Nunca nadie le había creído, jamás.
Algunos la llamaban loca y otros, afirmaban que solo eran casualidades pero
ella estaba segura de que poseía un don.
Durante años lo mantuvo en secreto por
miedo al qué dirán pero pronto se dio cuenta de que su poder podía ayudar al
Mundo entero. Sin querer hacerlo le venían imágenes a la cabeza. Al principio eran
desordenadas y borrosas pero con los años empezó a dominar su don. Muchas veces
no conocía los lugares o las personas que aparecían en sus pensamientos pero en
algunas ocasiones sabía perfectamente dónde iban a tener lugar los males de la
tierra.
Solo tenía 10 años cuando, horas antes
de que ocurriera, soñó con unas grandes torres que se caían en la ciudad que
nunca duerme. No dijo nada, aún era muy joven para saber que su poder era
realmente eso, un don. Veinticuatro horas más tarde los telediarios de todo el
Mundo mostraban las mismas imágenes que ella había tenido en su cerebro durante
un tiempo.
Esa desgracia alteró sus sueños durante
meses. Podría haber salvado miles de vidas, podría haber evitado sufrimientos a
cientos de familias que días después tuvieron que vivir con la muerte de todos
aquellos que estaban allí ese día.
Las imágenes en su cabeza no cesaron nunca.
Muchas veces eran horribles, tristes. Agonizaba cada vez que le tocaba ver
morir a alguien porque sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Se lo contó
a su madre meses más tarde pero ella nunca le creyó, igual que pasó con otras
personas.
Para su madre era una niña con mucha
imaginación pero para el resto estaba loca de remate. Su agonía era cada vez
mayor, había veces que deseaba morir para dejar de ver en su cabeza esas
imágenes tan horribles.
Tres años más tarde de camino al instituto,
como todas las mañanas, cientos de imágenes desordenadas le inundaron la
cabeza. En ese mismo tren iban a explotar 10 bombas matando a muchísimas
personas. No entendía nada ni tampoco cuando iba a ocurrir pero debía hacer
algo.
Acudió a las autoridades pero todos la
tomaron por loca, como le había ocurrido siempre. Lo había visto en su cabeza,
muchas personas iban a morir en un ataque al metro de Madrid.
A la mañana siguiente el miedo le
impidió subir a este tren que todas las mañanas le llevaba al instituto. Llegó
a la estación pero no subió al vagón. Media hora más tarde el sonido de las
sirenas le confirmó que lo que ella ya sabía.
El horror de esas imágenes se repetía
en su mente cada vez más rápido. No había nacido para merecerse este don y ese
pensamiento la estaba matando.
Dos días más tarde de la catástrofe que
conmocionó España esta joven de trece años decidió que no podía seguir viviendo
con ese don, no quería ser una loca para todos...
…Al día siguiente en la antepenúltima
página de un diario local una esquela recordaba a Marta Ruiz que había
fallecido trágicamente a los trece años.
Sarasvati
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