Hoy
te amé y fue perpetuo el horizonte, alzándose el sol a lo más alto de mis
latidos para robar el veneno al tiempo y darme el antídoto en forma de
sonrisas. Encontré rosas entre las espinas de mi corazón, leí las luces que
había tras las sombras y robé al hedor el perfume del amanecer. Agarré al
demiurgo por el cuello y estrellé sobre el tus besos convirtiendo su carne en
polvo.
Hoy
te amé y sentí miedo. Oí el temblar de mis demonios y cómo los susurros de
Morfeo me despertaron de los cuentos de hadas. Entre quimeras te vi dando besos
prohibidos y entre lágrimas vi mi corazón en tus manos, palpitando de frío;
palpitando de amor. Entre nuestros pies descubrí las cadenas que el destino
tejió, pero también cómo trazamos mal nuestros caminos y ahora, poco a poco nos
ahogamos, cuanto más abrazados estamos.
¿Qué
son las estrellas que iluminan tu triste rostro? ¿Son mis insolentes dudas o es
el color de tus mejillas? Tan sólo puedo abrazarte, prometerte el edén; sin
embargo, mis manos tiemblan al coger los hilos de nuestra historia. Haría arder
Roma si con ello asegurase tu felicidad, pero temo que no regreses; temo no ser
tu sonata perdida entre el montón de mierda que es la vida.
El
mayor de los temores es el mejor de los amores. Es el miedo a derramar la tinta
que escribe nuestros pasos. La locura de no regresar de entre tus piernas. La
pesadilla de perder mi razón en la rutina que nos salva del mojar de las olas
de arena que atrapa todo cuanto toca. El terror a perder los sentidos que, día
tras día, se enamoran de ti; a decir un día te quiero sin amarte.
Drizzt
Beleren
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