Mis preguntas con
reproches, tu mirada perpleja, las mil explicaciones y un sinfín de
discusiones. Nunca acababa bien peor yo seguía insistiendo en mi inseguridad,
en mi no saber si sería a la siguiente noche en la que pasaría y así seguía
todo. Aun no sé si me molestaba más que tuvieras demasiadas amigas o que ellas
dijeran mentiras de mí. Aun no sé si mi inseguridad era fruto de la tuya o de
las noches en las que acabábamos buscándonos las cosquillas entre miradas
desconocidas y preguntas indecentes. Era nuestro particular juego pero sé que
nos acabó destruyendo por dentro y por fuera.
Esa cuerda de la que
tanto nos gustaba tirar acabó deshilachándose y tú, intentando ocultar todos
tus miedos tras los reproches hacia mis amistades más que normales, acabaste
jugando a lo mismo. Y yo, bien conocedora de tus compañías, acababa fantaseando
con tres o cuatro furcias que acababan rodeándote.
Se podría decir que
fue la imaginación, la no realidad lo que acabó consumiendo los sentimientos
que existían de manera verdadera. Fue lo irreal lo que acabó desencadenando una
serie de catastróficas desdichas en nuestros corazones, en nuestras complicidades,
bromas, sonrisas y caricias…
Fue el monstruo de
ojos verdes que acecha a cada relación que va de la mano, la que la acabó
separando de por vida.
Y me alegro. Me
alegro mucho.
Neko
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