciendo memoria continuamente con la maldita sensación de olvidarme algo. Mientras estoy en el andén me acuerdo de ello. El paraguas. "Ya me cogeré uno allá" pienso, intentando zanjar la discusión conmigo mismo. Ya sentado en el tren se sienta enfrente mío una señora con un enorme bolso. Señala el asiento a mi lado y su bolso y me pregunta si está vacío. Le respondo que viajo solo e intento no pensar en ti, esperándome. Son las seis y cuarto cuando el tren empieza a moverse.

MELO

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