domingo, 19 de abril de 2015

Humo en la lluvia

Abrió la puerta con la intención de salir, pero estaba diluviando. Indiferente, se acercó al primer escalón y se sentó. La cornisa acababa apenas un metro delante de él y casi podía notar las salpicaduras de agua. Buscó en su chaleco su cajetilla de tabaco y la abrió. Casi llena, tuvo que elegir aleatoriamente un cigarro de entre todos ellos. El mechero estaba en su bolsillo de atrás, un Zippo que le regalaron hace ya tiempo y que encajaba perfectamente con él.

No es que le gustara fumar en sí, en realidad le daba igual. Para él lo importante era la situación, había momentos en los que tenía que fumar. Esos instantes pedían a gritos encenderse un cigarro y quedarse mirando al infinito. Entonces le gustaba fumar. Esta vez no había infinito que mirar, sólo lluvia. A veces alargaba el momento de darle fuego y sentencia al pitillo. Jugaba con el Zippo abriéndolo y cerrándolo, disfrutando del particular sonido que tanto le gustaba. Otras veces se pasaba el cigarrillo entre los dedos con mucha habilidad, algo que había aprendido hace tiempo a base de doblar y romper muchos otros. Esa imagen era él.

Las gotas caían rítmicamente alrededor, aumentando la sensación de tranquilidad. El rumor continuo del agua impactando le recordaba otros tiempos. Trozos aquí y allá de su vida, que coincidieron con una bonita tormenta. Le gustaba la lluvia. Era como un descanso obligado en su vida. Cuando llovía, le gustaba gastar su tiempo mirando las grises y vacías calles a través de la variable cortina de agua. A veces una imagen no importa, pero otras veces puede cambiar perfectamente nuestra perspectiva. Un estilo puede crear una impresión y una escena puede definir toda una vida. Un cuadro puede hacer brotar miles de sensaciones y sentimientos si se pinta bien. En el lienzo de su vida estaría lloviendo.

Observó su cigarro agonizando. Esta vez no le había dado tiempo a observar como el humo desaparecía en el aire. Estaba ocupado con la lluvia. Se percató de cómo sus pensamientos derivaban de lo que le mostraba la vida. Y entonces se dio cuenta de por qué le gustaba fumar, y de por qué le gustaba la lluvia.

Decidió acabar con su tortura y tiró la colilla hacia delante. Cayó en un charco que la fue empapando hasta hundirse. Esta vez no hacía falta ser cruel con ella y hacerla retorcer con el pie contra el suelo. Hoy se sentía menos despiadado, ya había tenido suficiente. Ahora ya sólo lloviznaba, casi imperceptiblemente.

Pensó que ya no tenía excusa para quedarse más tiempo ahí, por más que quisiera. Seguramente no vería ese paisaje nunca más, así que decidió darle un último vistazo antes de marchar. Las calles seguían grises y mojadas, como si esperaran decirle al sol que había llovido.

Se alejó lentamente y sin prisa, mezclando el sonido del chapoteo de sus pasos con el de su tos.



M E L O

No hay comentarios: