Las
lluvias mojaban la tormenta de pensamientos que anoche agolpaban mi mar de
indecisiones y lamentos. Y en todas esas miradas no encontraba la tuya y el "Cola-Cao" caliente no hacía más que ponerme melancólica. Y las bocas húmedas solo me ponían cachonda, pero nada más... Nada más.
Ya han
pasado unos cuantos meses desde anoche pero aun la recuerdo como si fuera hace
dos,
veranos.
Claro que
la lluvia me sigue recordando a tus ojos tristes, a la melancolía y al tono
gris que embadurnaba un amor que fue solo eso, oscuridad tras oscuridad. Preocupaciones entre dos niños que jugaron demasiado pronto a amarse duro. Con inmensidad. Aunque fuera una inmensidad triste.
Claro que
no espero que esto te haga bien, pero tampoco mal. Claro que no paro de
olvidarme de todas las frases que entonaste con acierto a cada paso de cada
trueno que fue resquebrajando la felicidad tejida entre tristezas y lloros,
entre relámpagos y lluvia.
Realmente
es una metáfora muy bonita.
Nos
enamoraba una tormenta con lluvia de fondo pero, cuando llegaba el buen tiempo,
nos poníamos mustios y ya no sabíamos cómo seguir gozando del sol y de la
vitamina D, no era para nosotros, pálidos mortales del frío y de la oscuridad
latente.
Y sí, mi
corazón se sigue intentando calentar a cada invierno, como queriendo revivir
todo eso, pero no, pero le cuesta arrancar con la misma intensidad que con la que me miraban tus sonrisas.
Pero basta de engrisecer cada color bonito que ha pasado por mi vida desde entonces. Yo,
yo he querido cambiar.
He
querido amar la risa, la sonrisa y la ilusión. Y, aunque tiene sus tintes
más marroncillos poco intensos a veces, también tiene unos verdes muy bonitos,
que van a juego con mis pequeños rizos cobrizos al borde de los rayos de un sol
que aun me refleja demasiado. Que aun me da migraña a veces... Pero que me está empezando a sacar algún que otro sonrojo, que no es muy normal en mí.
Neko
No hay comentarios:
Publicar un comentario