Las noches
intentando controlar sentimientos que nunca podrían sino salir disparados a
cada acelerón de unas ruedas que yo no podía conducir. Las mañanas intentando
disfrutar de palabras que solo me hacían querer huir por la puerta más cercana.
Intentos inútiles de controlar algo, huyendo de él.
¿Controlar el qué?
La incertidumbre.
Pequeña estúpida…
Las dudas no se
recogen, lo más sencillo es dejarlas escapar y dejar que te rodeen con sus
grandes garras mientras tú corres, mucho más rápido que ellas, mientras tú
aprendes a controlar tu respiración y tus latidos, al ritmo que tú quieres y no
al que quieren ellas. Esas que siempre van a estar acechantes tras tu lecho de
preguntas, cuestiones y búsquedas. Pequeña de las dudas infinitas… Necesita
siempre un interrogante con el que jugar, con el que fantasear… Pero con esos
que se le volvían en su contra y le hacían querer huir, salir corriendo y
llorar. Llorar fuerte contra su pecho.
Intentaba siempre
buscar una estabilidad sobre alguien con el que cojeaba en pies, manos,
sentimientos y momentos. Y no se daba cuenta de que la única fuente de
estabilidad eran sus pies, en el suelo, sin nadie más a su lado estirando por
obtener un poco más de su conocimiento. Ella solo se empeñaba en salir
corriendo para no sentir esos pies que la sostenían con vida, para no sentir el
aliento que tanto miedo le daba perder…
Fueron días de
muchas huidas, escapes o evitaciones. Como se quiera denominar. Fueron días en
los que aprendió a sostenerse sobre sí misma, sin esperar nada de los demás,
porque los demás nunca entenderán ese estado. Porque es imposible. Porque solo
la incertidumbre que sigue de su mano sería capaz de guiñarle un ojo con
complicidad. Porque son las dudas las únicas que pueden entender ese
sentimiento, siendo, a su vez, las puñeteras causantes…
Neko
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