lunes, 27 de abril de 2015

Bendita Locura

Se rompía la noche en mil fragmentos cargados de sueños e ilusiones, que iban marchitándose y cobrando fuerza en un intercambio de energías, guiados por las estrellas. El caótico universo se ordenaba en patrones ajenos, para dibujar su destino sobre el firmamento. Como la tinta corre sobre las venas de un pergamino, su alma volaba entre los extremos más alejados de su cuerpo, desprendiéndose de toda consciencia de él mismo. Una huida sin billete de regreso, tratando de escapar y al fin huir de las cadenas mortales. Una bendita locura.

Subió alto, empujado por la ingravidez, sobre un suave manto acolchado; sin nada en que pensar, sin intención de despertar. El frío que ascendía hacia su nuca era agradable, como agua cayendo por su garganta bajo la mayor de las sequías. Un trago suave y liviano, que calmaba las ansias de su incansable alma.

Eran horas sin la sombra tras la esquina del tic tac del reloj, quizás días sobrevolando la arena de la que escapó. Finalmente libre, consiguió sonreír. No necesitaba mover los brazos ni las piernas, allí el pensamiento era más poderoso que el poder físico. Era un sueño eterno sin barreras, una luz tenue que ilumina toda la oscuridad de su habitación. Una estancia marchita, salpicada de los peores horrores que ningún hombre soportó.

Cuentan que su viaje no tuvo final, mientras su cuerpo quedaba con nosotros, en la cama de un hospital acompañado de un continuo pitido a causa de una droga en su suero. La felicidad en su rostro fue su mensaje de partida, informando que todo iba bien. Yo continúo en la cárcel sabiendo que, aunque tarde, fui un buen padre.



Drizzt Beleren

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