sábado, 11 de abril de 2015

Confesión

Ahora que respiro sobre tu piel, puedo confesarte que siento celos del viento. Él, que siempre ha portado tu fragancia expandiéndola injustamente entre el resto de mortales, poco a poco va erizando mi piel.
Ahora que soy capaz de rozar con mis dedos tu cuerpo, sin despertar con nada más que la angustia entre mis manos, quisiera detener el tiempo y ahorcar a los dioses que nos ahogan en su vorágine eterna.
Ahora que consigo que mis palabras alcancen tus oídos, permaneces aquí callada, sin nada que poder decir, sin nada que poder sentir.

Ahora que al fin mis lágrimas brotaron sobre tu piel te despides del mundo. Siento celos de la muerte, que se te lleva entre sus garras para alejarte de mis llantos. Te vas sin saber que te amé en la distancia, lejos del horror de tu vida, ajeno a la violencia que el amor te hizo sufrir.
Ahora, déjame tener, al menos una última vez, celos de tu corazón; pues dejó de latir a la par que marchaste, como tanto desea mi alma en estos instantes.

Hasta siempre.


Drizzt Beleren

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