miércoles, 8 de abril de 2015

Agallas

Escupo el humo a la ventana y me muerdo los dedos porque ya no me queda ni una sola uña más que me pueda comer. Esperar a ese hombre me pone de los nervios, ya que le he contratado podría darse más prisa en conseguir resultados.

Hace tiempo que me siento como una bombilla fundida, parpadeando pequeñas chispas de luz pero sin llegar a encenderme. También llevo tiempo diciendo que la culpa es tuya, pero empiezo a admitir que realmente es mía por consentirte que me sigas tomando el pelo. El verdadero problema es que si tu me pides que me arrastre hasta a ti yo lo hago ¿Por qué me hago esto mientras tú regalas besos a cualquier niñata barata que se te pase por delante en un bar? ¿Piensas que no lo sé? Me crees más tonta de lo que soy, porque tú tampoco es que te esfuerces demasiado en ocultarlo.

Me miro al espejo para insistirme en que acabe con esto. Este matrimonio hace tiempo que flota a la deriva, pero eres una droga, mi droga. Ni quiero dejarla ni compartirla. Siempre me califiqué como alguien que no era celosa, pero supongo que eso depende de la persona a la que esperes en casa.

Por fin, suena el timbre y sé que es él, porque a estas horas tú nunca estás en casa. Le abro y el detective privado pasa al salón. Con las veces que habrá tenido que hacer esto y ni se atreve a mirarme a la cara. Extiende las fotos en la mesa del salón y lo veo todo, por fin, abro los ojos. Todas mis dudas y temores se confirmaron con la prueba final. El hombre me cuenta todo lo que ha visto e investigado en estas dos semanas que lleva siguiendo a mi marido, pero las imágenes hablan solas. La secretaria, además de muchos otros encuentros de la ciudad, como no... Doy gracias a Dios por no haber dejado de mi puesto de profesora de inglés en el colegio como me pedías para ser una mujer florero como tú, el señor ejecutivo, querías. Era el trofeo que necesitabas enseñar para sentirte seguro.

Le pago, le doy las gracias y se va. Después recojo tu ropa en una maleta y me pongo a pensar en todo lo que creí aprendido en mi vida antes de ti. Se sabe cuanto le importas a un hombre según cómo te mire en el último segundo antes de marcharte. Sí, incluso aunque lleve toda la noche haciéndose el chico duro. Si te mira hasta que desapareces con cara de corderito degollado como suplicando que te quedes, entonces sabes que le interesas de verdad. Pero si lleva coqueteando contigo toda la noche y al final le pone ojitos a tu amiga antes de que os vayáis puedes dar por seguro que solo te usaba para dar celos a la que realmente quería esa noche y que probablemente trate de conseguir en otra ocasión. Así son los chicos, fáciles y previsibles. Esta es una de las teorías que una va elaborando. Y tú llevabas tanto tiempo sin mirarme así antes de partir...


Nosotras somos más listas y perceptivas en estos aspectos, pero solo es así hasta que nos enamoramos, entonces se nos nubla la mente y vemos lo que queremos. Así estaba yo. Uno es capaz de perdonar todo una y otra vez mientras quiere ciegamente a una persona, pero cuando por fin abrimos los ojos y vemos la realidad, hay que reaccionar y pensar en sí mismo, porque en estos casos la otra persona no lo va a hacer por ti. Mira que me lo dijo mi madre: “Hija no te juntes con un italiano que por muy guapo y bueno que esté y por muchas milongas que te diga, son muy machistas de toda la vida”. Le respondí que no se basara en estereotipos, no creo que haya que generalizar estas cosas y lo sigo pensando. Sin embargo, acertó de lleno con este. El problema está en que yo no le permito a nadie que me trate como un felpudo, llámame rara. Hay que tener agallas para desaparecer y dejarle de patitas en la calle, para ponerle las maletas en la puerta, cambiar la cerradura y coger un vuelo a Dublín hacia una oferta de trabajo y una posible nueva vida. La que se quedó con lo que era mío sabiéndolo o no, que se lo quede. Porque puede que me aferrara demasiado a él, sí... pero a mí me tengo más aprecio.
Alicia Salazar

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