sábado, 7 de marzo de 2015

En su cabeza

Nunca nadie le había creído, jamás. Algunos la llamaban loca y otros, afirmaban que solo eran casualidades pero ella estaba segura de que poseía un don.

Durante años lo mantuvo en secreto por miedo al qué dirán pero pronto se dio cuenta de que su poder podía ayudar al Mundo entero. Sin querer hacerlo le venían imágenes a la cabeza. Al principio eran desordenadas y borrosas pero con los años empezó a dominar su don. Muchas veces no conocía los lugares o las personas que aparecían en sus pensamientos pero en algunas ocasiones sabía perfectamente dónde iban a tener lugar los males de la tierra.

Solo tenía 10 años cuando, horas antes de que ocurriera, soñó con unas grandes torres que se caían en la ciudad que nunca duerme. No dijo nada, aún era muy joven para saber que su poder era realmente eso, un don. Veinticuatro horas más tarde los telediarios de todo el Mundo mostraban las mismas imágenes que ella había tenido en su cerebro durante un tiempo.

Esa desgracia alteró sus sueños durante meses. Podría haber salvado miles de vidas, podría haber evitado sufrimientos a cientos de familias que días después tuvieron que vivir con la muerte de todos aquellos que estaban allí ese día.

Las imágenes en su cabeza no cesaron nunca. Muchas veces eran horribles, tristes. Agonizaba cada vez que le tocaba ver morir a alguien porque sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Se lo contó a su madre meses más tarde pero ella nunca le creyó, igual que pasó con otras personas.

Para su madre era una niña con mucha imaginación pero para el resto estaba loca de remate. Su agonía era cada vez mayor, había veces que deseaba morir para dejar de ver en su cabeza esas imágenes tan horribles.

Tres años más tarde de camino al instituto, como todas las mañanas, cientos de imágenes desordenadas le inundaron la cabeza. En ese mismo tren iban a explotar 10 bombas matando a muchísimas personas. No entendía nada ni tampoco cuando iba a ocurrir pero debía hacer algo.

Acudió a las autoridades pero todos la tomaron por loca, como le había ocurrido siempre. Lo había visto en su cabeza, muchas personas iban a morir en un ataque al metro de Madrid.

A la mañana siguiente el miedo le impidió subir a este tren que todas las mañanas le llevaba al instituto. Llegó a la estación pero no subió al vagón. Media hora más tarde el sonido de las sirenas le confirmó que lo que ella ya sabía.

El horror de esas imágenes se repetía en su mente cada vez más rápido. No había nacido para merecerse este don y ese pensamiento la estaba matando.

Dos días más tarde de la catástrofe que conmocionó España esta joven de trece años decidió que no podía seguir viviendo con ese don, no quería ser una loca para todos...

…Al día siguiente en la antepenúltima página de un diario local una esquela recordaba a Marta Ruiz que había fallecido trágicamente a los trece años.



 Sarasvati

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