Egoísta, vanidoso, soso, aburrido y
otras muchas cosas. Así era él ahora. Nuestra vida había entrado en un huracán
sin retorno, de esos que te matan por dentro. No éramos felices pero hubo un
momento en que si lo fuimos. Fue al principio, cuando solo hacía falta una
mirada para entendernos y la risa era nuestra mejor aliada, siempre.
Ya no éramos uno, solo simples
desconocidos. A veces pienso que durante meses le pedí más de lo que podía
darme y eso nos convirtió en lo que somos ahora. Empezó a alejarse, poco a poco
como si en lo más fondo de su corazón desease que fuera una despedida dulce,
calmada, triste. Pero la despedida nunca llegó. Ya nada era suficiente para
nosotros, ni siquiera una despedida…
Una discusión constante nos mantenía
alejados, tristes, cabreados... Al principio las broncas eran divertidas y las
reconciliaciones eran excitantes, abrumadoras y fantásticas pero hacía meses
que nada era así. De mi boca siempre salían las mismas palabras: “Has cambiado”.
No había nada que él odiase más que esas palabras. Eranun puñal que se
clavaba en su corazón pero no podía callarme.
Deseé con fuerza que todo volviera a
la normalidad como antes, cuando yo no le pedía nada, cuando todavía no había
cambiado, aquel momento en el que era el hombre del que me enamoré. Millones de
veces intentamos volver al principio, reconciliarnos, amarnos como habíamos
hecho siempre pero la llama se estaba apagando.
Una tarde como otra cualquiera, de
esas en las que ya no compartíamos ni la manta, ni el sofá, ni siquiera las
conversaciones decidimos que era tarde para seguir con lo nuestro. El amor estaba
ahí pero ya no éramos uno sino solo dos desconocidos que ya no se entendían como antes.
… Los dos habíamos cambiado.
Sarasvati
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